Creciendo Juntos [bajo el mismo cielo •1]

Capítulo 1

En el pintoresco pueblo navideño de Evergreen Hollow, donde las calles dormían bajo un manto de nieve y las luces titilaban como estrellas caídas, dos familias enfrentaban destinos opuestos. Una, rota por las sombras del pasado y separada por océanos; la otra, envuelta en una fachada de felicidad que ocultaba cicatrices profundas. Sus caminos estaban destinados a cruzarse, hilados por el azar y el tiempo, para sanar heridas que ninguno se atrevía a admitir. Serena, una joven madre y diseñadora gráfica, había llegado a Evergreen cinco años atrás, buscando un nuevo comienzo. Desde entonces, trabajaba en una pequeña empresa local, bajo la dirección de un jefe cuya influencia en su vida estaba a punto de cobrar un significado inesperado.

Por otro lado, Marcos, el único fotógrafo del lugar, se hundía en una oscuridad que parecía no tener final. Los fantasmas de un pasado reciente le habían arrebatado no solo su esencia, sino también las ganas de vivir. Una tarde cualquiera, el estudio que solía ser su refugio recibió una visita inesperada y poco grata. Las palabras y recuerdos que esta persona dejó tras de sí fueron un golpe seco, abriendo viejas heridas y empujándolo al fondo de una botella de vodka, en un intento desesperado por silenciar las voces que le susurraban que, sin ella, ya no quedaba nada.

Poco sabían el uno del otro, hasta que el destino, o quizá la magia de la Navidad, decidió entrelazar sus vidas. Coincidieron por casualidad en la función navideña de la escuela, donde Owen, sobrino de Marcos, y Valeria, hija de Serena, compartían escenario. Los niños, con su inocencia envidiable, disfrutaban de una amistad entrañable que crecía con los años, ajenos a las sombras que pesaban sobre los adultos a su alrededor.

El día de hoy se presenta como otro cualquiera, envuelto en la monotonía de siempre. En casa, Serena y su hija se preparan desde temprano para no llegar tarde a la escuela. Serena planea, como cada mañana, aprovechar la rutina para pasar por la cafetería de Cristina, la anciana humilde que la acogió como a su propia hija cuando llegó al pueblo hace un lustro. Más tarde, tiene programada una reunión importante con su jefe y los socios de la empresa, en la que discutirán los detalles del lanzamiento de un nuevo producto antes de Navidad.

—Valeria, hija, el desayuno está listo.

—¡Ya voy, mami!

Serena sonrió al verla aparecer en la cocina.

—¿Qué hacías?

—La maestra dijo que podíamos ayudar en la recolecta de juguetes para los niños que no tienen familia. Estaba revisando la ropa que ya no me sirve y los juguetes que no uso porque... ya me he hecho grande —respondió la pequeña, con un ligero rubor en sus mejillas.

—Es un hermoso gesto, cariño. ¿Ya apartaste todo lo que quieres donar?

—Sí, está en una caja sobre mi cama.

—Bien, ¿qué te parece si la llevo al coche mientras desayunas?

—¡Vale!

—Perfecto. No tardes, o llegaremos tarde a la escuela.

—No, mami, ya casi acabo.

En el otro extremo de Evergreen, la familia Harrington se preparaba para un nuevo día, llenos de la alegría que traen estas fechas. Alejandro y Shery irradiaban esa calidez que convertía cada rincón de su hogar en un refugio, incluso para alguien como Marcos, quien, envuelto en su carácter gruñón, parecía ser engullido por la penumbra de su habitación. Por más que el ambiente festivo intentara alcanzarlo, él se mantenía firme en su aislamiento, evitando cualquier muestra de cercanía que rompiera las barreras que había levantado.

—Owen, cariño, ¿llevas tus cosas? —gritó Shery desde la planta baja de su elegante mansión, decorada con un espléndido árbol de Navidad que brillaba en el gran salón.

—¡Me olvidé de algo! ¡Ya bajo! —respondió el pequeño torbellino de la familia, regresando a su dormitorio.

—Date prisa, o llegaremos tarde a la escuela —dijo su madre con una sonrisa.

Alejandro entró al salón, ajustando el nudo de su corbata.

—Buenos días. Estás preciosa —murmuró, acercándose para rodearla con sus brazos y besarla en la frente.

—Y tú también estás muy guapo —respondió ella, dándole un beso breve pero lleno de cariño—. ¿Ya vas a la oficina?

—No antes de acompañaros a la escuela.

—¿Y la reunión para el nuevo producto?

—Puede esperar. Mi prioridad es mi familia —contestó con una sonrisa, besándola suavemente en la cabeza.

El momento se interrumpió por una voz áspera desde el piso de arriba.

—¿Qué es todo este ruido?

Marcos apareció en el pasillo, apoyado en la barandilla, observándolos con el ceño fruncido.

—¡Vaya, madrugaste, hermanito! —bromeó Alejandro, arqueando una ceja.

—No te emociones, solo iré por un café y volveré a la habitación —respondió con su habitual seriedad.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Shery, sin perder su tono amable.

—Bien, deseando volver a casa pronto.

—No es negociable —intervino Alejandro con firmeza.

—Llevo meses viviendo aquí, ya es hora de que...

—O te quedas aquí o en casa de papá y mamá. Tú eliges.

Antes de que Marcos pudiera replicar, Owen apareció en lo alto de las escaleras con una caja entre sus manos.

—¡Ayuda! ¡Pesa mucho!

—Trae, campeón, yo la llevo —dijo Alejandro, tomando la caja. Se sorprendió por el peso—. ¿Qué traes aquí?

—Cosas para los niños que no tienen hogar. La profesora dijo que podíamos ayudar donando lo que ya no queríamos.

—Es un gesto precioso, cariño —dijo Shery, orgullosa.

Alejandro se giró hacia Marcos antes de salir.

—Marc.

—Hermano.

—Adiós, tío Marcos.

—Adiós, campeón —dijo Marcos, agachándose para abrazarlo con una sonrisa genuina, algo reservado únicamente para su sobrino—. Diviértete en la escuela.

—¿Vendrás a la fiesta de Navidad? —preguntó Owen con sus ojos brillando de ilusión.

Marcos dudó, tartamudeando.

—Yo... no sé...

—Vamos, cariño, no presiones a tu tío —intervino Shery rápidamente, evitando que Marcos rompiera el corazón del pequeño—. Recuerda que aún está malito.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.