Cruzada de sangre

Capítulo 56

Cristóbal se levantó del suelo, en su rostro se puede ver claramente que no le es fácil sostenerse de pie, pero aun así se mantiene firme. Contempló con rencor la sonrisa maligna con que Samanta lo admiraba por poder lograr ponerse de pie. Y sin mediar palabras se lanzó contra ella empezando a darse golpes con enorme fuerza uno contra el otro, pero se nota la diferencia de poder ya que la joven mujer cada vez evita con mayor facilidad los golpes que Cristóbal intenta darle.

 

—Cristóbal se está debilitando —murmuro.

 

—No —indica Fernando—. Es Samanta quien es más poderosa.

 

—¿Por el... Pacto del hada? aun no entiendo específicamente que es eso —agrego sin alejar mi atención de la pelea.

 

—Es muy similar cuando los humanos venden su alma al demonio —respondió Víctor, y ante mi mueca incrédula agregó—. ¿Acaso crees que eso es fantasía? No Catalina, los demonios si existen y se engullen el alma de los humanos que les dan su alma a cambio de poder y dinero sin saber que el que un demonio se coma tu alma son más de cien años de tortura y dolor. Con los vampiros pasa algo similar pero no son los demonios quienes buscan tu alma, son las hadas y no solo se engullen tu alma sino además tu cuerpo.

 

Quiero preguntar sobre las hadas hasta ahora lo que he escuchado de ellas es clara evidencia que son muy distinta a las retratadas por los cuentos infantiles, al parecer son criaturas tan peligrosas y crueles como los vampiros.

 

—¿Ya te cansaste, amor mío? —exclamó Samanta agarrando por el cuello a Cristóbal.

 

En sus ojos se acumula el rencor que siente hacía él y tal vez por ello sin esperar respuesta lo lanzó al piso con tanta violencia que sus huesos fracturándose llegaron a nuestros oídos.

 

Estamos a las puertas de la muerte, es imposible no sentir el ambiente fúnebre y darnos cuenta de que sus intenciones son asesinarnos a todos. Mi mirada se enfocó en Víctor, ¿Será nuestro fin? A menos que... el hechicero maligno aparezca, Víctor es nuestra última esperanza, pero nuestra salvación significa que sacrifique todo lo que él siente por mí. Si sale con vida morirá a causa del veneno de Samanta, y tampoco es algo que yo desee. Mi sangre terminará por sanarlo, mi sangre abrirá sus ojos y su poder se liberará, pero a la vez podrá ser consumido por los recuerdos de quien fue y el Víctor que conozco desaparecerá para siempre. Su amor se transformará en odio debido a que fue Emilia quien lo mató en su última batalla.

 

Samanta levanta sus manos y su negra aura otra vez comienza a torturarnos. El dolor sigue empeorando, es claro que nuestros órganos luego comenzarán a romperse ante este temible ataque. No es justo que todo se acabé de esta forma. No quiero que todos mueran de esta manera.

 

— No te preocupes Catalina —sonríe Samanta—. Te buscaré en tu otra vida apenas seas una bebé y mataré a tus padres, yo seré tu madre y ambas estaremos felices juntas, salvaré al mundo como Emilia.

 

—¡No!... Estas equivocada Samanta..., Emilia nunca hubiera hecho esto —me levanté con esfuerzo—. Samanta por favor tú no...

 

—Ya es tarde —por unos segundos pareció arrepentida, pero desvió la mirada y con una de sus energías oscuras me lanzó al suelo cayendo al lado de Víctor.

 

—Catalina, no tengo otra opción más que pedirte que me des tu sangre —señaló Víctor con esfuerzo.

 

—Si tú lo bebes puedes...

 

—Por eso quiero que estés lista —me pasó la daga Aeternus fijando sus ojos oscuros en los míos.

 

—¡No! no me pidas eso —negué con la cabeza. Sé que me está pidiendo que lo maté en caso de volverse en el hechicero maligno.

 

—Tienes que ser fuerte, sino hacemos eso... moriremos todos... —respiró agitado por el dolor.

 

Afirmé en silencio a pesar de que aún me niego a hacerlo. Víctor se levantó esforzando a su cuerpo aun a pesar del dolor que se reflejaba en su rostro, me miró en silencio con expresión arrepentida, luego me beso con ternura, y su boca busco mi cuello sosteniéndome por la nuca. Cerré los ojos esperando sentir el horrible dolor de la mordida, y cuando sus colmillos rompieron la carne para poder introducirse en mi cuello me agarré con fuerzas a su ropa soportándolo lo doloroso que es. Siento como mi sangre se deslizaba hacia él, y mi cuerpo cae en una debilidad que ya conozco. Samanta levantó la mirada hacia nosotros con una sonrisa sarcástica.

 

—Eso no servirá, Cat bebió de mi sangre cuando la salve de morir por culpa de mi madre, esta mi sangre dentro de su cuerpo —añadió.

 

—No es así —sonreí—. Nunca bebí tu sangre se me hizo demasiado extraño tu desesperación por darme tu sangre, no estaba herida de muerte y tú debiste notarlo.

 

Su rostro se desencajó en el acto, es claro que sabe lo que va a ocurrir.

 

—¡¡Catalina detente!! —gritó desesperada—. ¡No sabes lo que estás haciendo! ¡Nos estas condenando a todos a morir! Si le das esa cantidad de sangre su... su cuerpo se recuperará ¡¿Te das cuenta?! Su poder será... ilimitado.

 

Mi sangre entró al cuerpo de Víctor y sus heridas comenzaron a sanar con mayor rapidez que la de un vampiro común, ya que están purificando el veneno de la sangre de Samanta. Pero para sanarse debió beber tanta sangre que mi cuerpo quedo casi inerte a punto de perder el sentido. Saciada su sed me soltó con suavidad, y sin poder siquiera ver si aún seguía siendo Víctor un poder enorme emanó de su cuerpo más grande de lo que había sentido antes, produciéndome un extraño escalofrió, la misma sensación de muerte que Emilia sintió al entrar al palacio del maligno hechicero.

 

Samanta molesta y asustada retrocedió, temblaba y por su rostro es claro que el miedo comienza a apoderarse de ella. Apretó los dientes enfocando su atención en su enemigo, y aun tal vez sabiendo que es inútil se lanzó contra Víctor. Pero con una rapidez inusual este esquivo su ataque y antes de que Samanta llegara a darse cuenta de su error recibió un golpe en su vientre que la hizo retroceder tosiendo asfixiada, sus ojos abiertos mostraron el horror a la muerte que parece acercarse a ella, una patada en el rostro la hizo sangrar cubriendo toda su frente. La lanzó al suelo frente a Ellen que lo contempla anonadada ante el poder que ve en él.




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