Cruzada de sangre

Capítulo 23

Me levanté de un salto. Media atolondrada de sueño observe que Víctor me miraba con expresión molesta. Mi anterior habitación estaba con llave, así que no pude ir a otro lado que, a su alcoba, sin embargo, no planeaba dormirme en su cama, solo me había recostado por unos minutos.

—Yo no... —intenté excusarme.

—Voy a cambiar la ropa de la cama —suspiró—. Vete a dar una ducha, el perfume de ese tipo ha impregnado toda mi habitación.

Le dirigí una tensa mirada por su actitud antes de dirigirme al baño. Me contempló irritado por la situación, sé que está a punto de estallar por lo que preferí guardar silencio. Abrí la ducha y me quedé mirando el agua correr, se me cerraban los ojos porque aún no despertaba del todo. Observé el baño con mayor atención, podía ver escrito por todos lados la palabra "hombre", era un cuarto bien masculino, de color negro, con tonos azules. Me duché, y sin saber que vestir me puse una toalla. No he traído ropa para cambiarme. Y si me pongo la misma ropa, se quejará de que el olor de Marcos está impregnado en mis vestimentas.

—¿Víctor? —lo llamé. Pero no respondió suspiré pensando que tal vez sigue enojado y finge no escucharme.

Al asomarme lo veo dormido sobre la cama, con los brazos extendidos. Se ha quitado solo la camisa. Camine tratando de no hacer ruido. Pero al llegar a la puerta la encuentro cerrada. Trato de abrir, pero es inútil, ¿ahora qué voy a hacer? En eso siento que me tiran una polera encima de mi cabeza.

—Cristóbal nos volvió a encerrar, si no tienes nada que ponerte, te presto mi polera —exclamó seriamente—. Solo no la llene de baba...

—Gracias —le respondí con una mueca de desagrado por sus últimas palabras.

Me voy al baño, ¿Qué puedo hacer?, a veces siento que el destino le gusta burlarse de mí. La ropa huele a él, aun cuando está limpia, se siente su perfume. Con mucha vergüenza me la pongo, me queda enorme. Cuando salgo, Víctor duerme, no sé si esta vez es verdad o sigue fingiendo. Lo quedo mirando y luego me alejo para dormir en el sofá. En eso me agarró de la mano.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó molesto.

—A dormir en el sofá ya que no puedo ir a mi cama—tartamudeé ante su severa mirada.

—Tonta, no ves que así no descansas. —me tiró a la cama, colocando sus brazos alrededor de mi cintura, quede de espaldas hacia él.

Me puse tan nerviosa, de sentirlo así tan cerca, que quise huir. Me afirmó con mayor fuerza.

—Quédate quieta y duérmete —murmuro molesto—. Y no temas, prometo que no te haré nada.

Sin embargo, no puedo evitar sentirme nerviosa ¿Olvida que debajo de esta ropa estoy desnuda? Cierro los ojos tratando de no pensar que esta tan cerca, pero al sentir su perfume es difícil olvidar que estamos tan cerca. Solo escucho mi corazón acelerado por esta situación.

—¿Marcos te hizo algo? —preguntó repentinamente. Abrí los ojos sin saber que responderle—. Para que su perfume haya impregnado tu ropa debe haberse acercado lo suficiente como para rozar tu ropa y...

—Me besó... —respondí un poco atolondrada.

Guardo silencio. Noté como el brazo que tenía en mi cintura me presiono más hacia su lado.

—No debí dejarte sola —murmuró.

—No es tu culpa —le respondí sin agregar nada más, me sentía culpable el no haber intentado evitar ese beso—. Víctor yo...

Apoyo su cara en mi cabeza.

—Me gusta más tu propio aroma que el sentir el de aquel tipo en ti —susurró sintiendo el aroma a shampoo de mi cabello

Quise decirle algo, pero ante su silencio preferí callar, además no quiero que vea mi rostro turbado ante las últimas palabras que acababa de decir. Nos hablamos más durante la noche.

No tuve un sueño agradable, sino que solo pesadillas, ví a una mujer sufriendo. Colgada en la misma celda que estuve cuando fui sirvienta de Marcos. Y el rio corriendo abajo, se escuchan llantos de niños. En eso siento que unas manos cálidas me tocan, suben por mi cuerpo, y me agarra de los pechos sorpresivamente.

—¿No quieres que te lo haga? —escuchó una voz susurrante en mi oído.

Abro los ojos de inmediato, y veo a Víctor que me mira maliciosamente, mientras que sus manos siguen en mis pechos. Doy un ligero grito y lo empujo, saliendo de la cama y retrocediendo con torpeza. Me mira con gesto inocente, antes de largarse a reír.

—Como no querías despertarte, tuve que recurrir a esto — luego se miró la mano y con gesto burlón agregó—. Al parecer llegaste tarde a la repartición de pechos, que mujer con tan pocos atractivos.

—¡Entonces no vuelvas a tocarme! —exclamé molesta. Me da congoja no solo porque me ha tocado sin mi autorización, sino que además se da el lujo de burlarse de mi anatomía.

Pero él sigue riéndose. Sin pensarlo demasiado agarre los almohadas y comienzo a tirárselas en la cabeza con brusquedad. Noto que le molesta y eso me consuela un poco, aunque se que es estúpida mi infantil actitud, el borrar su risa será suficiente para sentirme mejor.

—¡Oye, ya detente! —exclamó serio.

—No lo haré —le respondí molesta.

—¡Te dije que pararas! —reclamó impaciente.

Se lanzó agarrándome de los brazos, y nos pusimos a forcejear. Me doy cuenta de que hay una clara mueca burlesca en su rostro. Esto le parece un juego. Finalmente, cuando logro inmovilizarme, sonrió con triunfo.

—Eres realmente problemática, ¿crees que tirándome almohadas vas a matarme?

—¡La próxima vez que me toques te lanzare el closet, la cama, y la cómoda! —respondí gritándole.

Se largo a reír.

—Eres muy divertida —me tomó el rostro para obligarme a mirarlo a los ojos. Apreté los dientes de la exasperación que siento en esa posición—. De seguro Marcos vio en ti algo más que solo la chica de la sangre especial.

Abrí los ojos con sorpresa, me observa de forma extraña, con una especie de leve dulzura que me descoloca. No sé si es imaginación, pero siento que quiere decirme algo. Acerca su rostro al mío tal y como si fuera a besarme ¿Es así? me turbó sin saber si soy capaz de responderle el beso o no ¿Por qué siento miedo de lo que podría pasar? Unos golpes nos interrumpieron. La puerta se abrió. Alex nos quedó mirando fijamente, al parecer dándose cuenta de que algo pasaba.




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