Cruzada de sangre

Capítulo 41

—Ven acércate —murmuró aun mostrándose débil levantando la cabeza suavemente algo incomodo con el suero que lleva conectado en su muñeca derecha. Aun no cree que haya estado más de dos meses conectado en coma.

 

Lo observé en silencio, todo parece tan ideal que siento que en cualquier momento alguien me sacudirá y me despertara dándome cuenta de que nada de esto es real. Como una burla de mi subconsciente creando esta situación que tanto añoraba solo para darme una felicidad superflua. Si, es cruel, pero tal vez tendré un "recuerdo" de haberlo escuchado, de habernos despedido, de recordar su rostro recuperado, y no aquella triste expresión suya conectado a aquellas maquinas. Pero si estoy soñando prefiero quedarme aquí, que allá fuera mi corazón deje de latir y me permita vivir en una eterna, aunque falsa, felicidad.

 

Sus oscuros ojos me contemplan con una curiosa sonrisa, como un niño travieso que esconde algo. Aun a pesar de que probablemente esto no es real, es su misma esencia, la de aquel Víctor que recordaba, más despeinado de lo usual, y con esa sonrisa infantil que no había visto antes. Apreté los labios reprimiendo lo doloroso que me parece pensar que esto no pudiera ser real. Hizo un gesto para que me acercara sin entender mi confusión. Me acerque con lentitud sin despegar mi mirada de él.

 

—Tengo miedo de acercarme a ti... ¿Esto solo es para despedirte? ¿Estamos atrapados en un sueño? —murmure con temor. Pensando que ha aparecido en mis sueños solo para darme la oportunidad de despedirme de él antes que los médicos apagaran las maquinas.

 

Se sentó inclinando su cabeza más hacia adelante para estar más cerca de mí. Hay algo de tristeza en su rostro y eso es como un duro golpe contra mi pecho. Tengo ganas de cubrirme los oídos, de cerrar los ojos, no quiero escuchar lo que tanto temo. No quiero escuchar su despedida. Me tomó la mano y sentí la tibieza de la suya. Mi menuda y pequeña mano se pierde en su masculina mano, de un tamaño mucho mayor a la mía. Tiemblo sin poder evitarlo tragando saliva tratando de desenredar el nudo formado en mi garganta.

 

—Sí... —musitó sonriendo con dulzura.

 

Al oírlo apreté los ojos, siento que mi cuerpo cae al vacío si no fuera porque sostiene mi mano creo que hubiera perdido el control de mí misma y me hubiera precipitado hacia el suelo.

 

—No puedo dejar que todo esto termine sin antes decirte que te amo y despedirme de ti —cerré los ojos y quise soltarme de su mano, no me soltó me afirmó con más fuerzas. Yo solo quiero huir de ahí, no quiero escucharlo. Tengo la sensación de que si no escucho su despedida él no se ira. Era absurdo, sin embargo, hay que reconocer que en ese tipo de situaciones te aferras a cualquier cosa incluso a lo inverosímil—. Pero... te prohíbo que te cases con Cristóbal, y visítame en el cementerio, me llevas rosas blancas las rojas son demasiado comunes, y quiero que uses vestidos negros, nada de vestidos cortos, ni andar mostrando las piernas, no te digo nada del escote porque ahí no tienes mucho que andar mostrando, y hazme duelo por unos cien años. Y no comas demasiado chocolate y nada de esas tonterías dulces que tanto te gustan porque a la larga te puedes volver diabética, y un vampiro diabético seria la cosa más absurda y tonta que he escuchado...

 

—¿De qué hablas? —le pregunté abriendo los ojos sin entender del todo lo que decía.

 

Sonrió con una mueca burlesca, arrugué el ceño secando mis lagrimas que habían empezado a huir, ¿Acaso estaba jugando conmigo o este sueño se estaba transformado en algo ilógico y extraño? No lo entiendo. En qué momento su dramática despedida había pasado a una especie de celos y pesadeces de su parte. Sobre todo recordándome la poca virtud de mi pecho.

 

Entrecerró los ojos con una inusitada expresión como dándose cuenta lo cruel de su broma, y sin decir nada me tomó del cuello de la blusa acercándome hacia él y besándome sorpresivamente. Abrí mis ojos sintiendo la calidez de sus labios, demasiado reales para ser solo un sueño. Pero debido a lo molesta que me siento por su broma lo aparte con rapidez.

 

—¡Tu boca apesta! —le reclamé sin pensarlo. Lo que es normal considerando sus dos meses en cama. El decirlo en voz alta es claro que estoy molesta. Cuando lo estoy dejo que mis pensamientos "poco educados" salgan fuera de mí. Lo que por supuesto me ha dado varios problemas que podría haber evitado si supiera controlar mi lengua mordaz empujada por mi mal carácter.

 

Víctor me miró con frialdad y molesto por mi desconsiderada frase. Sí, yo soy la culpable de destruir aquella intimidad propia de novela romántica. Es injusto en todo caso que solo me culpe a mí, su broma cruel no es parte de lo que se considerara de un hombre enamorado. Bueno yo tampoco soy un ejemplo de mujer enamorada. Sin embargo, este no era el momento de pensar en esto, he sido grosera con alguien que está recién recuperándose. Trate de sonreírle, pero me lanzo una almohada en la cabeza.

 

—¡Eso dolió! —me sobé la cabeza molesta, se me han quitado las ganas de pedirle disculpas y sentirme culpable. Definitivamente él no es el dulce y caballeresco hombre de un romance de fantasía.

 

—¿Lo ves?, si te dolió es porque esto no es un sueño —indicó sonriendo seductoramente.

 

Me quede hipnotizada en su rostro, no sé si el mundo se da cuenta lo guapo y atractivo que es mi marido, o mis ojos de enamorada lo dibujan de esa forma. Es inevitable no sentir ganas de abrazarlo y de besarlo, incluso olvidándome de su aliento... sí, acabo de matar un lindo pensamiento con esa última frase. Pero lo que más me llena es darme cuenta de que no estoy soñando. El Víctor que hay adelante y me sonríe al límite de atontarme es el real. Él si ha despertado, este si es un final feliz. Siento que mis lágrimas se apoderan otra vez de mis ojos sin poder evitarlo.




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