Me acuesto escuchando los sollozos de Paris, que llora, sola, en su habitación. Como si consiguiera transmitir su tristeza a través de los gruesos muros de la pared. El señor Stonecraft continúa dando vueltas por el salón, tocándose la cara con las dos manos, intentando comprender sin llegar de verdad a hacerlo. Sacude, también, alguna lágrima.
—Tendrías tus razones. —Le apoyo una mano sobre el hombro cuando, sin poder dormir, bajo a beber agua. —Dale tiempo. Hablaré con ella…
—No me perdonará. No me lo perdonará.
—Pero…eres su padre.
No me entrometo más en asuntos ajenos y me vuelvo a la cama, en busca de un sueño que no encuentro. No dejo de pensar en la Diosa y su enviada, la Sacerdotisa. En cómo algo tan importante para la comunidad esclava ha estado siempre alejado y vetado para mí. ¿Cómo he estado tan ciego? ¿Por qué no me he percatado de todas esas señales? Creo, definitivamente, que la religión de la Diosa tiene mucha relación con mi madre. Ella era esclava, tenía una Biblia…estaría velando por su libertad. Por su futuro. Pero lo que no consigo es descubrir qué tipo de conexión tiene todo esto con la madre de Paris. Los esclavos necesitan a la Sacerdotisa para sobrevivir y mantener la esperanza, pero… ¿alguien que pertenece a la clase privilegiada? ¿Qué parte de esa religión le podría atraer? ¿Acaso aún no ha muerto aquel sentimiento de la juventud libre que peleó de la mano de los esclavos en la última rebelión?
Supongo que la respuesta a todos mis interrogantes está en el tiempo. En esos malditos saltos que el señor Stonecraft sigue programando y ajustando. Quizá la investigación científica de Paris ayude a conocer y dar explicación a todo lo que somos hoy. Desenterrar todas las dudas que ahora nos asaltan. Pero eso no cambiará nada. Seguiremos viviendo en un mundo dividido entre pobres y ricos, entre libres y esclavos. Explicar no significa transformar.
Ir contra el mundo acabará matándome. En ese sentido, mantengo los pies en el suelo y por eso solo busco mi propia libertad. A veces pienso que estaría mejor viviendo en la plantación del viejo Greg. Trabajando de sol a sol, llevando una vida rutinaria y sencilla. Sin peligros, ni desafíos, ni libertad, pero tranquilo. Al poco se me pasa. No hay nada más importante que dejar de ser lo que soy.
Estoy seguro de que debemos continuar con lo empezado. Si encontrásemos a Julie, la madre de Paris, podríamos obtener respuestas e ir encajando más piezas. Pero… ¿estará viva? ¿Querrá Paris arriesgarse y enfrentarse a sus monstruos? ¿A la verdad que, inevitablemente, tiene que esconder su madre?
Me levanto tarde y me pongo a hacer algunas tareas de una casa que ya se ha convertido en un hogar. Por eso tengo que ayudar. Bueno, por eso y porque, aunque no lo parezca, sigo siendo un esclavo. Cuando termino de lavar y tender la ropa me siento a volver a leer el fragmento de la Biblia sobre el pueblo de Monroe, que aún existe, como he podido comprobar en los mapas que tiene Paris de las Provincias Unidas. Se encuentra en la Provincia Unida Central, no muy lejos de la plantación de Greg Gordon. Trato de ser capaz de reinterpretar el significado del pasaje, como si fuera a encontrar una explicación viable y válida a aquellos insólitos milagros.
Ensimismado en la lectura, aparece en el cuarto Paris, sigilosa, con un papel doblado en la mano.
—Escucha esto. —Le digo cuando levanto la vista y la veo, interrumpiéndola. Le leo el pasaje de Monroe, de forma lenta y trabándome.
—Sí. Es uno de mis favoritos. —Responde ella cuando acabo, sentándose en la cama. —Tiene algo, no sé, especial…
—Justo eso, como si…
Me giro y veo sus ojos grises con su tormenta eléctrica dentro. Se le dibuja una sonrisa pícara en el rostro. Parece que ha enterrado toda esa tristeza y los llantos que clamaron al mundo entero la noche pasada. Pero no es así. La conozco ya. Lo guarda todo, dentro.
—¿Qué pasa? ¿De qué te ríes?
—Traigo algo. Algo para ti. Y sé que te va a gustar…
No entiendo muy bien lo que dice, pero lo hace con entusiasmo. Me pasa ese papel que tiene en la mano y lo leo:
“Desde tu equipo de barrio, tu equipo de siempre, el Brox City, de Quinta División Provincial, pedimos tu ayuda. Ante la oleada de lesiones y en vista de nuestro humilde presupuesto, buscamos a dos jugadores aficionados para afrontar con garantías la segunda vuelta del Campeonato de Liga. ¡Es tu oportunidad de hacerte profesional! ¡Acude a nuestra prueba y muéstranos tus habilidades!”
Lo leo en voz alta y a medida que las ideas van llegando a mi cabeza me invade una excitación extraña, algo como una mezcla entre alegría y miedo.
—Pero Paris, yo…
—Sí, ¿qué pasa? Eres un esclavo, pero también tienes posibilidad de participar. No olvides que, por azares del destino, soy tu dueña temporal y si yo digo que puedes hacerlo…puedes.
—De todas maneras, solo es una prueba.
—Una oportunidad, Eric. Así podremos comprobar si de verdad eres tan bueno como dices.
No puedo creer que Paris haya buscado la forma de que juegue al fútbol, más allá de su jardín. Tal y como lo he soñado siempre. Es cierto, solo es una prueba, pero tengo una ocasión para disfrutar de lo que me gusta y para demostrar mi valía. Podré matar el gusanillo de querer competir. De querer ser igual que esos que siempre he visto por la Pantalla.