La quede mirando sin entender demasiado lo que está pasando. Quiero pedirle una explicación, pero se ve tan desesperada que me da a entender que no es el momento de alargarse en ello. El resto de los cazadores mantienen sus serias expresiones hacia mí, incluso Benjamín me contempla de la misma forma. Francisca bajo la cabeza abrazando a su hijo.
Abrí la boca, pero no alcance a articular palabras algunas ya que unos pasos nos sorprendieron. Todos volteamos hacia la misma dirección, Víctor nos quedó mirando mientras respira fatigado, de seguro al ver el mensaje ha corrido hacía acá.
—¡Catalina! —se ve bastante molesto—. ¡No debiste haber salido de la casa sola y menos con ese tipo!
Le dirigió una furibunda mirada a Benjamín.
—Vic... —murmuré señalando hacía Francisca.
—¿Elegida? —la miró con sorpresa, luego volvió su atención hacía mi como buscando una explicación.
—Víctor —musité observando a Francisca quien no levantaba su cabeza—. ¿Tienes algún cuchillo o daga en estos momentos?...
—¿Qué piensas hacer? —me preguntó seriamente, preocupado y sin entender.
—Yo tengo una —interrumpió Benjamín lanzándome un pequeño cuchillo. Fijo su atención en mí con una seriedad tensa en su rostro.
Tome el cuchillo, voy a hacer un corte en uno de mis brazos para poder darle a Francisca la sangre que necesita. Aunque no entiendo por qué cree que mi sangre que solo da seguridad a los vampiros ante el Sol pueda ayudar a su hijo. Pero si se ha dado la prisa y el peligro de entrar a los terrenos de uno de los clanes principales, con su hijo enfermo, es claro que ella conoce propiedades de mi sangre que yo desconozco. Además, ese sentimiento extraño que me embarga, esa especie de fe ciega en la mujer que tengo frente a mí me hace creer en ella sin titubear.
Escuchamos gritos a lo lejos, como si cercano a nosotros hubiera una pelea a muerte, son los cazadores peleando con los vampiros del clan que los atacan por entrar sin autorización, tal vez por el apuro Francisca no había seguido el conductor regular para entrar a estos terrenos. Tomé el cuchillo rápidamente, no debo seguir perdiendo el tiempo. Pero presiento que alguien está detrás de mí, y antes de que siquiera pueda comprobarlo, siento que me agarraban de la muñeca impidiéndome hacer el corte, y con la otra mano me rodea por la espalda agarrándome del cuello. Quede inmovilizada, fijándome en la expresión de rabia y sorpresa que se dibujó en los rostros de los cazadores y en el de Víctor.
—Alguien ha venido a perturbar la tranquilidad de mis terrenos —murmuró Sebastián con una mirada fría mientras sonríe maliciosamente—. No me esperaba tener la fortuna de volver a ver a tan distinguida dama.
Miró fijamente a Francisca, sus colmillos asomaban peligrosamente.
Sus ojos rojos y fijos, los de un completo asesino, se detenían en la fría y angustiada expresión de la Elegida. Que apretó los dientes observándolo molesta. Me aprieta el cuello con más fuerzas.
—Además mi estúpida nuera pensaba regalar esa valiosa sangre sin siquiera consultarlo con el clan —indicó y me dirigió una mirada de repulsión y superioridad, me sacudí tratando que me soltara, pero me di cuenta que la rabia aparecía en sus facciones al ver la rebeldía que mostraba hacia él frente a los cazadores.
—Es mi sangre —indiqué aun cuando mi voz temblaba—. Y yo decido a quien dársela...
—Esa es una respuesta muy atrevida —sonrió pasándose la lengua por los labios—. Y también muy tonta...
—¡Suéltala, maldito!! —gritó Víctor dispuesto a atacarlo ya que hizo el ademán de levantar su puño.
—Inténtalo y la matare —lo detuvo con voz fría y cruel—. Antes de que llegues a tocarme le arrancare la cabeza...
Agregó amenazante.
Los ojos de Víctor se colocaron de color rojo intenso, no disimula el enorme odio que siente hacia aquel hombre que es su padre. Esta tenso con sus manos empuñadas a punto del descontrol, siento que ante cualquier movimiento de Sebastián no podrá detener sus ganas de matarlo. El resentimiento acumulado por años se apodera de él, es extraño ¿Por qué me siento rodea de una inquietud ahogante al verlo en ese estado? Mi corazón se acelera tal y como si mi vida estuviera peligrando, sin embargo no me siento empujada a huir, al contrario, mis sentimientos me empujan a ir a su lado, a rodearlo de mi calidez, a hacer ese odio desaparecer, a... protegerlo.
—Bien, ahora podemos negociar —indicó Sebastián mirando fijamente a Francisca que preocupada sostiene a su hijo en sus brazos—. ¿Que puedes ofrecerme a cambio de la sangre especial de mi nuera?
Francisca lo miró apretando los dientes y tratando de controlar su ira.
—¿Qué es lo que pides por ella? —exclamó con voz seca.
—Dicen que la sangre del Elegido realmente es muy deliciosa... un placer para un vampiro, ¿Que tal intercambiar sangre por sangre? —mostró sus dientes mediante una maliciosa sonrisa, mientras el rostro de la cazadora se ponía tenso.
—Y si me niego —murmuró desafiante—. Porque de todas formas la única que debería decidir esto es Catalina.
Dirigió su atención hacia mí, me sentí torpe al notar su confianza, ni siquiera puedo zafarme de ese tipo. Pero su expresión denota tal nivel de confianza en mi propia fuerza que abrí la boca para decir algo.
—Ella no tiene derecho a decidir eso, es más... —me interrumpió con gesto burlesco—. Si decides no aceptar mi oferta, haré la transición nuevamente de humano a vampiro con Catalina ¿sabes lo que pasaría con eso?, si en estos momentos yo bebo su sangre y ella bebe de la mía, produciré tal estado de confusión dentro de su organismo, que su sangre perderá sus propiedades por un par de horas. O sea, pasara lo mismo que cuando Víctor la mordió y se volvió un vampiro. ¿Recuerdas como dolió cuando te quemaste con el Sol aquella vez?