Maraton 1/2
Jin y yo nos dirigíamos en silencio hacia la clase de Biología. Pasamos por delante de BamBam, que se había quedado rezagado discutiendo un trabajo con un chico de su clase de Trigonometría. Analicé sus pensamientos por encima, esperando sentirme decepcionado una vez más, pero me vi sorprendido por su tono melancólico.
Ah, así que sí que había algo que BamBam quería. Desgraciadamente, no era algo que yo pudiera regalarle. Sentí un consuelo extraño durante un breve momento mientras oí los fútiles anhelos de BamBam. Me atravesó una sensación de afinidad, y, en ese segundo, estuve en consonancia con el amable humano. Fue extrañamente reconfortante saber que no era el único ser que estaba viviendo una trágica historia de amor. El desamor estaba en todas partes. Inmediatamente después, me invadió una ira repentina. Porque la historia de BamBam no tenía por qué ser trágica.
Él era humano, y el chico que le gustaba era humano, y esos obstáculos insalvables de su mente eran totalmente ridículos comparados con los míos. No tenía motivos para tener el corazón roto. Qué congoja tan desperdiciada. ¿Por qué esta historia no debería tener un final feliz?
Quería hacerle un regalo… Pues bien, le daría lo que quería. Conociendo como conocía la naturaleza humana, probablemente ni siquiera me resultaría difícil.
Examiné los pensamientos del chico que estaba a su lado, el objeto de sus deseos, y no parecía reacio. Estaba simple y llanamente bloqueado por las mismas razones que él. Lo único que tenía que hacer yo era sembrar la idea en sus cabezas. El plan se elaboró fácilmente; la historia se escribía sola sin ningún esfuerzo por mi parte.
Necesitaría la ayuda de Hoseok…, solo que conseguir que me ayudara con esto sería lo único realmente difícil. La naturaleza humana era mucho más fácil de manipular que la naturaleza inmortal. Me complació mi solución, el regalo que le haría a BamBam.
Fue una agradable manera de no pensar en mis propios problemas. Ojalá los míos se arreglaran con tanta facilidad.
El humor me cambió ligeramente a mejor en cuanto Jin y yo ocupamos nuestros sitios. Quizá debería ser más positivo. Quizá había alguna solución para nosotros que se me escapaba, del mismo modo en el que a Bam Bam le había resultado invisible la suya, tan obvia. No era muy probable…, pero ¿por qué desperdiciar el tiempo con la desesperanza? No había tiempo que perder cuando estaba con Jin. Cada segundo contaba.
El señor Banner entró arrastrando un reproductor de vídeo y una tele un tanto arcaicos. Se iba a saltar toda una sección en la que no estaba muy interesado que digamos —las enfermedades genéticas—, poniéndonos una película los tres días siguientes. El aceite de la vida no era una obra alegre, pero eso no impidió que los alumnos estuviesen encantados. No había que tomar apuntes ni habría examen. Los humanos se regocijaron.
A mí nada de eso me importaba, de todas formas. No había planeado prestarle atención a nada que no fuese Jin. Hoy no alejé mi silla de la suya para poder respirar. Al contrario, me senté cerca de él, como lo haría cualquier humano. Más cerca de lo que nos sentábamos en mi coche, lo suficientemente cerca como para que el lado izquierdo de mi cuerpo se sintiese envuelto por el calor de su piel.
Era una sensación extraña, agradable y ansiosa a la vez, pero prefería estar así a sentarme al otro lado de la mesa. Era más de a lo que yo estaba acostumbrado y, aun así, me di cuenta rápidamente de que no me bastaba. No estaba satisfecho.
Estar tan cerca de él solo me hacía desear estar más cerca todavía. Lo había acusado de ser un imán para el peligro. Ahora mismo, parecía como si aquella fuese la única verdad. Yo era el peligro, y, con cada centímetro que me permitía a mí mismo acercarme a él, su atracción era más y más fuerte. Entonces el señor Banner apagó las luces. No me esperaba la gran diferencia que supuso aquel detalle, teniendo en cuenta que la falta de luz apenas significaba algo para mi vista. Aún podía ver igual de bien que antes. Cada detalle de la clase estaba claro. Así que ¿de dónde venía la repentina descarga eléctrica que había en el aire? ¿Se debía a que sabía que yo era el único que podía ver con claridad? ¿Que tanto Jin como yo éramos invisibles para el resto? Como si estuviésemos solos, únicamente los dos, escondidos en la clase a oscuras, sentados tan cerca el uno al lado del otro.
Mi mano se movió en su dirección sin que yo le diera permiso. Solo para tocar su mano, para sostenerla en la oscuridad. ¿Tan terrible error sería? Si mi piel lo molestaba, solo tendría que apartarla.
Retiré la mano, crucé los brazos con fuerza contra mi pecho y apreté los puños. Ningún error; me lo había prometido a mí mismo. Si sostenía su mano, solo querría más: otro roce insignificante, otro movimiento para estar más cerca de él. Lo sentía. Un nuevo tipo de deseo crecía en mi interior, luchando contra mi autocontrol. Ningún error.
Jin cruzó los brazos firmemente contra su pecho, con los puños cerrados. Exactamente igual que yo. ¿En qué piensas? Me moría por susurrarle la pregunta, pero la habitación estaba demasiado silenciosa como para ocultar incluso una charla en susurros. La película empezó, iluminando solo un poco la oscuridad. Jin me miró. Notó la postura rígida de mi cuerpo —exactamente igual a la suya— y sonrió.
Sus labios se abrieron suavemente y sus ojos parecieron llenarse de invitaciones placenteras. O quizá yo veía lo que quería ver.
Le devolví la sonrisa. Recuperó el aliento con un suspiro y apartó la mirada rápidamente. Eso lo empeoró. No sabía lo que pensaba, pero de repente supe que antes había estado en lo cierto, que él quería que yo lo tocara. Había sentido aquel peligroso deseo igual que lo había sentido yo. La electricidad zumbaba entre su cuerpo y el mío.
No se movió en toda la hora, manteniendo su postura controlada y rígida; yo mantuve la mía. De vez en cuando me lanzaba una mirada de soslayo, y el zumbido de la corriente me atravesaba con una sacudida repentina. Pasó la hora… lentamente y, sin embargo, no lo suficientemente despacio. Todo esto era tan nuevo que podría haber permanecido sentado así con él días enteros, solo para experimentar aquella sensación en toda su plenitud.