Entrecerré los ojos ante la luz del Sol. Coloqué mi mano en la frente intentando ver el extenso jardín. Una mariposa dorada voló cerca de mí y la contemplé sorprendida, a pesar de volar con facilidad noté que su estructura es mecánica.
La sigo con la mirada hasta que esta levanta el vuelo hacia las ventanas, veo a Cristóbal que me saluda y le respondo levantando la mano. Estuvo durante meses en Europa y por momentos olvido que ha vuelto a casa. La mariposa se posa en su mano. Lleva unas antiparras de soldadura en su cabeza lo que es indició de que ha estado trabajando en sus creaciones y esa mariposa debe ser una de ellas. Le señalé que bajara para que me acompañara en mi paseo matutino. Sonrió y subiéndose al ventanal dio un salto al vacío cayendo cerca de mí.
—Podrías haber bajado por las escaleras —señalé, fue inevitable no asustarme al verlo saltar así, es algo de los vampiros que aún no me acostumbro con facilidad.
—Es más fácil y rápido de esta forma —sonrió entrecerrando los ojos.
—Yo me pregunto para qué entonces los vampiros tienen escaleras si no las usan —indiqué.
Se rio.
—Porque son elegantes, y por el tiempo, te imaginas que estuviera recién nevando y el suelo estuviera resbaladizo, sí que nos daríamos un gran porrazo —alzó los hombros como si estuviera diciendo algo muy inteligente.
Me reí por su respuesta y lo observé sonriendo al ver como hace volar a su mariposa mecánica.
—Es linda —murmuré pensado en el detalle de cada una de sus piezas para hacer que algo artificial pueda moverse tal como si fuera una mariposa real.
—Y asesina —me contempló con sus ojos brillantes—. Tiene unas patas inyectadas en veneno, así que puedo mandarla asesinar a otros.
—Quito mis palabras entonces —agregué con una mueca.
Volvió a reírse. Pero su risueño rostro repentinamente cambio, se puso delante de mí y levantando un brazo alcanzó a tomar justo dos cuchillos que venían contra ambos. Contemplé perturbada el repentino ataque, más aún porque no fui capaz de presentirlo.
—Es un tipo de presencia que solo un vampiro con mucha experiencia es capaz de percibir —señaló Cristóbal como si leyera mi mente ante la frustración de mi rostro—. ¡¿Quién osa atacar de esa manera tan cobarde?!
Gritó molesto con expresión amenazante sin quitar su mirada hacia el jardín.
—¿Quién eres? —arrugó el ceño mostrando sus colmillos cuando una sombra se movió entre el follaje.
Apareció un hombre con un sombrero de copa sobre su cabeza sin cabello, una larga barba en su rostro y una sonrisa tan irónica que produce un desagradable estupor. Sus vestimentas extrañas de tono oscuras con una gruesa pechera llena de cortes y magulladuras no solo llaman la atención, su brazo artificial es lo que más atrae mi atención. Se sacó su sombrero haciendo una reverencia ante nuestra confundida mirada.
—Mauricio céspedes —Cristóbal tensó su rostro empuñando sus manos y con eso puedo entender que conoce al individuo que acaba de aparecer dispuesto a atacarnos por la espalda.
No puedo evitar contemplar su brazo mecánico, es primera vez que veo algo así. Aquel sonrió con altanería al darse cuenta de mi interés.
—Al parecer nuestra señora nunca había visto algo así —levantó su brazo artificial orgulloso de él.
—Debo reconocer que es la primera vez que veo algo así, usualmente he escuchado que las componedoras de muertos reparan las partes seccionadas de un vampiro, pero no que la reemplazan de esa forma —arrugué el ceño al decir estas palabras más al notar su cínica sonrisa.
—Sí, pero hay ocasiones que esas partes quedan tan despedazadas que no queda otra opción más que utilizar partes artificiales, aunque no me quejo —sonrió mostrando sus colmillos—. Con esta belleza de un solo golpe puedo deformar el rostro de cualquier ser.
Tensé mi rostro desconfiada, no solo por sus palabras, algo hay en la mirada de aquel tipo que intriga, no sé si es la maldad propia de su naturaleza o algo esconde en aquellos ojos de color verde.
—¿Qué haces tú aquí? ¿Cómo has podido entrar a los terrenos del clan cuando nuestro padre te expulso y prohibió acercarte a este lugar? ¡¿Qué pasa con la guardia que te dejo entrar?! —la voz ronca de Cristóbal interrumpió mi análisis.
—Todo a su tiempo, señor Cristóbal, lo principal es que fui seleccionado como el reemplazo de Séfiros, mi deber es proteger a la señora —sonrió ante la estupefacción de quien lo está interrogando.
Si se refiere a mí, es ilógico entonces sus intenciones de atacarme si supuestamente ha venido a protegerme.
—¿Y quién fue el que se dio las atribuciones de tomar esa decisión sin informar a Catalina o a mi sobre esto? —Cristóbal apretó los dientes con molestia, es claro que no le cae bien aquel hombre.
—Fui yo —Víctor apareció a nuestras espaldas con la mirada sería fija en el nuevo reemplazo de Sefiros.
Cristóbal se volteó visiblemente molesto y desafiante ante su hijo, por instante pareció querer tomarlo del cuello de la camisa, pero se contuvo. Ambos se contemplaron severamente. Víctor carraspeó hastiado ante el silencio de su padre.
—Vas a decir a...
—¡¿Cómo puedes poner a este tipo a cargo de la seguridad de tu mujer?! Te olvidas lo que este infeliz le hizo a tu propia madre —le gritó interrumpiendo sus palabras.
Víctor desvió la mirada endureciendo su expresión.
—Lo elegí porque sé que Catalina estará segura... —respondió con tono seco.
—Sabes perfectamente que este tipo... —retrocedió empuñando las manos—. Espero que no sea demasiado tarde para arrepentirte.