—¡Maldita sea! —grito perdiendo las esperanzas.
Esa mujer no solo me atacó para herirme sino también para tener mi sangre y con ella de seguro ha vuelto a la casona a buscar el corazón de Madeho. La situación es complicada, más cuando todos esos vampiros inocentes están siendo manejados por un vampiro manipulador. Cierro los ojos respirando con dolor apoyada en uno de los troncos de los arboles cercanos sin quitar la mirada de la enorme bestia, que es ahora Philippe.
Aquel hace el amago de acercarse y solo aprieto los dientes esperando un ataque que no sucede. Suspira antes de volver a mirarme.
—Hagamos esto rápido, si dejas de pelear será lo mejor —señaló con seriedad.
—Vaya —respondo antes de sonreír con ironía ¿Me está pidiendo que me entregue a la muerte?—, voy a luchar hasta lo último de vida que me queda, no puedo morir, estoy esperando el regreso de alguien importante para mí y no voy a fallarle de esta forma. No voy a rendirme como un maldito cobarde que tengo frente a mis ojos.
Arruga el ceño dando un violento golpe a unos árboles que rompió en pedazos. Acercándose amenazante, sé que provocarlo no es bueno para la situación en que me encuentro, pero es la única oportunidad para escapar de él. Me muerdo mi propia muñeca tomando parte de mi sangre mientras que el príncipe da un grito lanzándose contra mí. Con la fuerza que me queda doy un salto acercándome y escupo la sangre que tengo en la boca en sus ojos. Da un grito retrocediendo sin poder mirarme restregándose los ojos, corro detrás suyo tomando una de las grandes astillas de uno de los árboles que rompió antes con su furia, me devuelvo con eso entre mis manos directo contra Philippe que aun sin poder ver se tambalea de lado a lado gritando furioso y le atravieso el pecho con el tronco astillado.
Me alejo en cuanto puedo notando como la herida le ha provocado un intenso dolor ya que grita cayendo al suelo. Respiro, cansada viéndolo yacer en el suelo, sé que no está muerto, pero por lo menos me va a dar un tiempo para volver al castillo y detener a Madame. Me pongo de pie apoyada en un árbol y avanzo devuelta, sin dejar de mirar al príncipe que sigue en el suelo con la mirada fija en el cielo, pero estoy tan mareada que no puedo avanzar con la rapidez que quisiera. De la nada Philippe comenzó a reírse cubriéndose los ojos.
—No puedo creer que me hayas vencido de esa forma, he sido un estúpido —señaló sin dejar de reír.
—Philippe, se acabó —musité dolida por verlo comportarse así.
—Mi tonta e ingenua Catalina —no pude evitar quedarme helada al escucharlo llamarme así, solo Marcos me llamaba de esa forma ¿Será solo una coincidencia? — ¿De verdad crees que has ganado?
Y sin esperar respuesta se puso de pie indiferente a la sangre que escupe debido al esfuerzo, y con ambas manos tomó el tronco que le atravesaba el pecho y se lo sacó dando un grito de dolor que retumbó en todo el bosque. Lo lanzó lejos para luego volver a sonreír.
—El poder que Madeho me dio es ilimitado, incluso superior a los líderes más fuertes que han tenido los clanes de vampiro, y te lo voy a demostrar —y dicho esto dio otro grito profundo mientras veo con horror como su cuerpo que ya de por si se ha transformado antes, comienza a convertirse en una criatura más horrenda sacando dos alas carentes de plumas, solo de piel y huesos. Y su grito bestial dio fin a una nueva transformación, que ni siquiera en Sebastián había visto, es un poder que se escapa de las manos de los vampiros.
No puede ser, no podré con esto, aprieto los dientes, su superioridad es demasiada, más en mis condiciones, no quiero resignarme a morir, debo buscar una forma de huir de aquí. Pero antes de siquiera pensarlo, con un movimiento rápido apareció a mis espaldas y antes de girarme me dio un golpe tan fuerte que perdí el sentido unos segundos antes de caer al piso, quedando mi cuerpo entumecido sin poder moverme. Un salto y cayó encima con otro golpe que tampoco pude evitar, y al que ni siquiera pude responder con un grito porque me dejo sin aire. ¿Será que este si será mi fin? ¿He fallado? Madeho se ha salido con la suya, otra vez, apreté los dientes ante la impotencia que me duele más que los golpes que sigo recibiendo sin parar de aquel monstruo. Me tomó del cabello subiéndome a su altura.
—Pensar que podíamos haber hecho una bonita pareja, pero no eres más que una traidora hacia los humanos, Madame tenía razón, no eres de los nuestros —habló con rabia.
—No… no soy traidora… tu eres débil…
—¡¿Qué has dicho?! —gritó fuera de sí, parece que le ha herido demasiado el orgullo que lo haya llamado débil.
—Eres débil, tienes tanto miedo de lo que eres ahora que en vez de seguir adelante eres capaz de entregar tu voluntad a una bruja que te prometió ser lo que eras antes… siento compasión por ti —le dije esto última mirándolo con fijeza y endureciendo mi mirada.
—No eres quien para sentirlo ¡Porque no soy un débil! ¡Eres tú quien está mal! Y por traicionarnos, tu eres quien va a morir, adiós Catalina Alcaraz —dicho esto me levantó a más altura—. Solo hay una forma de matar a un vampiro, cortándole la cabeza.
Tragué saliva, ni siquiera puedo mover mi cuerpo para evitarlo, ¿Qué dirá Víctor cuando descubra que no pude cumplir mi promesa? Alzó sus garras para hacer aquello con que me había amenazado, y solo cerré los ojos agotada porque mi sangre no me dejaba ver. Escuché el ruido, sus garras cerca, pero luego un movimiento rápido, mi cabello moverse ante el aire, y la calidez de unos brazos sosteniéndome.
Abrí los ojos dándome cuenta de que estoy en los brazos de un desconocido, de cabellos blancos y ojos de tono amarillo, que lucen brillantes bajó la gruesa capucha que lleva en su cabeza que no me deja ver parte de su rostro. Sin embargo, su mirada intimida, y por momentos no sé si he caído en buenas manos o no. Dirige su atención a mi tomándome con suavidad de la barbilla y no pude evitar entrecerrar los ojos por el dolor que sentí a su contacto. Luego fijo sus ojos sobre Philippe que no deja de mirarnos anonadados, hay un odio en la mirada del recién llegado que perturba, respiro agitada sintiendo mi cuerpo alertarse como si frente a mi hubiera un depredador asesino. Y es claro que pasa lo mismo por el príncipe vampiro que abre los ojos atemorizado retrocediendo ante el aura maligna del hombre de cabellos blancos.