Crepusculo [knj x ksj] |adaptación| #1

2. Primer encuentro. [Seokjin]

Mi madre me llevó al aeropuerto con las ventanillas del coche bajadas. En Gwangju, la temperatura era de veinticuatro grados y el cielo de un azul perfecto y despejado. Me había puesto mi camisa favorita, sin mangas y con cierres a presión blancos; la llevaba como gesto de despedida. Mi equipaje de mano era un anorak.

En Corea del sur, existe un pueblecito llamado Ulsan cuyo cielo casi siempre permanece encapotado. En esta insignificante localidad llueve más que en cualquier otro sitio de Corea. Mi madre se escapó conmigo de aquel lugar y de sus tenebrosas y sempiternas sombras cuando yo apenas tenía unos meses. Me había visto obligado a pasar allí un mes cada verano hasta que por fin me impuse al cumplir los catorce años; así que, en vez de eso, los tres últimos años, Jongsu, mi padre, había pasado sus dos semanas de vacaciones conmigo en Gwangju.

Y ahora me exiliaba a Ulsan, un acto que me aterraba, ya que detestaba el lugar.

Adoraba Gwangju. Me encantaba el sol, el calor abrasador, y la vitalidad de una ciudad que se extendía en todas las direcciones.

— Jin —me dijo mamá por enésima vez antes de subir al avión—, no tienes por qué hacerlo.

Mi madre y yo nos parecemos mucho, salvo por el pelo corto y las arrugas de la risa. Tuve un ataque de pánico cuando contemplé sus ojos grandes e ingenuos. ¿Cómo podía permitir que se las arreglara sola, ella que era tan cariñosa, caprichosa y atolondrada? Ahora tenía a Daewoo, por supuesto, por lo que probablemente se pagarían las facturas, habría comida en el frigorífico y gasolina en el depósito del coche, y podría apelar a él cuando se encontrara perdida, pero aun así...

— Es que quiero ir —le mentí. Siempre se me ha dado muy mal eso de mentir, pero había dicho esa mentira con tanta frecuencia en los últimos meses que ahora casi sonaba convincente.

— Saluda Jongsu de mi parte —dijo con resignación.

— Sí, lo haré.

— Te veré pronto —insistió—. Puedes regresar a casa cuando quieras. Volveré tan pronto como me necesites.

Pero en sus ojos vi el sacrificio que le suponía esa promesa.

— No te preocupes por mí —le pedí—. Todo irá estupendamente. Te quiero, mamá.

Me abrazó con fuerza durante un minuto; luego, subí al avión y ella se marchó.

Para llegar a Ulsan tenía por delante un vuelo de cuatro horas de Gwangju a Seoul, y desde allí a Busan una hora más en avioneta y otra más en coche hacia Ulsan. No me desagrada volar, pero me preocupaba un poco pasar una hora en el coche con Jongsu.

Lo cierto es que Jongsu había llevado bastante bien todo aquello. Parecía realmente complacido de que por primera vez fuera a vivir con él de forma más o menos permanente. Ya me había matriculado en el instituto y me iba a ayudar a comprar un coche.

Pero estaba convencido de que iba a sentirme incómodo en su compañía. Ninguno de los dos éramos muy habladores que se diga, y, de todos modos, tampoco tenía nada que contarle. Sabía que mi decisión lo hacía sentirse un poco confuso, ya que, al igual que mi madre, yo nunca había ocultado mi aversión hacia Ulsan.

Estaba lloviendo cuando el avión aterrizó en Busan. No lo consideré un presagio, simplemente era inevitable. Ya me había despedido del sol.

Jongsu me esperaba en el coche patrulla, lo cual no me extrañó. Para las buenas gentes de Ulsan, Jongsu es el jefe de policía Kim. La principal razón de querer comprarme un coche, a pesar de lo escaso de mis ahorros, era que me negaba en redondo a que me llevara por todo el pueblo en un coche con luces rojas y azules en el techo. No hay nada que ralentice más la velocidad del tráfico que un poli.

Jongsu me abrazó torpemente con un solo brazo cuando bajaba a trompicones la escalerilla del avión.

— Me alegro de verte, Jin —dijo con una sonrisa al mismo tiempo que me sostenía firmemente—. Apenas has cambiado. ¿Cómo está Sun Hee?

— Mamá está bien. Yo también me alegro de verte, papá —no le podía llamar Jongsu a la cara.

Traía pocas maletas. La mayoría de mi ropa de Gwangju era demasiado ligera para llevarla en Ulsan. Mi madre y yo habíamos hecho un fondo común con nuestros recursos para complementar mi vestuario de invierno, pero, a pesar de todo, era escaso. Todas cupieron fácilmente en el maletero del coche patrulla.

— He localizado un coche perfecto para ti, y muy barato —anunció una vez que nos abrochamos los cinturones de seguridad. ¿Qué tipo de coche?

Desconfié de la manera en que había dicho «un coche perfecto para ti» en lugar de simplemente «un coche perfecto».

— Bueno, es un monovolumen, un Chevy para ser exactos.

— ¿Dónde lo encontraste?

— ¿Te acuerdas de Jeon Seung, el que vivía en Jinha Beach?

Jinha Beach es una pequeña reserva situada en la costa.

— No.

— Solía venir de pesca con nosotros durante el verano —me explicó.

Por eso no me acordaba de él. Se me da bien olvidar las cosas dolorosas e innecesarias.

— Ahora está en una silla de ruedas —continuó Jongsu cuando no respondí—, por lo que no puede conducir y me propuso venderme su camión por una ganga.

— ¿De qué año es?

Por la forma en que le cambió la cara, supe que era la pregunta que no deseaba oír.

— Bueno, Seung ha realizado muchos arreglos en el motor. En realidad, tampoco tiene tantos años.

Esperaba que no me tuviera en tan poca estima como para creer que iba a dejar pasar el tema así como así.

— ¿Cuándo lo compró?

—En 1984... Creo.

— ¿Y era nuevo entonces?

— En realidad, no. Creo que era nuevo a principios de los sesenta, o a lo mejor a finales de los cincuenta —confesó con timidez.

— ¡Papá, por favor! ¡No sé nada de coches! No podría arreglarlo si se estropeara y no me puedo permitir pagar un taller.

— Nada de eso, Jin, el trasto funciona a las mil maravillas. Hoy en día no los fabrican tan buenos.



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En el texto hay: crepusculo, bts, namjin

Editado: 01.05.2024

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