Cruzada de sangre - Linajes #2

Capítulo 25

El auto avanzó en medio de la niebla oscura que rodea el lugar, pronto va a amanecer por lo que se apresuran a llegar. Soy la única que puede resistir el sol por lo que entiendo su apuro, aunque dentro de mi quisiera no llegar a ese lugar.

 

Es la primera vez que veré a Castell Black, solo he visto fotos y he sabido cosas de ese lugar que en este momento intentó no pensar. Veo mis manos vacías, sin Aeternus me siento indefensa, es como si faltara algo en mí, pero entre entregarla al consejo de ancianos o dejarlas en manos de Maximiliano fue mejor la última opción. No lo conozco tanto como a Rosa, pero hay algo en él que me inspira mayor confianza.

 

El auto se detiene y alzó la mirada. Frente a nosotros dos grandes puertas de hierro negra se comienzan a abrir, el ambiente pesado nos rodea, y un olor a sangre inunda nuestras narices. No puedo evitarlo, aunque intento mantenerme tranquila la ansiedad de salir de ahí se incrementa mientras entramos al lugar.

 

En el interior un gran patio sin plantas, de solo cemento, y unas escaleras de piedras llevan a la entrada. Una pesada puerta se abre y aparece un vampiro alto, delgado, que sonríe con una alegría que no logro comprender, sin embargo, en cuanto entrecerró los ojos pude ver una maldad que no me gustó. Tensé mi rostro mientras se acercaba a nosotros, y cuando retrocedí, instintivamente, choqué con Grigori, quien no parece darse cuenta ya que mantiene su seria mirada en el hombre que avanza hacia ambos.

 

—Vaya hermano ¿Qué me has traído esta vez? —dicho esto se acerca levantándome de la barbilla—. Que ejemplar más extraña, es un vampiro, pero aun así hay un leve aroma a su pasado como humano.

 

—Se cuidadoso con ella, Volker, es un elemento valioso del clan Vis Erinys, su actual Líder —le habló con tono seco—. No le hagas daño…

 

—Me contendré, aunque… —le respondió enderezándose hacia él— es la predilecta de los sádicos, es de esas que lloran y lloran. Lo puedo notar en su rostro ¿O no, mi señora? Por algo Marcos Torres vive obsesionado con ella.

 

Escuchar ese nombre provocó cierto desconcierto en mí, desde la última pelea que tuvimos contra Samanta, no sabía lo que ha pasado con él. Su padre tomó el liderazgo y nada dijo lo que pasó. Supuse que se salvó de prisión de su familia, influencias que no sirvieron a la hija de Ellen porque ella no tenía interés de salvarla de su condena.

 

—El vino acá obligado por su padre —indicó el delgado vampiro y pude notar sus enormes ojeras.

 

Viste de un traje obsoleto y un sombrero de copa. Sus largas piernas no parece enderezarlas del todo, ya que camina como si estas estuvieran dobladas hacia afuera. El traje negro y a rayas le da un aire inquietante, más cuando sonríe mostrando su blanca y perfecta dentadura mientras entrecierra los ojos como si dentro de sí maquinara maldades que nadie quisiera conocer.

 

—No pude ayudarlo con su obsesión hacia usted, nunca había visto eso en él, un hombre que tuvo a todas las mujeres que quería, bellezas inigualables, se obsesionó con una chica tan simple que lo atormentaba —alzó los brazos como si estuviera danzando—. ¡Catalina! ¡Catalina!

 

Se movía como si estuviera imitando a alguien. Y luego alzó su mirada hacia el cielo para bajar sus ojos hacia mi sin mover su cabeza.

 

—Le dije “busca a una igual y haz con ella lo que quisieras hacer con la mujer que te está enloqueciendo” —indicó y al escucharlo no pude evitar abrir los ojos sin creer que haya sido capaz de incentivarlo a una infamia como esa.

 

Se acercó antes de que pudiera reaccionar tomando mi rostro con ambas manos para sin mi permiso revisar mi dentadura, apreté los dientes, pero su fuerza para separar mi mandíbula fue superior, introduciendo sus largos dedos.

 

—Bien, hay colmillos, hay esperanzas —y dicho esto me dio la espalda entrando al castillo—. Tráiganla conmigo.

 

Y los hombres de Gregori me acercaron hacia la puerta, en el momento mismo que me negué a entrar, no pienso quedar en manos de ese desquiciado.

 

—No se oponga a las órdenes del consejo —me habló Gregori—. Ellos la eligieron líder de su clan, ellos pueden también condenarla al encierro eterno.

 

Quise decirle algo, pero las puertas se cerraron a mis espaldas y la oscuridad total me encegueció, me quedé paralizada ante la falta de luz, sin atreverme a dar un paso ¿Por qué cada vez que oscurece debo recordar ese agujero en esa celda en casa de la familia Torres?

 

—Avance, mi señora, los vampiros amamos la oscuridad, no le tememos —escuché su voz sin saber de qué lugar venía—. Es nuestro aliado…

 

Noté que su tono de voz comenzó a cambiar. Retrocedí buscando la puerta, pero no pude llegar a nada, es como si las puertas, las paredes, todo hubiera desaparecido para dejar un gran vacío en el lugar.

 

—¿O no? Amapola…

 

Esa voz… ¡No puede ser! Busqué salir del lugar sin llegar a nada sintiendo sus pasos detrás de mí, y su risa, es él, es él, Marcos. Es una trampa, debí darme cuenta. Y estoy aquí sola, sin Víctor, sin Cristóbal, y sin Aeternus.

 

—No sabes cuánto te he extrañado —habló nuevamente—. Cuantas ganas he querido hacerte mía, sin que ese mocoso entrometido nos interrumpa. Eres mía, eres mía Catalina.

 

Y de repente como si una luz se hiciera presente lo vi, parado en frente de mí, sonriendo victorioso, mostrando sus colmillos, amenazante. Luce más alto e imponente de lo que lo recordaba, y lo peor es darme cuenta de que mis manos tiemblan ¡Es una mierda que aún le siga temiendo de esa forma! ¡Aun cuando he luchado contra él siga sintiendo ese pánico al solo verlo!

 

—Has sido una mala chica —y mi cuerpo paralizado no reacciona cuando me agarra de la nuca acercándome a él—. Te enseñaré como una sirvienta debe atender a su amo.




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