Capítulo 6
Ha pasado dos semanas… dos semanas en las que apenas he visto la luz del sol. Cristian (prefiero llamarlo por su segundo nombre), me ha cuidado como si fuera de su propia sangre. Cada mañana lleva al laboratorio mi desayuno, ensaladas, a veces carnes y un jugo extraño que prefiero no saber con que lo hace. Solo con ver su color verdoso me dan nauseas, pero él dice que me ayudará a levantar más rápido.
La primera vez que desperté de la muerte me sentí muy bien, incluso logré levantarme sola y estuve la mitad del día andando. Fue el suero que me puso Cristian el cual me dio esas fuerzas. Ese mismo que ahora tengo en mis venas, desde que desperté otra vez.
Nuestra vecina Kalila ha venido un par de veces preguntando por mí. Pues al final tuvimos que decirle lo que estaba pasando, Cristian dijo que era lo mejor para mí. Una compañera.
—Debería sorprenderme… —fue lo que dijo al mirarme recién salida de una cirugía a corazón abierto—. Pero he visto cosas que ustedes ni se imaginan. Creo que si no estoy loca pronto me volveré.
Ella ha estado conmigo y ha ayudado a Cristian en la cocina con mis desayunos. Se ha convertido en una buena compañera. Por las noches como yo no puedo salir del laboratorio, charlámos los tres aquí juntos.
Ahora bien, la pregunta del año es: ¿Por qué sigo en el laboratorio dos semanas después? Incluido el por qué no puedo salir.
Todo comenzó cuando desperté: le dije a Cristian que me sentía mareada y con muchas nauseas, sentía extraño todo mi cuerpo. Algo estaba mal en él…
—Es tu cuerpo reaccionado al nuevo órgano… —se veía preocupado, Cristian no oculta lo que siente en sus facciones, creo que le sale naturalmente.
—¿Crees que estaré bien?
Él sonríe y se acerca hasta mí y apoya su cabeza en mi pecho. Cuidadosamente, porque me dolía, solo que la anestesia en esa parte de mi cuerpo, mantenía el dolor calmado.
—Mientras él lata, todo esta perfecto —volvió a mirarme, de esa forma que solo él sabe hacer… no lo sé, me confunde.
Ahora dos semanas después, al fin Cristian está retirándome el suero porque dice que no me hace falta y además he cicatrizado perfectamente según sus estudios.
Quisiera preguntarle que suero es ese… Kalila dice que parezco al soldado del invierno, el de los comics de Marvel. Graciosa…
…………..
Le he prometido a Sara que saldremos esta noche, por un helado del que ella prefiera. Seguro el de fresas. Ahorita en la tarde debe hacer sus terapias, también le he dicho que, en lo que recupere un poco más de su fuerza la llevaré al centro comercial a comprarse ropa a su gusto.
La observo ejercitarse en una caminadora, lleva puesta su usual bata que le ha dado Kalila. En realidad, esa rubia le ha traído casi un almario completo. Dice que Sara es como una niña, le encanta usar vestidos.
—Te gusta… —doy un respingo, Kalila ha aparecido de pronto a mi lado.
Suspiro y hago una mueca.
—Desde que la vi por primera vez congelada en una capsula… —confieso.
—¿Ella lo sabe?
—Lo dudo, tampoco creo que le interese. Solo quiere vengarse y recuperar a su hija; es lo que repite desde que despertó…
Kalila asiente.
—Me ha comentado de eso, me dijo que su hija fue tu novia. Interesante…
No hallo donde esconder la mirada.
—Eh, bueno, yo no sabía que Sara era su madre. Ni en mis más locos sueños, me pude imaginar esa idea.
—Entiendo.
—¿Tú cómo estás? Supongo que el bebe está bien… —Kalila carga con una enorme barriga, a veces dudo, que haya un solo bebe allí.
—Es un varón… —noto la ilusión en su voz—. Mi exesposo siempre quiso uno. Su otra exesposa le dio una niña y desde entonces no volvieron a intentar por un varón.
—¿Le has dado las buenas nueva? He de admitir que siquiera se hará responsable de la criatura.
Kalila sonríe y me observa.
—Ayer mi mejor amiga Romina me dijo que aun no despierta de su coma…
—Lo siento, no lo sabía. De haberlo sabido no te lo nombro.
Ella me da unas palmadas.
—No te preocupes, he ido superando poco a poco estos pesares —se marcha con un café que no había observado en sus manos y se lo pasa a Sara que esta sudada.
—Sara, la cafeína te hace daño…
Esta mujer se ha vuelto loca…
………….
Llevo mis ojos vendados, escucho el auto de Cristian aparcar y me emociona la idea de venir a comer helado. También de mirar la ciudad por la noche. Ahora escucho la puerta abrirse y luego su mano tocar la mía para ayudarme a salir del auto. La fría brisa acaricia mi cabello, y respirar este aire después de tanto encerrada, es algo gratificante.
—¿Estás lista…? —se posiciona tras mi espalda para quitarme el vendaje.
—Nací lista —respondo emocionada.
Él se ríe y aquella risa que me ha acompañado en los últimos meses me alegra en el alma.
—Entonces te quitaré el vendaje… —lo suelta y no puedo abrir mis ojos… Tengo miedo.
—Hey, no temas. ¿Qué pasa? —lo siento posicionarse en mi frente y tomar mis mejillas—. Abre tus ojos…
Asiento y sonrío.
Abro mis ojos, y a él es quien veo… me mira sonriente, ¿alguna vez le habrán dicho lo hermosa que es su sonrisa? Ah, sí. Yo lo he hecho.
—Hola… —digo sin despegar mis ojos de los suyos.
—Hola, bella durmiente. ¿Te gustaría un helado de fresas? —lo odio, ahora quiero besarlo. Tal vez decirle: “a quien quiero son tus labios, carnosos y rosados”. Pero no, esa chica se fue.
—Por supuesto que quiero helado de fresas, príncipe Felipe.
—Entendí la referencia… —reímos mutuamente de eso.
Rato después nos sentamos a comer nuestros helados, mientras miramos la ciudad desde el mirador; sentados en un banco de madera... Cualquiera que pase dirá que somos parejas, eso parecemos, la verdad.