Cruzada de sangre

Capítulo 30

La primavera comenzaba poco a poco a abandonarnos. Desde el ventanal una mariposa de color blanco golpeó el vidrio, una y otra vez, inconsciente de lo impenetrable que es aquel frío cristal. Me asomé y observé como las hojas verdes se mecen con un leve viento, y las aves cantan sobre la copa de los árboles. Abrí la ventana y la pequeña mariposa blanca entró revoloteando para caer dentro del rojo líquido de la copa que hay sobre el velador. La saqué con cuidado, y sus blancas alas bañadas en sangre le dan un extraño aspecto. No pudo volar, se quedó quieta sobre la baranda del ventanal donde la había dejado. La mire con lastima, en ese momento se abrió la puerta.

Sofia entra trayendo el desayuno, se detuvo en mi amarga expresión, traté de sonreírle, pero me detuve incomoda ante su sereno rostro. Dejo la bandeja sobre la cama y luego se fijó en la copa llena sobre el velador, antes de que me reprendiera tomé la copa entre mis manos y me bebí el líquido de un golpe.

—Pensé que irías junto al joven Víctor a su trabajo —me preguntó seriamente.

—No me siento en condiciones de salir muy lejos —murmuré sin mirarla.

No quise decirle que la verdad es que lo estaba evitando, y fingía sentirme mal para que no tener que acompañarlo. Me es imposible controlar mis sentimientos luego de que pasáramos la noche juntos, y no sé cómo actuar frente a él sin que se dé cuenta de lo que siento.

—¿Cómo esta Cristóbal? —le pregunté después de un rato de silencio para evitar que hablara nuevamente de Víctor.

No he visto a Cristóbal desde aquella vez en donde tuvo una discusión con su hermano.

—Creo que sigue en su habitación —pensó detenidamente—. Ha estado evitándonos a todos.

Su expresión preocupada me contagió en cierta forma. Imaginarme a Cristóbal encerrado en su pieza solo con sus pensamientos, de seguro pensando en Elizabeth, también me inquieta. Ya he visto como se pone cuando pierde el control al escuchaba el nombre de su mujer amada pero no quiero pensar cómo se pone cuando la tristeza lo invade.

Sofia inclinó la cabeza levemente, eso significa que se retira, dirigí una rápida mirada a la ventana y luego hablé en voz alta.

—Quisiera salir al jardín.

—Lo siento Cat, tu sabes que es peligroso y... —titubeó antes de continuar—. El señor Sebastián aun cuando ahora este descansando es peligroso.

—¿Y si me acompañas? —la contemplé fijamente en actitud de súplica.

—No puedo —me respondió en cierta forma fría—. Sabes que no puedes, mira lo que te hizo ¿Quieres buscar la muerte?

Suspiró con preocupación.

—Entiendo —sonreí forzosamente sin agregar nada más.

Agradezco su preocupación, pero me siento ahogada encerrada a causa de tener que evitar encontrarme con ese hombre. Mi problema mayor es que el permanecer en este cuarto de Víctor solo me hace pensar en él, sentir su aroma, ver su ropa, ¿Cómo puedo despejar mi mente y controlar lo que siento si hacia el lado que miro todo me recuerda a Víctor?

Tomé mi desayuno en silencio. Luego observé hacia la orilla de la ventana, la mariposa blanca ya no se encuentra. Tal vez ha volado lejos. Solo el sonido del tic-tac de un viejo reloj de la sala rompe la monotonía de la habitación. Me tiré a la cama y estiré los brazos, de verdad esto es agobiante, entrecerré los ojos recordando las caricias de Víctor.

Me senté sacudiendo la cabeza para olvidar esos pensamientos y mi atención quedo fija en la puerta. Se que no debo, pero no puedo resistir más, si sigo así dando vueltas sobre lo de Víctor y yo enloqueceré. Sin hacer ruido me acerqué y abrí para ver si no hay alguien en el pasillo. Luego de comprobar que es así tome las galletas del desayuno guardándolas en un bolso, más un libro, mi teléfono, y otras golosinas que tengo guardadas desde hace un tiempo.

Sebastián nunca sale de día al jardín, odia el Sol por lo que estando afuera estaré segura. Estoy lista para salir al jardín, mi plan es bastante simple, revisaré el pasillo nuevamente, si está vacío saldré con rapidez hacia afuera. Pero cuando menos lo pensé me encontré justo frente a Cristóbal, quien llevaba tal expresión amarga, que por unos leves segundos lo confundí con su padre. Con el susto di un salto hacia atrás chocando con la puerta que seguía abierta.

—¿Qué estás haciendo? —me contempló con cierto dejo de frialdad.

—Voy saliendo un rato al jardín —sonreí con torpeza al ser descubierta tan fácilmente, pero aliviada de que fuera solo él.

—Está bien, ten cuidado —indicó con indiferencia alejándose.

—Cris... ¡Cristóbal!, ¿Quieres venir conmigo? —lo dije rápidamente antes de que me sintiera cohibida ante su seria expresión.

Me contempló con sorpresa por unos instantes, a pesar de su dura mirada una leve dulzura se dibujó en su rostro, sonrió moviendo la cabeza afirmativamente. El hecho de que me acompañe no solo hará más agradable el paseo, sino que además me hará sentir más segura.

Como aun es temprano el Sol cae con suavidad sobre las flores del jardín. Más allá un par de sillas blancas y una pequeña mesa cubiertas bajo una glorieta de madera que mantiene su color original, le dan un aspecto agradable al jardín. Es el lugar ideal para sentarse y leer un buen libro. O tomar té y comer pasteles, según Cristóbal, ya que cuando salíamos le pidió a uno de los empleados de la casa que nos llevaran esos alimentos.

—Hace mucho que no salía de esa habitación —exclamé con tono alegre—. Ya me sentía ahogada...

—Las cosas entre ustedes no van bien ¿no es así? —me preguntó repentinamente.

Lo mire con sorpresa, no sé si pudo notar la congoja que me produce pensar en Víctor. Pero de inmediato sonreí para que no se diera cuenta de lo que pensaba.

—¿Por qué dices esas cosas? —exclamé—. No estamos mal, solo que...

—Aun cuando me sonrías, veo en tu rostro que hay algo que te molesta —indicó tranquilamente.




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