Cruzada de sangre - Linajes #2

Capítulo 30

Contemplo con curiosidad las masas dulces que han traído a la mesa, es la primera vez que los veo, pero lucen deliciosos. Leonor se ríe antes de echarse uno a la boca y luego entrecierra los ojos con gesto divertido.

 

—¿Parece que hoy estas muy feliz? —exclama Dorotea mirándola curiosa.

 

—Sí, hoy es el día que mi hijo nació, nunca lo olvidaré —señaló sonriendo. Y aunque se ve feliz hay tristeza en su mirada, pero antes de invadirse por esa pena se engulle dos masas dulces más—. Algo que es bueno de ser vampiro es que puedes comer y no engordas, todo lo demás apesta.

 

Todos guardamos silencio ¿Qué podría decirle? Según lo poco que nos ha contado es que luego de salir del orfanato tuvo que trabajar como prostituta, se enamoró de un hombre que le prometió sacarla de ese mundo y del cual terminó embarazada. El tipo apenas lo supo la dejó y ella dio a luz a un niño que los servicios sociales se lo quitaron porque abandonada y sola tuvo que volver a trabajar de prostituta. Nunca supo lo que pasó con aquel niño, sin embargo, siempre recuerda el día que nació, aunque de eso ya han pasado más de 130 años.

 

—Feliz cumpleaños entonces por tu hijo —musité alzando uno de los pastelillos dulces.

 

Me sonrió con dulzura antes de imitar mi gesto, pero alzando dos masas dulces. Dorotea, y el viejo Joaquín, el policía, hicieron lo mismo. Son buenas personas, deseo que algún día puedan ser felices a pesar de la tristeza que arrastra cada uno de ellos, y la razón por la que nunca se han sentido ser parte de los vampiros es todo lo que pasó después de convertirse. Conocer sus historias me hace entender de que los métodos no han cambiado nada desde hace mucho tiempo.

 

Esta noche está más fría que las otras, el viento sopla con mayor fuerza agitando la copa de los árboles que danzan obligadas al son de la naturaleza. El viejo Joaquín toma su violín y empieza a tocar una alegre melodía mientras Dorotea y Leonor cantan, cualquiera que los viera pensarían que son una familia.

 

Alzó la mirada notando como el príncipe nos contempla a lo lejos, con expresión tranquila, al darse cuenta de mi atención baja la cabeza, cohibido y abandona la sala. Me gustaría que participara de la alegre velada, pero es claro que él no gusta de ese tipo de cosas.

 

Salí del salón horas más tardes buscando a Volker, necesito intentar convencerlo que me deje ir, por más que me ha dicho que aún no estoy lista para dejarme salir de aquí, necesito volver con los otros, las pesadillas de sangre y muerte han comenzado a atormentándome últimamente, tengo un mal presentimiento que me inquieta, y estoy segura de que aquella figura sin rostro que aparece en mi inconciencia, llorando y que me advierte que me aleje de este lugar, es algo más que la creación de mi propia mente. Escucho a lo lejos el piano del príncipe y a diferencia de las otras veces que parece dejar fluir su rabia y dolor. Ahora parece una melodía triste y melancólica. Trago saliva pasando frente a la sala del piano sin mirar para no interrumpirlo, sin embargo, deja de tocar.

 

—¿A dónde vas tan apurada? —me pregunta sin alejarse de su asiento.

 

—Voy a hablar con Volker —le respondo con sinceridad.

 

—¿Es tanta tu desesperación por ser un vampiro completo?  —me preguntó acercándose a mi lado.

 

Noté su expresión severa, y como respuesta moví la cabeza a ambos lados.

—No, siento que debo volver, me necesitan más allá afuera que aquí.

 

Bufó dándome la espalda, parece molesto. Estoy dispuesta a seguir mi camino, quisiera quedarme y decirle algo que pudiera animarlo, pero es tan difícil a veces tratar con él y me siento tan preocupada por esas pesadillas que por ahora mi prioridad es hablar con Volker.

—Príncipe, yo voy a…

 

—Llámame Philippe —exclamó sin mirarme y luego volteó preocupado—. Disculpa que me enoje así contigo, es que no quiero que un día dejes de lado lo que te queda de humana, no dejes que ser humana es ser débil, es tu humanidad que te hace distinta a ellos, a mí, a cada uno de los que estamos encerrados en ese lugar.  

 

No supe que decirle, la verdad es que sus palabras me han conmovido. Solo lo contemplé agradecida, pensando que decir, y cuando estaba a punto de hablar me tomó del dorso de la mano dejando caer en mi palma un pequeño collar con una piedra azul que parece una lágrima.

 

—Esto es para que no te olvides de nosotros, de mí, de lo que es tu esencia —sonrió y luego lo colocó en mi cuello para mirarme con una dulzura que nunca había visto en él—. Luce muy bien en ti.

 

—Gracias —respondí con sinceridad, es algo que nunca me hubiera esperado del príncipe, pero me anima y me da fuerza para enfrentar a Volker, sin embargo, antes de poder irme me tomó de la muñeca.

 

Alcé mi mirada confundida.

—Quiero que me sigas, si Volker no te deja salir te mostraré como salir de este lugar, pero solo podemos aprovechar a verlo a estas horas, mientras los trabajadores de Volker ayudan a cada interno a volver a su habitación, es cuando más se distraen ¿Quiero que lo veamos ahora? —me preguntó susurrando.

 

Titubeé, no tengo mucha fe que Volker me deje ir, y tal vez es bueno conocer esa alternativa en caso de que me vea obligada a utilizarla, escuchar a aquel ser que me viene a visitar en cada pesadilla, porque su llanto y dolor es tan real que siempre despierto llorando, y es algo que no puedo ignorar, si sigo aquí todo va a empeorar, y habrá más muertos de lo que esperamos.




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