Criatures: nights of storm

Catorce.

Al sábado siguiente le acompañaron muchas emociones. Anna despertó sintiendo el suave aroma del café y canela, Caroline ha despertado temprano. Eran las 8:46 am.

Ahora con los padres de Anna en la casa, Nana tenía libres los fines de semana para hacer lo que quisiera.

Sentada en la cama, se tocó los labios suavemente mientras recordaba los nuevos hechos: hombres lobo, la amabilidad de Matt, la llegada de sus padres. Todo parecía extremadamente… raro.

Miró hacia la ventana y sonrió, el día estaba soleado, por fin. Luego de mirar por el cristal unos minutos, alguien la sacó de sus pensamientos al tocar suavemente la puerta.

—Adelante.

Una Caroline Holloway en pijama entró con una bandeja en las manos —Buenos días, pensé que… te gustaría desayunar en la cama.

Anna asintió, desde que llegaron las actitudes de los progenitores había dado un giro de 180°. Sobre todo Caroline, Anna aún no se atrevía a decirle mamá.

No sabía porque llegaron de golpe, ni el porque habían decidido quedarse.

—No supe cuál mermelada te gustaría más, —inició hablando la madre mientras se sentaba en la cama con bandeja en mano — así que te traje la de ciruelas y manteca. También unas medialunas.

Anna tomó la taza de flores y se la llevó a la boca. El sabor era extraño, pero dulce. —¿De qué es el té?

—De lavanda, con unos toques de miel y limón. —Caroline se acomodó el cabello y miró a la pelirroja. Luego desvío la mirada hacia una de las cajas con cosas viejas. —Anna… sé que…

Holloway la miró atentamente, esperando que continuara.

—Sé que… No soy la mejor madre del mundo y… sé que te hemos dejado sola mucho tiempo y…

—Descuida —Anna miró la taza —, sé que fue por el trabajo.

El teléfono de la pelirroja vibró en la mesita de luz, dos mensajes habían entrado.

Caroline miró a su hija y luego salió de la habitación tranquilamente, lo que Anna no sabía es que una vez que su madre salió de su cuarto, se apoyó contra la puerta sosteniéndose el brazo izquierdo llorando. Caroline verdaderamente estaba arrepentida de haber dejado sola a su única hija durante tantos años, lloró recordando los llantos de su pequeña cuando se fueron la primera vez, cuando la llamaba llorando porque quería ver a sus papás.

Caroline se limpió las lágrimas y recobró la compostura, todo esto había sido para protegerla y cuidarla de… él.

Del otro lado de la puerta, Anna quedó embobada mirando los mensajes recién llegados de Matt. Le sorprendía que ese chico se arrimara a ella.

Matt:

Hola Roja.

¿Cómo estás?

Roja. Es un apodo nuevo. Anna soltó una carcajada.

Anna:

Buenos días, Matt.

Bien, ¿Tu?

El siguiente mensaje llegó casi de inmediato.

Matt:

¡Me alegro! ¿Te ha gustado tu nuevo apodo?

Anna:

Nunca me habían dicho Roja, otros apodos si.

Matt:

Pues, va bien con tu cabello.

¿Qué harás por la tarde?

Si te pinta podemos ir a pasear por allí.

Anna se quedó mirando el teléfono. No tenía planes para hoy y la idea de quedarse sola con sus padres actuando de forma extraña no le simpatizaba tanto. Así que le envío a Garrett el último mensaje y este le respondió con un “Ok.”.

Y veinte minutos después, la Jeep de Matt estaba estacionada enfrente de la casa de los Holloway.

Ya sentada dentro del vehículo, Anna ve a Matt como un misterio que nunca logra descifrar del todo. Matt tiene una forma de aparecer en su vida en los momentos menos esperados, siempre con esa actitud despreocupada pero con una intensidad en los ojos que la desconcierta. Y por primera vez, Anna Holloway no supo identificar esa sensación extraña que sólo sentía cuando Matt la miraba.

—Bueno, Roja— dijo Matt mientras conducía —, ¿Tienes en mente algún lugar al cual podríamos ir? ¿Te apetece tomar algo caliente o quizá caminar un poco por la montaña?

Anna miró hacia arriba por la ventana y vio el hermoso día, el sol doraba todos los picos de los árboles de la ciudad y la gente salía a caminar por los edificios.

—No lo sé —concluyó después de pensarlo un rato—, ¿Qué te gustaría hacer?

Matt la miró de reojo levantando apenas la comisura de los labios —Conozco un lindo lugar por las montañas. Tiene una vista hermosa y casi nadie va hacia allá.

—Pues… vamos entonces.

Y hacia allá partieron. Matt solo se dedicó a conducir por la ruta y a insultar cada que un auto los rebasaba en las curvas. Anna miró el paisaje y en el momento en que el sol dio en la cara del conductor, Anna sintió que todo se detuvo y su corazón aumentó el ritmo cardíaco. El cabello castaño del chico se había iluminado por la luz del sol y sus ojos verdes brillaban como esmeraldas expuestas a la luz.

Hicieron unos kilómetros más, pero Anna ya no se fijó en el paisaje, sino en Matt. Era como si hubiese descubierto un objeto totalmente nuevo, lo miraba y registraba cada detalle y descubrió así que Matt tenía una pequeña cicatriz detrás de la oreja que llegaba hasta su nuca.

—Hemos llegado —anunció Matt, su voz hizo que Anna volviera a la realidad y mirara a su alrededor, no había nada más que árboles y un pequeño sendero —, descuida, ese sendero nos lleva al mirador.

La pequeña estructura tenía el suelo de rocas y un pequeño techo de madera, no tenía paredes. El aire era frío aún con el cielo despejado, pero no lo suficientemente frío para incomodar a Anna, que estaba apoyada en la barandilla de madera, dejando que el viento revolviera su cabello.

Matt estaba a su lado, recargado contra el borde con los brazos cruzados y esa media sonrisa que siempre parecía guardar un secreto. Su Jeep estaba estacionada unos metros atrás, con las luces apagadas y el silencio de la tarde envolviéndolos.




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