Crónicas de las hijas del destino

Capitulo 1

En medio de las praderas, en el ventoso reino de Alderamin se encuentra alejado de toda civilización un pequeño pueblo llamado Algol, hoy es el día de Juno una celebración que sucede cada veinte años, hoy es la primera celebración para Aztriel. Esta bastante emocionada porque volverá a ver a su abuela, hacia años que no la veía.

Hace un mes había tenido su quinceavo cumpleaños y su madre le había regalado un vestido rojo con tejidos dorados hecho por la única modista del pueblo pero aún así muy bello, hoy lo llevaba puesto pues no quería que su abuela la viera en trapos viejos. Había tejido su larga y negra cabellera en una trenza como recordaba que su abuela le había enseñado, ahora que lo pensaba y aunque no viera mucho a su abuela había sido criada por ella, nunca supo como sucedió eso pero en sus quince años de vida solo recuerda a su abuela criándola.

Aztriel es una niña muy torpe, eso lo sabe ella y lo saben todos, pero muy valiente, aunque eso no le ayude mucho pues la torpeza y la valentía no son muy buenas combinaciones.

Esta parada frente al gran ventanal de su casa, los Dufecourt, su familia, son una de las familias más adineradas del pueblo, o serían la única debido a lo pequeño y poco habitado que es Algol. Aún así, hoy en día el padre de Aztriel no se dedica a ninguna de las profesiones de sus antepasados, Theo es con mucho orgullo un gran granjero y si no fuera por él el pueblo no se sostendría debido a la lejanía de su reino soberano, el maíz que Theo produce sostiene y alimenta las bocas de Algol. Muchas veces los compañeros, en mayoría niños, le han dicho a Aztriel que su padre es el héroe del pueblo y que muchos quieren ser como él. Por supuesto que a Aztriel se le levanta el ego y orgullo por esos dichos.

La carroza se asoma en la entrada de la mansión. Tabita y Theo vienen en ella. Se detiene frente a la entrada de la casa, Theo baja primero y luego le ayuda a su madre a bajar. Aztriel corre hacia la entrada para recibirlos, se lanza a los brazos de su abuela quien la recibe con el mismo entusiasmo.

Theo las observa con ternura y se les une Dina su esposa quien también mira el abrazo del reencuentro con ternura.

Aztriel y su abuela se separan y caminan juntas hacia la sala de estar.

—Te vez hermosa querida.—dice Tabita.

—Gracias abuela.

—No has ido a visitarme.—le reclama.

—He estado muy ocupada con la escuela.—se escusa Aztriel.

—Saca las mejores notas.—menciona Theo—. Aztri es bastante buena en la escuela. Se esfuerza mucho.

Aztriel asiente en confirmación.

—¿Usarás ese bonito vestido para la celebración de hoy?—le pregunta Tabita.

—Lo haré.—contesta con emoción.

Los tres se sientan en el sillón que esta junto al ventanal. Estuvieron toda la tarde hablando sobre el festival Juno. La celebración se basa en todos usar ropa roja y a media noche el pueblo se reúne para adorar al árbol rojo nombrado Juno, se lanzan fuegos artificiales y se danza alrededor del árbol.

Llego la hora en la que todos tenían que reunirse para comenzar la celebración, se dice que si llegas tarde es señal de irrespeto y mal augurio para el susodicho.

Toda la familia fue caminando al pueblo, la mansión Dufecourt quedaba afuera del pueblo, aun así debían seguir con las reglas tradicionales al pie de la letra y caminar con las linternas de aceite en sus manos hasta el centro del pueblo.

Theo llevaba un traje rojo y un sombrero blanco con una pluma de codorniz pintada de rojo, la madre de Aztriel llevaba un vestido rojo casi parecido al de su hija solo que con más volumen en la falda, Tabita llevaba una bata elegante rojiza con un tejido desde el cuello hasta las mangas de hilo dorado. Llegaron hasta el centro del pueblo justo donde estaba el gran Juno, se reunieron junto a los otros pueblerinos y así fue como comenzó la celebración.

Las danzantes comenzaron con el primer show antes de que llegara la medianoche, moviéndose al son de la música con una gracia tan bella. Los Dufecourt se acomodaron en el lugar donde siempre se les había otorgado, al centro en la primera fila. El lugar estaba decorado con telas blancas y rojas cayendo de las ramas del árbol, y linternas levitando en el aire,—obra de la bruja del pueblo—, todos vestían de rojo, también la luz que iluminaba era tenue y rojiza.

Aztriel observaba todo encantada y emocionada, era su primer festival de Juno, se lo habían contado pero siempre había pensado que las palabras no le hacían justicia a los hechos y si que tenía razón, todo a su alrededor era mejor que lo que algún día le habían dicho, era hermoso y celestial.

La celebración a Juno comenzó, todos se prepararon para lanzar sus linternas al cielo y así rendir y mostrar adoración a Juno. Eso era símbolo de que todos dejaban sus vidas para entregársela a él.

Aztriel tomó su linterna y se levantó siguiendo a su padre con clara emoción, se detuvo junto a él y los dos se dedicaron una sonrisa antes de levantar la linterna junto a todo el pueblo y enviarla a las estrellas.

Pero eso fue interrumpido por un viento desagradable que apago todas las luces dejando en total oscuridad el lugar. Se sabía que en las praderas había bastante viento y es por eso que ningún pueblo duraba lo suficiente pero Algol y sus habitantes se habían acostumbrado y el enfurecido viento era cosa normal de cada día. Pero este no, este era diferente, a todos se les puso la piel de gallina cuando los toco, era un viento diferente al que hasta sus propios cuerpos no estaban acostumbrados. Todos se quedaron callados, es como si nunca hubiera existido nada de nada. ¿esto podía ser tomado como mal augurio?, pues si. Si que lo es.

Una luz, bastante pequeña apenas visible, apareció rodeando el árbol en repetidas ocasiones, todos estaban expectantes a lo que sucedía frente a sus ojos. La pequeña luz creció y se alargo rodeando todo el árbol como una estela, Aztriel miró a la bruja, tal vez ella era la autora de tal acontecimiento pero no, la pobre mujer estaba bastante asustada. La luz se detuvo, justo y casualmente frente a la niña.




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