Cruzada de sangre

Capítulo 25

Abro los ojos de un salto son cerca de la doce de la noche, Víctor se viste apresuradamente. Hoy no tiene turno, incluso se había organizado para tener un par de días libres y quedarse en casa porque no confía en que me quedara sola cuando su padre estaba cerca. Sus ojos oscuros se detuvieron en los míos contemplándome preocupado.

—No te preocupes —indicó mientras terminaba de abotonarse la camisa—. Hable con Cristóbal y él se quedará contigo. No dejaremos que te quedes sola con ese tipo. Lamentablemente me han llamado para una emergencia en el hospital, así que espero desocuparme luego y vendré...

—Estaré bien —lo interrumpí tratando de tranquilizarlo, aunque es un alivio el saber que no me quedare sola con Sebastián.

—¿Te pasa algo? —me pregunto levantando sus cejas.

—No —respondí de inmediato.

Se acercó hasta quedar a mi lado, no quería mirarlo, pero el levantó mi rostro para que nuestros ojos se encontraran. Sonrió seductoramente mientras sus oscuros ojos se quedaban fijos en los míos haciendo que no pudiera evitar mirarlo atolondrada.

—No estés así, sé que extrañaras el calor de mi cuerpo, pero luego volveré.

Me sonrojé y lo empujé enseguida, nerviosa por lo que acaba de decirme. Aun cuando compartimos la misma cama, entre él y yo no hay nada. Víctor se rió mientras se colocaba una chaqueta.

—¡No me parece gracioso! —le grité viéndolo salir de la habitación.

Me levanté molesta, dispuesta a ir al baño para salir luego de su habitación. Dormíamos juntos porque así, según Víctor, Sebastián no podría aprovecharse de encontrarme sola. Pero no pasaba nada entre nosotros, después de pedirme que no me enamorará de él entiendo que no quiere por ningún motivo involucrar sus sentimientos conmigo, pero es difícil controlar los míos si dormimos en la misma cama.

—¡Oye! ¿No deberías despedirte de tu marido como corresponde? —agregó Víctor sonriendo irónico entrando a la habitación nuevamente, había olvidado las llaves de su vehículo.

—Vete al diablo —murmuré enojada.

Como respuesta se volvió a reír. Salí del baño dispuesta a reclamarle, cuando unos golpes en la puerta me interrumpieron.

—Joven señor —apareció Arturo, el sirviente del padre de Víctor—. El amo desea que la señora, lo acompañe a un paseo.

La expresión de Víctor se endureció, se ve visiblemente molesto. Tal vez piensa, al igual que yo, que su padre solo está esperando aprovechar su ausencia. Y con frialdad agregó:

—"La señora" no puede salir por órdenes medicas de su marido, dile a ese tipo que no se acerque a ella sino...

—Usted sabe joven amo, que desobedecerlo no es una opción —miró desafiante a Víctor.

Mi corazón empezó a latir con fuerzas, ¿Que busca ese tipo? Fije mi atención en Víctor que apretaba el puño pensando en lo que diría. Pero justo en eso apareció Cristóbal rodeando con un brazo el cuello de Arturo mientras sonreía con malicia.

—Así que mi padre se da el tiempo de invitar a una mujer de sangre no noble y no a su propio hijo, vaya eso me decepciona mucho —fingió sentirse mal, luego volvió a sonreír—. Dile a mi padre que la mujer acepta su invitación, pero también su hijo ¿o me negaras esa petición?

—Joven amo, usted...

—No me repliques —lo miró con expresión agria—. Que he asesinado a mas sirvientes de mi padre de los que puedas contar con tu mano.

Por primera vez vi a Arturo ponerse tan pálido. Solo se limitó a afirmar con la cabeza y se alejó. Víctor contempló seriamente la cruel expresión del rostro de su hermano mayor. No sé si su actitud fue porque, al igual que yo, da la sensación de que ese hombre no es el amable y tranquilo Cristóbal. Sin embargo, este sonrió luego de unos instantes, ahí estaba otra vez tal y cual lo conocemos. Pero el rostro de Víctor sigue tenso.

—Estaré con ella, no te preocupes —indicó Cristóbal.

Víctor no le respondió de inmediato. Levantó la mirada con una expresión tan dura que fue como si estuviera mirando a su propio enemigo. Luego como dándose cuenta de esto desvió su mirada.

—¿Estas bien? —le preguntó el hermano mayor.

—Sí, solo que viejos malos recuerdos vinieron a mi memoria... —murmuró—. Catalina, no arriesgues tu vida, ¿entiendes? volveré luego.

—Sí... —no puedo evitar mi semblante angustiado ante las palabras que me dice, arruga el ceño preocupado.

—Bien debo irme, ya voy atrasado —suspiró mirando su reloj mientras salía de la habitación.

Cristóbal me indicó que me arreglara, pues vamos a salir con su padre, viendo como titubeo me sonríe intentando darme tranquilidad. Tal vez solo es un simple paseo, pero aun así no me siento cómoda cerca de ese hombre. Sé que no nos podemos fiar de él.

La Luna llena brilla amarillenta sobre el oscuro cielo, en el aire un aroma primaveral es llevado por el fresco aire nocturno. El relincho de caballos nos llamó la atención. Dos caballos negros, enormes, están amarrados a un coche abierto de color caoba oscuro rodeado de lámparas. Sentado con elegancia y sosteniendo un bastón, se encuentra Sebastián, el padre de Cristóbal y Víctor, el líder del Clan Vis Erinys. Su expresión sombría le da un aspecto más maduro, parece haber envejecido unos diez años, sé que hay vampiros que tienen la capacidad de cambiar su apariencia de acuerdo con la edad, Sebastián debe ser uno de ellos. Su sirviente Arturo está a su lado al vernos acercarnos le murmura algo a su oído. Volteó mirándome con seriedad, con expresión agria, esta vez no sonríe como cuando nos conocimos.

—Arturo, ayuda a la dama a subir —ordenó sin moverse.

Arturo se acercó, estirando la mano para ayudarme, lo mire desconfiada. Pero ante de siquiera de aceptar su ayuda, Cristóbal apareció atrás, sonriendo con ironía y con las manos en los bolsillos. Me pareció ver a un joven rebelde ante un padre adusto.

—No la toques, Arturo, sino te arrancare el brazo —lo miró fijamente sin dejar de sonreír—. Le prometí a mi hermanito que nadie tocaría a esta mujer, claro a excepción de mí.




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