Covid-Plus

Capítulo 1. La realidad apesta

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La realidad apesta, fue lo que escribió Alicia dos veces más en la ventanilla del auto.

La costumbre de recordar el pasado ya no era tan frecuente, aunque cuando volvía a su mente recuerdos del ayer, todo lo que le rodeaba parecía valer menos. No le parecía correcto esperar a que los militares terminaran de jugar con el payaso de turno que decidió pasarse de listo correteando en la cuarentena. Ya llevaban dos meses operando en diversas zonas de la ciudad asegurándose de que no quedara nadie en las calles.

Necesario para evitar más contagios…el pensamiento de Alicia le hizo apretar los dientes y marcar más fuerte con su dedo. La mano de Óscar la sujetó para evitar llamar la atención.

—Sigue con eso y olvídate de llevarle comida a tu madre esta noche —dijo soltándola.

Alicia lo miró con el ceño fruncido. No necesitaba que se lo recordaran, con el miedo de nunca más verla era posible que ella estuviera aguardando una oportunidad. Aún con el frío y el peligro de diversas personas en el exterior, podía asegurarse provisiones que durarían unos días.

Volvió a observar a los militares. Subían el volumen a su tono, aunque eso era de esperarse considerando que nadie aparecería para intervenir. No se podían correr riesgos absurdos.

Uno de los militares pateó al hombre dejando que cayera sobre un charco en la acera. Se arregló la mascarilla antigás y sacó de su espalda una pequeña pistola que Alicia conocía muy bien desde el principio.

—Acabemos con esto de una vez —dijo el militar agarrando al hombre y oprimiendo el arma cerca de su cuello. El tic-tac fue normal, ningún cambio en las velocidades—. Está limpio, por el momento.

El hombre se arrastró unos segundos antes de ser aplastado por otro militar.

—No debiste salir de casa —dijo levantándolo—, y ya no existen papeles para que busques alimento. Para eso tienes a los Repartidores, ¿no?

—La red está saturada señor —se excusó el hombre—, es imposible pedir algo sin que salte el tiempo de espera.

El primer militar lanzó una risilla. Alicia entendió que podía ser una excusa válida, desde que la red sufrió colapsos por acciones de terceros era difícil recibir un pedido sin que este fuera tardío o se perdiera a causa del Repartidor. No los culpaba del todo, muchos de estos eran asaltados por Cuáticos en las calles o en la misma residencia. El hombre de allí tenía toda la pinta de ser uno de ellos, y el militar ya tenía una idea en mente.

—Por esta zona hay más de los tuyos, ¿cierto? —aseguró—. Sé que no se acercarán, pero que esto les sirva de mensaje.

Le atiborró un golpe en la nariz al hombre y este cayó de espaldas al suelo. Aún tapando su rostro pudo ver la mano en alto del soldado que extendía una verdadera arma frente a él y denotaba un letargo tras oprimir el gatillo.

Alicia contempló al hombre con el agujero en la frente. La bala había atravesado parte de su mano y permanecía doblada a un lado.

—¿Escucharon que el aparato marcaba índices de contagio? —preguntó a su formación.

Los demás se miraron y asintieron en el acto.

—Muy bien —continuó diciendo—, nadie lo extrañará de todos modos.

En eso Alicia le daba la razón. Cuando salió del refugio junto a Óscar prestó oídos a cualquier movimiento en las esquinas, aún con la lejanía de estas, era sencillo notar un vehículo o grupo de personas. Había agradecido no toparse con algún Cuático, estos preferían asaltar a la gente ocasional, cosa que para ese tiempo eran los Repartidores o los mismos Revoltosos como ella y Óscar. A veces le molestaba tener que viajar con este último, su edad no le alcanzaba a dar la condición física necesaria para escapar de algún imprevisto, pero Alicia aprendió a respetarlo después de unos cuantos viajes de ida y vuelta sin problemas. Y debía dar gracias de tener alguien que podía protegerte la espalda, era esta la razón de que ella no estuviera en la situación del hombre. Tras entrar en el almacén, sacó todo lo necesario sin dar cuenta del sujeto que logró llegar a su espalda y sostenerla del cuello. Desperdigó varias cosas con sus patadas para soltarse en vano. Ella no había sido astuta para pasar desapercibida, pero Óscar sí, y el golpe que su atacante recibió de este lo dejó atontado lo suficiente para escapar. Quién sabía si había más ahí dentro.

No contaban con la presencia de los militares, aunque sabiendo el escándalo que montaron en el almacén, ya estarían por la zona.

Óscar se irguió en el asiento y abrió la puerta con cuidado.

—Bien, hay que volver con cuidado. Si creen que hay más gente redoblarán esfuerzos.

Se dio la vuelta y observó a Alicia apegarse contra el vidrio.

—Respóndeme algo —dijo esta limpiando las palabras que escribió—. No hay un dios que quisiera todo esto para gente inocente. ¿Hacemos lo que hacemos para cuidar a los nuestros, o para no terminar así?

Alicia no necesitó escuchar una respuesta, a veces hacía preguntas al vacío para responderse a sí misma. Salió del auto y avanzó con cautela sin esperar a Óscar.

Su acompañante se quedó en silencio pensando en la escena y giró la vista para ver el cuerpo inerte.

—Para sobrevivir —susurró antes de seguirle el paso.

En la madrugada la temperatura era más fría incluso con la salida del sol, el cual los devolvía al hecho de que no debían bajar la guardia más que nunca en la ciudad de Santiago.



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En el texto hay: supervivencia, muerte, virus

Editado: 18.06.2020

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