Cruzada de sangre

Capítulo 29

Me desperté en el cuarto de Víctor con mi brazo enyesado. Aun me duele, pero por lo menos el dolor ya es más soportable. Me senté en la cama, pero me siento tan mareada que volví a acostarme.

—No Cat, no te levantes —exclamó Sofia mirándome con expresión triste al entrar a la habitación.

—No te preocupes —le sonreí—. Estoy bien...

Se acercó visiblemente afectada y sentándose en la cama agregó.

—Has estado muy extraña, decías cosas raras incoherentes. Tuvieron que volver a quebrar tu brazo porque tu cuerpo se recuperó por sí mismo pero tu hueso quedo en mala ubicación. Sin embargo, ahora te has demorado en sanar esa fractura.

No supe que decir, se supone claro que un vampiro debería recuperarse más rápido a menos que... levante la mirada con culpabilidad, no tengo excusas con argumentos sólidos para no haber obedecido aquella regla.

—Cat, sé que te repugna el hecho de que debas beber sangre, pero sin ello estás perdiendo la inmortalidad y el poder recuperarte con rapidez. Para cualquier vampiro no es normal que sus heridas demoren tanto en sanar.

—¿Dije muchas cosas incoherentes? —le pregunté cambiando el tema aunque sinceramente me intriga esto.

Su rostro se tensó antes de responderme. Me contó lo que había pasado ese día. Luego de que Sebastián, el padre de Cristóbal y Víctor, me dejara abandonada en aquella habitación nadie sabía lo que había pasado conmigo, incluso se extrañaron de que no apareciera a la hora de comer. Por esto Alex dio aviso a Cristóbal a su trabajo y este a su vez llamó a Víctor. No se demoraron en llegar, y cuando entraron a la casa lo primero que vieron fue a su padre sentado con tranquilidad en el sofá mirándolos con una leve mueca de burla mientras examinaba el corte que le había hecho en el brazo con la daga. Víctor al ver la herida trato de agarrarlo, pero Cristóbal lo detuvo, estaba seguro de que solo un arma era capaz de hacerle ese tipo quemadura y esa es la daga Aeternus, le exigió que le dijera que había hecho conmigo. Sebastián solo les dijo que habíamos estado jugando y se le había pasado un poco la mano. Víctor intentó golpearlo, pero al saber que no tenía mucho tiempo salió a buscarme. Corrieron por las habitaciones, hasta que me encontraron caminando por el pasillo con la mirada perdida y repitiendo las palabras "asesinato" y "Lazo rojo".

La puerta se abrió de golpe y Víctor entró con rapidez, se ve molesto, trate de sonreírle, pero él no parece andar de muy buen ánimo.

—Sofia, ¿nos puedes dejar a solas? —indicó sin mirarla con su rostro adusto fijo en mi.

Cuando estuvimos solos, su severa mirada se mantuvo en mi expresión arrepentida.

—Víctor no estoy de ánimos para...

—¡Eres una tonta! —me interrumpió—. Por no beber sangre has puesto tu vida en peligro, agradece que solo tuviste un brazo roto.

Bajó la mirada con angustia

—¿Por qué sigues arriesgando tu vida de esa forma?

Guarde silencio, sé que tiene razón, pero me duele que me reprenda de esa manera, no puede entender que mi negativa para beber sangre es porque es la única forma en que siento que no he perdido aun mi humanidad por completo.

—¿Qué hubiera hecho si ese tipo te hubiera causado la muerte? —exclamó repentinamente.

Levante mi mirada encontrándome con sorpresa con la triste y dolorida expresión del rostro de Víctor. Se acercó a la cama y me abrazo fuertemente, como si tuviera miedo de soltarme, se aferró a mi cuerpo con más fuerza de lo usual.

—Tú no piensas en los demás... no piensas en cómo podría haberme sentido si no hubiera podido lograr salvar tu vida.

—Soy una mujer débil que ni siquiera es capaz de proteger su propia vida —empuñe las manos con impotencia—. Intenté defenderme, pero solo hice el ridículo.

—Ni siquiera Cristóbal es capaz de tener el poder de pelear contra su padre, no te culpes por algo que no podías evitar. Solo que desde ahora bébete la sangre que te proporcionamos. Este tipo no será el primero que puede causarte ese daño —me miro seriamente y luego desviando la mirada agregó—. Es por eso que debes dejar de seguir rechazando la sangre que te proporcionamos.

Bajé la cabeza un momento, antes de decirle:

—Siento que el beber sangre y tomarlo como una costumbre, es abandonar lo poco que me queda relacionado al mundo de mis padres...

—¿Y qué pasa con las personas de este otro mundo? ¿Acaso sabes cuánto lloró Sofia? ¿Cuánto Cristóbal y yo corrimos desesperados pensando en lo peor? No seas egoísta, muy bien será que somos vampiros, monstruos como les llaman ustedes, pero aquí la gente igual sufre. A parte —aquí dulcifico su tono— si mueres nunca podrás ver a tus padres y yo...

Lo quede mirando esperando que terminara la frase, pero Víctor dándose cuenta de ello se levantó de la cama dándome la espalda. Guardo silencio, el cual se hizo eterno y algo incomodo. ¿Qué habrá querido decirme? Observé detenidamente mi brazo fracturado.

—Tienes suerte que llevabas la daga Aeternus contigo, así con solo ver la quemadura en el brazo de ese tipo pude saber que te había hecho algo —indicó sin mirarme.

—¿La daga Aeternus? —lo mire sin entender, aunque sé que se refiere a la daga que siempre llevo conmigo ya que Sofia anteriormente la había llamado así.

—Es la daga que siempre traes, es especial, es la daga de un cazador —un cazador según recuerdo de las enseñanzas de Natalhy, se refiere a alguien que captura o mata criaturas en pro de la defensa de los humanos, ya sean vampiros, demonios y hadas—. Este me la dio de regalo cuando era un niño pequeño, como híbrido muchos otros vampiros querían asesinarme, era una abominación para ellos. Esa arma es especial puede causar daño a un vampiro, una especie de quemadura dolorosa e inhabilitante.

—Siento haberla tomado sin tu permiso.

—No importa, quédatela, si te sirve para protegerte queda en buenas manos. — me miró durante un instante, volvió a guardar silencio.




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