Cronorevolution: un esclavo en las Provincias Unidas

Capítulo 11

—¿Cómo puede ser posible? —Estoy en shock y no logro hacerme a la idea. Nuestro cerebro no está preparado para aceptar y procesar este tipo de información. Traspasar el tiempo. Eso que no vemos.

—La naturaleza también tiene errores. El tiempo tiene anomalías que se pueden aprovechar y mi padre es un genio. Ya habrá tiempo para explicaciones. —Paris mira mi cara que debe estar totalmente desencajada. —Lo haré yo misma si hace falta, pero no aquí y ahora.

—Yo…Paris…lo siento…no te quería presionar…—Balbuceo. Paris con los nervios a flor de piel en las últimas horas por un maldito viaje en el tiempo al que se iba a tener que enfrentar al fin, después de tanta espera, y yo agobiándola por un simple beso.

—No importa. En parte la culpa también es mía, por no haber tenido el valor para…contarte de qué trataba todo este asunto antes, pero ¿me habrías creído?

—Entiendo, pero yo me refería…—Al beso, por supuesto.

—Sigo enfadada por tu atrevimiento, por ese beso que me robaste. Pero Eric, ahora hay cosas más importantes.

Abre sus brazos, señalando a su alrededor. Lo entiendo. Es una tregua. Eso es lo que me propone Paris. Hay una conversación pendiente pero ya tendrá lugar. Cuando salgamos de esta, espero. Cuanto antes mejor, arreglararemos este malentendido. Porque fue eso, un malentendido. Esta tregua de Paris me permite concentrarme y hacerme a la idea que he viajado en el tiempo veintidós años atrás, a algún momento de la Historia en el que yo no debería estar. En el lugar y la fecha en la que me encuentro yo no existía. Es un dolor de cabeza ponerse a pensarlo. Mi madre sí que existía. Joven y llena de vida. Ahora mismo, en este mismo instante, estará trabajando en la plantación de Greg Gordon, en la Provincia Unida Central, como buena esclava. Puede ser lo más cerca que esté de ella jamás. Quizá esto sea una señal. La máquina del señor Stonecraft puede acercarme a ella…y también a la libertad. ¡He viajado en el jodido tiempo! ¡Qué locura!

—¿Qué va a pasar con nosotros cuando volvamos? ¿Vas a seguir ignorándome?

—Eric, por favor. No lo sé. No es el mejor momento para hablarlo. Solo sé que…un beso no tiene nunca vuelta atrás.

—Nunca. —Le tengo que dar la razón.

Se produce una explosión al final de la avenida del centro de la ciudad de Nueva América. La quiosquera sexagenaria, huyendo, se cae por la onda expansiva. Paris y yo también nos caemos al suelo por el mismo efecto, sacándonos de una conversación en la que he podido atisbar a la antigua Paris. Sé que solo se está haciendo la fuerte conmigo. Poniéndose una careta que tendrá que caer, tarde o temprano. ¿De qué tendrá miedo? ¿De que sea un esclavo? ¿De Edgar y su familia? Probablemente sea eso último. El cielo se inunda de fuego, humo y ceniza. Se oscurece el cielo y la tarde.

—¿Qué demonios está pasando? —Le pregunto a Paris porque no logro entender por qué se produce una explosión de ese calibre en una de las avenidas de la ciudad más segura del mundo, por mucho que hayamos viajado en el tiempo.

—La tercera rebelión de los esclavos, Eric. —Paris es historiadora y experta en ese campo, además. Le veo un brillo distinto en los ojos. Algo que no le he visto nunca. Está totalmente entusiasmada por poder vivir un momento como este, aunque ahora esté tumbada en la acera por el efecto de la onda expansiva de una terrible explosión. —Fue la primera revuelta de esclavos que logró llegar a la capital, a Nueva América, tras las dos intentonas del 151 y del 159 d.C. En esta, incluso, los esclavos tuvieron el apoyo de toda una generación de jóvenes pertenecientes a las élites del Estado de las Provincias, que también estaban en contra de esclavismo. La juventud, ya sabes. Te hace querer cambiar el mundo, sin importar el lugar de donde provengas. Esa gente casi lo hace. Casi lo cambia.

Es una horrorosa contradicción la de ser esclavo y apenas saber nada de tu propia historia. Me da mucho coraje admitirlo. De lo que habla Paris, solo reconozco la revuelta de esclavos del 151 d.C., por los cuentos e historias que se cuentan a la luz de la luna en la plantación de Greg Gordon, entre la comunidad. Muchos y muchas aún recuerdan que en el 151 d.C. un grupo de setenta esclavos y esclavas escaparon de sus respectivos dueños en la Provincia Unida Central y, armados, fueron liberando plantaciones y fábricas de toda aquella Provincia. Llegaron a controlar y a gobernar decenas de pueblos y ciudades pequeñas como Santana, Angel City o Rosetown. Formaron una auténtica Provincia libre de esclavismo. Aquel sueño no duró mucho, porque las fuerzas de orden del Estado de las Provincias actuaron con determinación. La revuelta, liderada por la mulata Venus Hemings, puso un precedente e incentivó el miedo en las élites estatales. Luego, en el 159 d.C., hubo otro intento de recuperar la libertad por parte de los esclavos, esta vez llevando a cabo masacres de hombres y mujeres libres, sin importar su condición económica, por los pueblos y ciudades por los que iban pasando. El líder, esta vez un hombre, George Louverture, fue condenado a muerte. Pero yo no tenía ni la más remota idea de que hubiera existido otra revuelta de esclavos y mucho menos en la ciudad de Nueva América. ¡Encima apoyada por parte de la élite!

—En los años sesenta, la juventud estaba impregnada por ideales sociales de paz, igualdad y justicia. Que, ahora que lo pienso, tienen que ver con los ideales de la Diosa y la Sacerdotisa. ¡Claro! ¡Eso tiene que ser! Los esclavos, tras la represión de las anteriores revueltas, dejaron de conspirar contra las Provincias… ¡se dedicaron a propagar los ideales de la Sacerdotisa! ¡A rezar y a esperar una nueva oportunidad, bendecida por la Diosa! —Paris habla como si hubiera unido las piezas de un puzle inconmensurable. —Fueron tan inteligentes que la religión traspasó barreras y los jóvenes, de alguna manera, se tuvieron que impregnar de todos esos ideales sociales de los que hablaba la Sacerdotisa pero que el Estado negaba a la mayoría de las personas. En esta rebelión no se usó la violencia, fue el arma más poderosa de los esclavos, pero también su sentencia de muerte. —Me explica Paris. —¿No lo entiendes, Eric? ¡La religión de los seguidores de la Diosa y la Sacerdotisa es la clave para entender esta revuelta! Y nada de eso me he encontrado en los libros…




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