Anna:
Caroline tenía el cabello atado en un moño alto, tenía puesto un suéter gris y seguía con la taza con algo humeante en sus manos, me sonrió cuando me vio bajar del auto. Se levantó para saludarme con un beso en la mejilla y un abrazo ligero y volvió a sentarse.
—¿Cómo te fue? Luces más alegre.
Sonreí. «Verás, mamá, me he unido a una manada de lobos, si, lobos en la que me van a querer incondicionalmente y me protegerán, algo que tendrían que haber hecho ustedes durante toda mí vida pero no lo hicieron y porque me he besado con mí mejor amigo y creo que podría gustarme mucho». Pensé. Menos mal no puede leerme la mente. —Me fue bien. —Mentira pero ella no lo sabe. Caroline asintió.
—Cuentame, ¿qué hicieron ayer? —Indagó mientras veía la calle despejada. —Elisse me dijo que se quedaron viendo películas y después cenaron. ¿Se diviertieron? —Noté un poco amargas esas palabras. ¿Celos?
Muy astuta, Elisse.
Me senté a su lado, no me incómoda tanto estar cerca de ella, a fin de cuentas es mí madre y ambas queremos construir —quizas no sea la palabra —una relación madre-hija. ¿Qué decirle a eso?
—Si, la pasamos bien. —Voltee a ver la puerta y me sorprendió no verla junto a papá. Cambiemos el tema. —¿Y mí papá?
Ella suspiró y bebió lo que parecía ser café.
—Creo que estaba por cocinar algo, se la dan bien las carnes asadas y las pastas. —Se levantó y me tendió la mano para ayudarme a levantar. —Vamos a asegurarnos de que no destruya mí cocina, a propósito… queríamos comentarte, anoche con tu padre tomamos la decisión de permitirle a tu nana retirarse. —Me dijo mientras atravesabamos la sala hasta la cocina.
—¿Despidieron a Nana? —Consulté levantando un poco la voz. —Mamá no…
Se detuvo.
—No, hija. No la hemos despedido. —aclaró. —Lo hemos hablado esta mañana con ella y está de acuerdo, se jubilará, es todo. —Explicó y añadió. —Y cuando te guste podrás invitarla a casa y pasar tiempo juntas, sé que se tienen mucho… afecto. No dejarían de verse, simplemente dejaría de trabajar aquí. —Caroline se detuvo a mí lado y me sonrió brevemente antes de acomodarme un par de mechones con ternura. —Quizás no sea algo sencillo de adaptar, pero sé que lo podrás superar, y no es como que ella se va a otro mundo, Anna.
Entramos a la cocina y me encontré a papá luchando con el horno, ¿sería buen momento para decirle que está tocando la perilla de gas equivocada?
—Harás volar toda la casa, pa. —Lo mencioné con un tono un poco divertido. (más miedo que diversión). Le señalé la otra perilla y él asintió.
—¿Cómo te fue anoche? —Terminó con el horno y me dejó un beso sobre la frente.
Después de relatarle lo mismo que a mamá, me senté sobre la mesada mientras lo veía cocinar, Caroline estaba con su laptop y varios papeles en la mesa. Trabajo, supongo. Papá anunció que la comida estaría dentro de un rato, el almuerzo transcurrió con normalidad, ellos hablaban de negocios y trabajo, seguridad y no sé qué más.
—Anna, —me llamó papá. —¿Has pensado ya en ir a la universidad?
Asentí. No es que no lo piense, ya lo hice y me decidí hace mucho tiempo, así que finjo pensar su pregunta un rato y termino mí vaso con jugo para luego responderle.
—Lo he pensado, sí.
—¿Y bien?¿Qué has pensado? —Suspiré y los miré.
—Literatura. En Princeton.
La conversación terminó ahí, Caroline y papá hablaron de otras cosas pero yo ya no les presté atención. Cuando terminé de comer me fui directo a mí habitación y empecé a meditar sobre lo que había pasado la noche anterior. Veamos, Ethan y yo nos besamos mucho, y me gustó. Y a él también. Acepté ser parte de una manada, la manada de Caleb. No soy una Banshee, así que me quedo más tranquila (o no).
No sé por cuánto tiempo me quedé viendo la pared frente al escritorio, pero unos golpes en la puerta me sacaron de mí trance. Solo una persona golpeaba mí puerta y esperaba que le hablara para pasar. Papá entraba directamente.
—Pasa, Caroline.
Ella entró con cuidado y me trajo un montón de ropa doblada. —Traje esto para que te lo midas y me digas si te gusta, es mía, es vieja pero está linda. —Dejó la ropa en mí cama y yo me la probé. Me quedaron bien unos sacos, un pantalón gris y una polera negra.
—¿Cómo empezaste a salir con papá? —la miré a través del espejo mientras me probaba otro jean. A Caroline se le iluminó la cara al pensar en eso.
—Casi teníamos tu edad —comenzó. —. Él era un poco tímido y callado y yo todo lo contrario. Él trabajaba en la biblioteca y solía ir a un club de lectura por la tarde, allí nos conocimos. ¿Por qué la pregunta?
Suspiré. Le conté lo que había pasado la noche anterior, no todo obviamente, saltee las partes en las que había lobos. Caroline asintió al final de mi historia. No como si lo aprobara, más bien como si estuviera asimilando algo. Me senté en el escritorio al lado del montón de ropa que me quedaba.
—¿Entonces… él te gusta?
—Si. No. —Me sujeté la cabeza en las manos. —No lo sé. Es que esto… lo que sea que sea, apenas ha comenzado, creo que ha comenzado, es decir… —miré a Caroline. —No lo sé.
Ella solo asintió, demoró unos segundos más en contestarme. Se dirigió hacia la puerta y luego me miró.
—Lleva las cosas a tu tiempo, amor. Eres joven, sal con él, sal con más personas, ve a fiestas y bebe un poco. Si decides salir con él, hazlo, diviértete y ten sexo, pero con cuidado, ¿si?
—Sí, mamá.
🐺
Dado que Caleb, el alfa, mi alfa, nos había prohibido a Ethan y a mi volver a salir a buscar a Liam y después amplió esa prohibición a meternos en el asunto —a menos que lo pidiera— para no tener más víctimas, mí ansiedad por encontrar a Liam se había disparado al cien.
Habían pasado dos días desde que acepté la propuesta de Caleb y de que Ethan y yo empezamos una especie de “romance”, en la escuela algunos profesores preguntaban por Liam, a otros no les interesaba. Matt Garrett intentó acercarse a mí muchas veces para poder disculparse y hablar de lo que pasó, pero un lobo algo celoso siempre estaba a mí lado para impedirlo. Siendo sincera sí quiero oír lo que tiene para decirme, solo que no consigo que Ethan lo comprenda y me deje sola dos segundos con Matt, en un ámbito público no me haría nada, ¿verdad?