Cronorevolution: un esclavo en las Provincias Unidas

Capítulo 2

Un cubo de agua me cae en la cabeza, mojándome, y recupero el conocimiento. Siento la electricidad recorriendo cada poro de mi piel. Tengo convulsiones y no puedo controlar mi cuerpo. Cuando logro abrir los ojos, descubro que estoy de rodillas. Mis manos están atadas con unas cuerdas a mi espalda. Luke vuelve a tirarme otro cubo de agua. Miro a mi alrededor y me sitúo, estamos en las cocheras de las aeronaves, cerca de donde vive Luke, justo al lado de la población de esclavos. La última vez que entré en este lugar fue de pequeño, cuando corría y corría sin saber muy bien dónde iba. Me fascinaban esas aeromotos que conducía Greg. Las estanterías están llenas de piezas y recambios de los aeromóviles, ya que se utiliza como taller. Es lo que hace de Luke un tipo valioso: sabe de mecánica eléctrica. Si no fuera por eso, estoy seguro de que su puesto sería mío. Los esclavos no podemos estudiar y aprender un oficio legalmente, puesto que creo que somos los únicos que sabemos hacer todo lo que se nos pide. Tampoco me preocupo mucho y me castigo por ello porque, de haber tenido la oportunidad, sé que no habría estudiado mucho.

Mis oídos me alertan de que Luke se está acercando a mí. Me levanta la cara hacia él, haciendo que le vea, desde mi posición, esa barba tan poblada que da asco. Sonríe malicioso.

—¿Cómo te has atrevido a forzarla? ¡Es la hija del propietario!

—¿Y eso qué tiene que ver?

—Tú eres un sucio, asqueroso y espantoso esclavo. Estás muy lejos de su nivel.

—Sigo siendo una persona, con mis necesidades. Y, por cierto, creo que no la he forzado, ¿tú que escuchabas? ¿Gemidos de placer o gritos de auxilio?

Se agacha, de manera que nuestras cabezas quedan a la misma altura. Sigue sonriendo. Me escupe en la cara y se jacta de ello. Luego me pega un puñetazo y me revienta el labio. Noto la sangre en mi paladar. Me harto. Tengo que darle una lección a Luke, y esta vez, la aprenderá. Muevo las manos con insistencia, pero la cuerda está muy bien atada. Intento ponerme en pie. Mis rodillas flojean porque sigo teniendo espasmos eléctricos en los músculos. Si tan solo pudiera…Luke vuelve hacía a mí, me levanta y me golpea el estómago. Escupo sangre y me caigo al suelo, otra vez, de rodillas.

—Debo hacer esto más a menudo. No sabes la tensión que se libera. —Dice, orgulloso. —Las dos veces que me has puesto las manos encima, no solo me hiciste daño, sino que me quitaste autoridad sobre los don nadie como vosotros. Y no lo pienso volver a permitir. Así que, esclavo, piénsatelo muy bien antes de hacer alguna tontería. En cada norma que te saltes, ahí estaré yo para castigarte.

—¿Tienes miedo, Luke? Cualquiera diría que me tienes envidia. Sophie siempre me prefirió a mí. —Sí, yo tampoco sé de dónde me salen esas palabras, pero las digo. Un día de estos voy a acabar mal, en las situaciones donde más comprometido me veo, siempre me sale mi vena de gallito.

—¿Envidia de un esclavo?

Me patea el costado repetidamente. No puedo ni protegerme porque tengo las manos atadas. Me encorvo y toso fuerte, porque me duele mucho. Más le vale que me mate ahora mismo, porque como salga vivo de esta lo pienso colgar del álamo más alto del bosque de detrás de la plantación. Tengo tanta rabia que matarlo no me quitaría esta sed de venganza.

—Déjale. ¡Déjale! —Es la voz de Sophie.

Se arrodilla, interponiéndose entre Luke y yo para que deje de pegarme. Vuelve a estar vestida, y llora, porque sabe que también ha sido su culpa. Me ayuda y me incorporo. Desata con torpeza las cuerdas que aprisionan mis manos. La cabeza me da vueltas, la boca me sangra, el costado me aprieta y no tengo fuerzas ni para cogerle las manos a Sophie, que me tiene en sus brazos, como si fuera un bebé.

Luke va hacia su aeromoto y vuelve. Miro al exterior, a través del portón abierto, y veo en el umbral a Greg. Está más viejo que nunca. La barba blanca le recorre ahora la cara y tiene los ojos hundidos. Lleva un sombrero que le tapa la calva. Se ayuda de un bastón de madera oscura para mantenerse en pie y para andar. Hace un gesto con la mano, dirigido a su hija. Le está diciendo que me deje. Sophie obedece y se pone tras su padre.

—Señor Gordon, los encontré…—Luke rompe uno de los principios de la educación y es anteponerse a la palabra de un mayor y un terrateniente.

—Tráigamelo a mi casa. Eso sí, no le vuelva a poner una mano encima. ¿Le ha quedado claro?

—Sí, señor.

Ni me ha mirado. Greg ni me ha mirado. Como si no existiese. Me ha salvado, pero ni me ha visto. Quizá le duela encontrarme en esta situación tan vergonzosa, pero qué más da, si soy un esclavo y no importo nada. No le importo nada. Sophie coge del brazo a su padre y se dan la vuelta, saliendo del taller de las aeronaves, volviendo a su mansión.

—Tienes suerte. —Me dice Luke cuando se van refiriéndose a que hubiera seguido torturándome. —No sé qué han visto en ti desde siempre, pero me temo, querido Eric, que esta vez no tienes escapatoria.

Siento deseos de partirle la boca a Luke, pero me controlo. Primero porque no tengo fuerzas ni para andar. Entre los latigazos eléctricos y la paliza, no me puedo ni mover. Segundo, no quiero meterme en más problemas. A pesar de que quiero contestarle, sé que el maldito Luke tiene razón. Todo lo que he hecho hasta ahora no tiene comparación con lo que acabo de hacer. He roto el honor de una familia, yo, un esclavo, ha retozado con la hija del propietario, al que pertenece, y que, para colmo, está prometida con el hombre más famoso de las Provincias Unidas.




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