Tengo toda la mañana para mí y es cuando pongo los pies en el suelo. Mi vida es una ficción, un engaño, una mentira. Todo en lo que creía ya no existe, se ha esfumado.
Paris se encierra en su habitación para escribir la Historia de la Diosa y las Provincias, puesto que Julie Bell y yo la convencimos. Su talento como historiadora puede ser fundamental. Además, según Paris, puede matar dos pájaros de un tiro: hará presente en la vida pública a la religión y a la comunidad de la Diosa y demostrará sus dotes de investigadora y la importancia de la Historia, haciendo daño a las Provincias. Incluso dentro de su estudio podrá introducir sus teorías sobre el Colapso, que conoce cada vez más a fondo, y la publicación a gran escala le asegurará lectores y que se pueda abrir un debate en torno a este periodo tan oscuro.
El coste que tendrá para ella es incalculable. No creo que sea consciente. Quizá he pecado un poco de egoísta arrastrándola hacia el abismo, hacia donde nos encontramos los esclavos. Al momento me doy cuenta de que yo, como su colaborador, también estaré amenazado. Así que trato de centrarme en reordenar mis objetivos y mis propósitos en la vida, que tan solo se reduce a obtener la libertad y a poder viajar un par de veces más por el tiempo. También tengo que pensar en cómo ayudar a Paris, esta vez. Ahora somos más parecidos de lo que éramos al principio. Dejo atrás los besos que nos hemos dado, porque está claro que no significan nada. Me hacen daño, pero tener siempre presente quién eres es una manera de no ilusionarse con nada. Me preocupa Paris en sí misma, porque va a renunciar a todo lo que tiene por un sueño. Por la Diosa. Por los esclavos. Y es lo que yo quiero y he querido desde siempre, ser libre. Dejar de ser un esclavo. Solo puedo agradecer y poner mi granito de arena en esta causa, porque Paris y yo, lo sé, compartimos un destino. No creo que sea feliz, ni en libertad. Las Provincias Unidas acabarán con toda resistencia, no se las puede vencer. Así que…tendremos que vivir escondidos. Ella también.
—Puede que vaya siendo hora de ser sinceros con el señor Stonecraft—le digo a Paris mientras se toma un descanso—Lo de tu madre. Lo de tu investigación. Lo que piensas hacer con ella.
—Todavía no—Ni me mira. Está concentrada, pensando.
—Se lo merece, después de…
No termino de hablar porque parece que no me está escuchando. Bebe un sorbo de su caliente café, como a ella le gusta, y continúa mirando a la nada. Me acerco y le doy un tímido abrazo de ánimo. Me gustaría besarla. Darle uno de esos besos. Se zafa de mí y vuelve a su cuarto a retomar su proyecto. Suspiro. Siento que Paris es la única familia que me queda. Que tengo.
—Paris, sabes que cuando publiques eso tendremos que desaparecer, ¿no? —Le digo al anochecer, cuando está exhausta.
—Todo tiene un precio, Eric. Tú, mejor que nadie, debes saberlo.
—¿No te importa pagarlo? ¿Pasarte al bando de los eternamente perdedores?
—Lo hago con gusto. No sé si será el bando perdedor, pero sí creo que es el justo y el correcto.
—Utilizando la Historia…
—Los historiadores solo se han limitado a reconstruir hechos, personajes, fechas. Yo estoy interpretando todo eso, plasmar qué significan. Pero voy más allá, estoy tratando de cambiar la Historia. Eso no es utilizarla, es tenerla de tu lado.
—¿Merecerá la pena? —¿Por qué trato de disuadirla?
—¿Merece la pena ser libre, Eric?
Sigue escribiendo, tecleando ante la pantalla de su computadora. La observo unos segundos en silencio.
—¿No crees que es mejor descansar? Venga, cuéntame. Te vendrá bien exponer todas esas ideas en voz alta.
—Solo me queda lo que siempre he ido buscando. El origen de nuestro mundo.
—¿El Colapso?
—El antes y el después. Lo demás está todo controlado—dice mirándome a los ojos por primera vez en todo el día—la creación de distintos gobiernos autónomos en las distintas provincias hacia el 30 d.C., el crecimiento de las ciudades y la recuperación de la electricidad hacia el 50, la construcción del modelo político, social, cultural y económico actual, basado en la esclavitud y en los terratenientes entre el 75 y el 100 d.C., la primera Liga de Fútbol también por esas fechas, el Gran Avance Tecnocientífico de las Provincias entre el 100 y el 150, la Historia de la Diosa desde la Sacerdotisa y las tres rebeliones de esclavos, relacionadas con ella. Solo queda encajar el Colapso: qué había antes, que ocurrió con esas bombas de las que hablaba Paul, qué representa el Colapso para las Provincias y qué papel tienen la Diosa y la Sacerdotisa en él.
—Vaya, no sabía que las Provincias Unidas tenían tanta historia que contar.
—Solo te he hecho un resumen. ¿Lo leerás entero?
—Claro, he mejorado mucho en eso. Descansa un poco, anda.
Dejo a Paris continuar tranquila y me marcho a mi cuarto a ver la Pantalla. Aparece la presidenta Leeparker, con su cabello rubio abultado, dando un discurso sobre la economía y lo que espera de las Provincias en sus próximos ocho años de legislatura. Me interesa lo que dice, ahora que entiendo un poco de política y de historia. Pero me canso rápido de sus tecnicismos y su palabrería vacía, así que pongo fútbol. Recuerdo la prueba con el Brox City, la idea de poder jugar al fútbol, aunque sea en quinta división. Y con todo el dolor de mi corazón la desecho. Debo renunciar a este sueño, por la libertad. Todo tiene un precio. Y este es pequeño para mí, comparado con el de Paris. Me quedo dormido.