Cuando llegué al instituto, tuve que esperar un rato. La última clase del día todavía no había terminado. Me alegré, porque tenía cosas en las que pensar y necesitaba estar unos minutos a solas. Su aroma persistía en el coche. Dejé las ventanillas cerradas con el fin de que la fragancia me embistiese y me ayudase a acostumbrarme al dolor de esa quemazón que me infligía a mí mismo de forma deliberada.
Atracción. Era una cuestión peliaguda. Con tantos aspectos, tantos sentidos y niveles distintos. No era lo mismo que el amor, pero estaba vinculado a este de un modo inextricable. No tenía la menor idea de si Jin se sentía atraído por mí.
¿Su silencio mental me provocaría más y más frustración hasta enloquecerme? ¿O existía un límite y yo acabaría por alcanzarlo?.
Intenté comparar sus reacciones físicas con las de otras personas, como la recepcionista o Mark Tuan, pero el ejercicio no me proporcionó pruebas concluyentes.
Marcadores idénticos —cambios en el ritmo cardíaco y en las pautas respiratorias— podían ser tanto indicativos de miedo, sorpresa o ansiedad como de interés. Sin duda otras mujeres, al igual que hombres, habían reaccionado a mi rostro con aprensión de manera instintiva. De hecho, era una reacción mucho más frecuente que la alternativa.
Me parecía improbable que Jin albergara hacia mí la misma clase de pensamientos que Mark Tuan había albergado en el pasado. Al fin y al cabo, el era muy consciente de que había algo extraño en mi persona, aunque no supiera qué era exactamente. Había tocado mi piel gélida y apartado la mano preso de un escalofrío. Y sin embargo… recordaba sin poder evitarlo esas fantasías que antes me repugnaban, aunque con Jin en el lugar de Mark.
Mi respiración se estaba acelerando, el aliento subía y bajaba por mi garganta como llamaradas. ¿Y si hubiera sido Jin quien hubiese imaginado que le rodeaba el delicado cuerpo con los brazos? ¿Y si el hubiera fantaseado que lo estrechaba contra mi pecho y le levantaba la barbilla con la mano? ¿Que acariciaba las mejillas de su rostro ruborizado y repasaba sus carnosos labios con los dedos? Y acercaba mi cara a la suya hasta tal punto que notaba en la boca el calor de su aliento, cada vez más cerca…
Al llegar a este punto abandoné mis ensoñaciones sobresaltado. Sabía muy bien, igual que cuando Mark imaginaba esas cosas, lo que pasaría si me acercaba a el. La atracción ofrecía un dilema insoluble, dado que yo ya me sentía demasiado atraído por Jin del peor modo posible.
¿Quería yo que Jin sintiera deseo por mi? No, la pregunta estaba mal formulada. Debería preguntar si estaba bien que yo aspirase a despertar en Jin esa clase de atracción y la respuesta era «no». Porque yo nosd era humano y no sería justo para el.
Cada fibra de mi ser ansiaba ser un hombre normal para poder envolverlo entre mis brazos sin poner en riesgo su vida. Para tener la libertad de dar rienda suelta a mis fantasías, ensoñaciones que no terminasen con su sangre empapando mis manos, con su sangre brillando en mis ojos. Mi aspiración era inexcusable. ¿Qué clase de relación le podía ofrecer, si no podía arriesgarme a tocarlo?
Enterré la cara entre las manos. Estaba confuso a más no poder porque jamás en toda mi vida me había sentido tan humano…, ni siquiera cuando estaba vivo, hasta donde yo recordaba. En aquella época tan solo aspiraba a la gloria del soldado. La Gran Guerra había causado estragos durante buena parte de mi adolescencia, y únicamente me faltaban nueve meses para cumplir dieciocho años cuando azotó la gran pandemia de gripe española. Tan solo conservaba imágenes difusas de aquellos años humanos, recuerdos turbios que se tornaban menos reales con cada década que transcurría.
Recordaba a mi madre por encima de todo y notaba un dolor antiguo cada vez que evocaba su rostro. Me acordaba vagamente del odio que le inspiraba ese futuro que a mí tanto me ilusionaba y su costumbre de rogar cuando bendecía la mesa de la cena que la «espantosa guerra» terminara pronto. No conservaba recuerdos de otro tipo de anhelo. Aparte del amor de mi madre, no había ningún otro afecto que suscitara en mí el deseo de quedarme. Esto era del todo nuevo para mí. Carecía de experiencia para trazar paralelismos y hacer comparaciones.
El amor que sentía por Jin había llegado de la forma más pura, pero ahora las aguas se habían enturbiado. Deseaba con toda mi alma tener la posibilidad de acariciarlo. ¿Sentía el lo mismo? Eso no importaba, traté de convencerme a mí mismo. Observé mis manos blancas y odié su dureza, su frialdad, su fuerza inhumana…
Di un respingo cuando la puerta del pasajero se abrió.
Ja. Te he pillado por sorpresa. Siempre hay una primera vez, pensó Hoseok mientras tomaba asiento.
— Me apuesto algo a que la señora Goff piensa que andas metido en drogas, con lo raro que estás últimamente. ¿Dónde andabas hoy?
— Estaba… haciendo buenas obras.
¿Eh?
Me reí entre dientes.
— Cuidando enfermos, ese tipo de cosas.
La aclaración terminó de despistarlo, pero en ese momento inhaló y captó el aroma del coche.
— Ah. ¿Ese chico otra vez?
Fruncí el ceño.
Esto empieza a ser preocupante.
— Dímelo a mí —musité.
Volvió a inhalar.
— Mmm… Menudo aroma desprende, ¿eh?
El gruñido brotó de mi garganta antes incluso de que hubiera procesado sus palabras, un reflejo automático.
— Tranquilo, chaval, solo era un comentario.
Los demás llegaron en ese instante. Taehyung percibió el olor de inmediato y me miró con el ceño fruncido. Parecía incapaz de superar su enfado. Me pregunté qué problema tenía conmigo en realidad, pero lo único que encontraba en su mente eran insultos. Tampoco me gustó la reacción de Yoongi. Igual que Hoseok, captó al momento el atractivo de Jin. No es que el aroma guardara para ellos ni la milésima del magnetismo que guardaba para mí, pero de todos modos me molestaba que percibieran la dulzura de su sangre. Yoongi poseía poca capacidad de control.