Covid-Plus

Prólogo

1

Carlos Fritz llegó dos horas tarde al hospital general en la comuna de Santiago. A pesar del Estado de Cuarentena, el tráfico seguía vigente y eso hacía pensar sobre la preocupación del público por la salud de los demás. En el auto si no encontrabas una estación de radio para escuchar música terminabas con el locutor informando de los nuevos casos de contagio. Carlos pidió a su novia que la apagara cuando el número 1765 salió a flote, recordando que hace dos días sólo habían 1242. Ahora con su malestar en el pecho, creía que podía ser el 1766.
Esa mañana su madre preparó arroz con hamburguesas caseras. Debía racionar el dinero que recibía y eso incluía las comidas diarias. La ayuda de Carlos le venía bien, pero eso no cambiaba que las filas en los supermercados estuvieran abarrotadas. Tenía puesta la mascarilla día y noche, sugiriendo a su hijo que hiciera lo mismo si no quería caer en cama. Su padre murió de una enfermedad respiratoria y eso lo volvía propenso a cualquier virus, en especial del Covid-19.
—Si vas a salir asegúrate de evitar a la gente —dijo su madre.
—Sólo iré a comprar mamá, tú tienes más posibilidades de contagiarte, quédate en cama. —La besó en la mejilla y sacó las llaves del auto.
Era una excusa para salir, al despertar tuvo la sensación de que el pecho se le hundía, pero podía ser un efecto del mal dormir. Nada de qué preocuparse.
En Plaza de Armas podía verse un número regular de personas tomando precauciones, aunque la mayoría llevaba botellas de alcohol gel. Imaginar que un virus de China viajase al otro lado del mundo para obligar a la gente a usar guantes y evitar el apretón de manos caía en la ironía. Chile no tenía tal devoción a la limpieza hasta hace poco.
Sentada en la pileta estaba Magda con el celular sin levantar la vista. Su pálida tez se coloreaba con los rayos del sol. Carlos la rodeó y la sorprendió tapando la pantalla con su mano.
—Si querías asustarme, debiste haber tosido.
Carlos sonrió.
—No me encuadres tan fácil, me siento bien siempre que te tengo cerca.
Acto seguido, la besó en los labios con la sombría desaprobación de los ancianos alrededor. Había que acostumbrarse, tampoco podía ser culpable de un pequeño desliz que estuviera repitiéndose miles de veces en ese mismo segundo. Pero la simple sensación de alguien observándote parecía cobrar fuerza, si se giraban hacia alguien lo encontrarían carcomiéndolos en su mente.

Ambos estuvieron de acuerdo en irse del lugar.

Carlos le había contado sobre la suspensión de su trabajo luego de una semana de negligencia por parte de su empresa. Sacar la contabilidad era posible en casa, tardarse en no exponer a los trabajadores era mera explotación y estupidez, cosa que muchos afirmaban en las redes sociales. Aun así, se quedaba hasta tarde enviando informes por emails, no entendía el aumento de estos cuando el mundo se detenía y avanzaba deprisa a intervalos. Algunas cosas nunca cambian, digo verdad. Magda en cambio, había suspendido las clases de la universidad hasta nuevo aviso. El cierre de su empleo de medio tiempo fue el causante, y no estaba dispuesta a pagar una barbaridad para recibir videos de los profesores.

Distraerse esa tarde estaba saliendo de maravilla. Las tiendas seguían cerradas en el centro contando con los puestos de vendedores en las esquinas. Carlos compró dos helados mientras caminaban a su auto. Tragar se le dificultó por momentos, creía que le bajaba metal a cada intento. Cuando llegaron al estacionamiento, tiró el helado a medio comer sin que Magda lo notara.

El vestido de dos piezas era un deleite a la vista y no se guardó su opinión al respecto. Las sonrisas y caricias le hacían olvidar que en pocos días habría cuarentena total en la ciudad. Si le veía la buena cara a lo que sucedía, eso era pasar más tiempo con su novia.

—¿Vendrás a la fiesta esta noche? —preguntó Magda cerrando la puerta.

—No, tengo que... —La tos lo interrumpió—. Mi madre está...

Ya no era un simple apretón en el pecho, sentía que la comida se devolvía y le obstruía la garganta. Abrió la puerta del vehículo y se agachó lo suficiente con Magda palmeando su espalda. Quería vomitar, o eso pretendía al escupir flema sobre el pavimento. 

Se limpió con la manga de la camisa y se detuvo paralizado al mirar el suelo. Antes de volver sobre el manubrio, dio cuenta de unas gotas rojas en el amarillento resultado de su tos.

Magda no alcanzó a hablar cuando Carlos se le adelantó.

—Llévame al hospital.

2

Eric Martínez escribió en la computadora temblando en los dedos. La soledad de su oficina no acallaba el ruido incesante de los demás doctores moviéndose por el hospital. Atender a los allegados se había vuelto una rutina, y sorprenderse no había caído en la lista de cosas que esperaba sucedieran.

La puerta de la oficina se abrió, la enfermera se le quedó viendo unos segundos.

—Doctor, ¿se encuentra bien?

Eric tardó en responder. En sus tres años de medicina contempló la muerta como una amiga de mal gusto que visitaba en las horas de menos necesidad. Las enfermedades, heridas, etc. Las resistía cuando el paciente terminaba por desangrarse o rendirse al dolor, hacía todo lo que estuviera en su poder, fuera de eso no podía entregar falsas esperanzas. Pero lo que lo llevó al terror era la muestra que tenía sobre su escritorio.

El paciente había llegado de improviso saltándose la fila de urgencias hasta parar en una camilla en la habitación 213. El factor peligroso radicaba en la obstrucción de las vías respiratorias y la intubación traqueal los obligó a tomar medidas extremas para mantenerlo vivo. El pecho desnudo lo tenía con una ligera inflamación en el esternón, según su acompañante, no había recibido ningún golpe. 

La hora de la muerte del sujeto se hizo oficial a las 16:21 y el cuerpo fue llevado al sótano dejando una duda en Eric que aumentó cuando hizo las pruebas de sangre. Por experiencia aprendió que ese tipo de reacciones se debía bien a un golpe o a una alergia, pero no podía creer la declaración de la mujer cuando explicó cómo sucedió. Estaba quedando una laguna mental cuando los resultados le confirmaron ser portador del maldito 19. 



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En el texto hay: supervivencia, muerte, virus

Editado: 18.06.2020

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