Criatures: nights of storm

Seis

El cielo se había vuelto gris, como si el mundo sintiera lo mismo que Anna.Ella caminaba detrás de Ethan, los pies hundiéndose en la nieve blanda que cubría el sendero del bosque. Las ramas desnudas crujían sobre sus cabezas con cada ráfaga de viento, y el aire era más frío de lo habitual. . Cada paso que daban los alejaba más del calor de la casa. Más de la seguridad.

Anna miró a su alrededor con creciente inquietud.

—¿Sabes a dónde vamos?

Ethan no se detuvo, pero su respuesta fue seca.

—No. Pero si estuviera herido, habría buscado refugio. Hay una cabaña vieja, ¿recuerdas? Cerca del río. Solíamos usarla cuando éramos más jóvenes.

Anna asintió, recordando vagamente aquella construcción desvencijada entre los árboles.

El silencio entre ellos fue largo, espeso. Solo roto por el crujido de sus pisadas y el sonido de su propia respiración.

Hasta que Ethan se detuvo en seco.

Anna casi chocó con él.

—¿Qué? —preguntó con el corazón acelerado.

Ethan no respondió al principio. Su espalda estaba tensa, los hombros ligeramente encorvados. Estaba olfateando el aire. Anna esperó. Y entonces, él se giró lentamente hacia ella.

—Sangre.

La palabra la golpeó como una bofetada.

—¿Mucha? —susurró.

Ethan negó con la cabeza.

—No. Es… poca. Muy leve.

Anna sintió el miedo agitarse dentro de ella como un animal enjaulado.

—¿Podría ser de él?

Ethan no respondió. En cambio, se agachó cerca de una raíz medio cubierta por la nieve. Pasó los dedos por una mancha apenas visible sobre la corteza.

—Sí. Aquí hay rastro. Muy débil.

Anna se arrodilló a su lado, su corazón palpitando con fuerza. La mancha era pequeña, apenas un roce. Pero estaba allí.

Liam había estado aquí.

—Entonces vamos bien —dijo Ethan, poniéndose de pie nuevamente. Su voz tenía un tono más oscuro ahora.

Más decidido. Anna se obligó a mantenerse firme. No podía caer en el pánico. No mientras no supieran nada seguro.

Pero a cada paso que daban hacia lo desconocido, la sensación de que algo andaba terriblemente mal se hacía más fuerte. Y aunque la nieve parecía borrar rastros, el aire mismo hablaba de una ausencia. Un vacío extraño. Como si algo hubiera pasado por ahí, arrastrando el alma del bosque consigo.

Ethan levantó una mano. Anna se detuvo en seco.

—Escucha —susurró él.

Y entonces lo oyó. Un murmullo. Lejano. Inhumano. Un sonido sibilante que no era viento ni rama ni animal. Anna se acercó más a Ethan, su voz tenía un hilo tenso.

—¿Qué es eso?

Ethan sacudió la cabeza.

—No lo sé.

Pero por la forma en que su cuerpo se había tensado, sabía que era peligroso. Y en el fondo, Anna también lo sabía. Porque el sonido no era solo un ruido. Era como si algo los llamara. O peor… Como si algo estuviera esperando.El camino hasta la cabaña se hizo eterno.

No por la distancia.

Sino por la tensión.

Cada paso era un eco en la nieve. Cada crujido de rama los hacía detenerse. Y el silencio —ese silencio denso, profundo, casi antinatural— les calaba los huesos más que el frío.

Anna caminaba justo detrás de Ethan, su respiración visible como nubes irregulares. Sentía las mejillas heladas, pero apenas lo notaba. Su mente estaba completamente enfocada en encontrar a Liam.

Y en ese murmullo lejano, ese sonido que parecía esconderse en la brisa, como un secreto que el bosque susurraba a sus espaldas.

Cuando por fin vislumbraron la cabaña a través de los árboles, Anna sintió un vuelco en el pecho.

Era tal y como la recordaba: pequeña, de madera vieja, techada con hojas secas y musgo. Pero algo en ella… había cambiado.

Estaba abierta.

La puerta colgaba de una bisagra, tambaleándose suavemente con el viento.

Anna se detuvo de golpe.

—Ethan…

Él ya lo había visto.

Se adelantó primero, sus pasos silenciosos, cuerpo agachado, alerta. Cuando llegó a la entrada, se asomó con cuidado.

Anna contuvo el aliento.

—¿Hay alguien?

Ethan no respondió de inmediato. Luego sacudió la cabeza.

—No. Pero alguien estuvo aquí. Recientemente.

Anna lo siguió hasta el interior.

Y lo que vio le revolvió el estómago.

La cabaña estaba destrozada. No por el paso del tiempo, sino por una fuerza bruta.

Las sillas estaban rotas, una de las patas de la mesa parecía arrancada de cuajo. La ventana de la izquierda tenía el cristal astillado desde dentro. Había arañazos profundos en la pared de madera… demasiado profundos para haber sido hechos por un animal común.

Ethan se acercó a una de las paredes. Pasó los dedos por los surcos.

—Esto es reciente.

Anna tragó saliva.

—¿Pudo haber sido Liam?

Ethan negó con la cabeza.

—Él no hace esto cuando se transforma. Podría romper algo, sí, pero esto… —acarició uno de los arañazos más largos—. Esto es intencional.

Anna se quedó inmóvil, mirando el destrozo.

Sus ojos se posaron entonces en un rincón.

Donde algo brillaba entre la suciedad. Se acercó con pasos lentos, su corazón acelerándose a cada segundo. Y cuando se agachó, lo vio. Una pulsera de cuero. La de Liam.

La que llevaba desde que eran niños. Se la había hecho su hermana mayor antes de irse a estudiar fuera. Nunca se la quitaba. Nunca.Anna la tomó con las manos temblorosas. Estaba desgastada. Rota por uno de los extremos. Pero era suya. Él había estado aquí.

—Ethan —susurró, mostrándole el objeto.

Él la miró y su expresión cambió. Ya no había solo preocupación en su rostro. Había furia. Y también algo más. Miedo. Anna apretó la pulsera entre los dedos.

Un cosquilleo le recorrió el brazo. Primero leve. Luego más intenso. Como electricidad.

Y entonces, como si una fuerza invisible la jalara hacia atrás, todo a su alrededor desapareció.

El mundo se volvió oscuro. Frío. Y luego… vio. Un destello. La cabaña. Pero diferente. Llena de sombras.




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