Observo la fría mirada de Víctor que en silencio contempla a Cristóbal quien sonríe con cierto dejo de ironía, acabo de entrar a la sala y ambos parecen no haberse dado cuenta de mi presencia. No es difícil no darse cuenta de la tensión que se siente en este lugar. Hace unos días, cuando descubrimos mi resistencia al Sol, Víctor me ordenó ir a mi habitación y no salir de ahí, tenía cosas que tratar con su hermano y mi presencia no era necesaria en esos momentos. Pero siendo sincera no me esperaba encontrar que entre ambos hubiera algún tipo de diferencia que los hiciera estar con aquellas expresiones en sus rostros.
Di un paso hacia atrás con torpeza cuando Víctor se levantó del sofá con brusquedad acercándose a mi lado. Con rapidez contempló el impecable traje de sirvienta que llevaba encima, y sin decirme nada me agarró de la muñeca llevándome fuera de aquella sala.
—Sacar a Catalina fuera de la mansión, en las circunstancias actuales, es exponerla al peligro— lo interrumpió Cristóbal en un tono tranquilo.
Víctor se detuvo al escucharlo hablar y apretó los dientes con rabia.
—Lo sé, pero conmigo estará más protegida que quedándose aquí contigo.
—Sigues exagerando —masculló Cristóbal sonriendo—. No sería capaz de hacerle daño.
—Lo mismo dijiste de "ella" —entrecerró los ojos con rabia—. Y ambos sabemos cómo terminó.
Y antes de que su hermano mayor pudiera decir algo salió de la habitación llevándome con él, sin embargo, alcance a notar, antes de salir, como el afable rostro de Cristóbal se ensombreció antes las palabras de Víctor.
Bajamos las escaleras, y luego otros empleados abrieron las puertas que daban hacía el exterior. El tibio aire de esta noche pareció acariciarnos el rostro. Una noche oscura y sin Luna. Solo el motor del automóvil que nos esperaba afuera interrumpía el susurrar de los grillos.
—Disculpe —repliqué al sentir como el vampiro apretaba con mayor fuerza mi muñeca—. Me está causando dolor.
—Lo siento —respondió sin mirarme, aun parece molesto. Me soltó y se dirigió hacia el lado del conductor donde otro empleado se bajó pasando las llaves del vehículo—. Sube —me ordenó.
Subí en silencio y comenzó a conducir sin pronunciar otras palabras durante el viaje. Es la primera vez que salgo de la casa desde que me convertí en un vampiro. Me doy cuenta lo aislado que estamos de la ciudad, bosques enormes rodean el lugar, su aspecto es lúgubre gracias a la oscuridad y soledad de la noche. Al parecer aquella casona está aislada de cualquier otra. Víctor enciende la radio, de seguro al igual que a mí, el silencio que hay entre ambos ya está resultando incomodo.
—¿Estamos lejos de la ciudad... de dónde...? —empecé a preguntar.
—Estamos en el sur del país, lejos de tu ciudad —me interrumpió y aunque su tono es más suave el ceño arrugado que hay en su rostro parece decir lo contrario—. No te será fácil huir...
—No lo decía por eso —mentí dirigiendo mi mirada hacia las ventanas.
Víctor gruñó o se rio, no pude interpretarlo ya que no lo estaba mirando a la cara.
—Enfócate a lo que vamos ahora —agregó—. Esta familia a la que visitaremos es una de las pocas familias de híbridos respetadas, aun así, por su condición de híbridos les ha impedido que su clan llegue al nivel de los otros tres clanes principales.
—¿Híbridos? ¿Vampiros con humanos? —pregunté observando cómo su rostro se había suavizado.
—No, vampiros con demonios —me corrigió.
—¿Demonios? ¿Existen? —arrugué el ceño pensando que se burlaba.
—Hace unos meses no creías en la existencia de los vampiros —me observó con una irónica sonrisa.
Desvié la mirada turbada ante la fijeza de sus ojos oscuros, ¿Por qué me sentí intimidada ante su mirada? O más que intimidada me produjo una inquietud y nerviosismo que no me esperaba. Además, que tienen razón, no puedo negar que hace meses nunca creí en la existencia de los vampiros.
—Evita quedarte a solas con cualquiera de ellos, principalmente de sus hijos mellizos —habló con seriedad—. Los demonios sienten una fuerte atracción hacia los vampiros, pero saben que estos son peligrosos, en cambio tú, una vampiresa inexperta y cobarde es lo ideal para ellos.
—¿Y si es peligroso para que me traes a este lugar? —le repliqué preocupada y molesta por llamarme "cobarde" aunque sé que tiene razón.
—Prefiero que estés conmigo a que estés con... —apretó los dientes sin terminar su frase—. Yo estaré cuidándote, además eres una vampiresa podrías matar a quién quisieras sino fueras una pusilánime cobarde. Y también no me tutees.
No alcance a reclamarle por lo de "pusilánime cobarde" cuando se detuvo frente a la una casa enorme de fachada antigua y color crema, en su tamaño no superaba la de la casona de Cristóbal y Víctor, pero se notaba el cuidado de esta. En su interior los impecables muebles antiguos reafirmaron esa impresión. Una joven pareja vestida a la usanza antigua nos recibió, ella lleva un largo vestido color azul y él un elegante traje. Nos saludan con cortesía y nos llevan a la sala principal.
Víctor toma asiento mientras le sirven un café, yo me quedo parada detrás de él tratando que mi curiosidad no se note demasiado, pero es imposible no distraerse con las pinturas que cuelgan en las paredes. Comienzan a hablar de negocios, al parecer Víctor está representando a Cristóbal ya que por alguna razón él no pudo asistir a la cita.
—¡No me equivocaba, hermana! Son vampiros, sus aromas son inconfundibles —exclamó un joven muchacho apareciendo de imprevisto en el despacho.
Sin dejo de educación entró a la sala señalándonos con emoción. Detrás de él entró corriendo una joven mujer de su misma edad y detuvo su mirada en el rostro de Víctor, sonrió seductoramente. Como respuesta Víctor entrecerró los ojos con frialdad, la joven en cambio pareció mostrarse más interesada aun ante la sería expresión del vampiro.