Cruzada de sangre - Linajes #2

Capítulo 19

Amaneció sin que hubiera problemas en el lugar, mientras los habitantes se preparan para sus labores diarias, los cazadores y vampiros se disponen a dormir, obviamente en lugares distintos, muchos cazadores no confiaban en compartir el mismo lugar de descanso con quienes podrían atacarlos. Los vampiros en tanto al darse cuenta de esto optaron por tratarlos con altanería asegurando que ni, aunque estuvieran muertos de hambres se alimentarían de sangre de tan mala calidad. Los ánimos no son de los mejores y tanto Francisca como yo continuamente tenemos que andar evitando conflictos llamando a la cordura de ambos bandos.

 

—Lo siento, mi señora —exclamó un vampiro de mala gana—. Pero esos individuos nos miran como si fuéramos los culpables de lo que aquí está pasando.

 

—No es justo —bufó una vampiresa de cabellos claros—. Estamos arriesgando nuestras vidas y nos tratan de esa manera.

 

—Lo sé —respondí arrugando el ceño—. Por ahora mantengan la calma, no les den en el gusto. Al atardecer hablaré con Francisca. Coman algo y descansen.

 

Por suerte los habitantes de este lugar ignoran que somos vampiros por lo que nos han tratado con amabilidad y agradecimiento, ofreciéndonos alimentos que lamentablemente no satisface nuestra hambre, pero traemos suficientes reservas de sangre para aguantar aún más tiempo. Cuando los humanos se retiraron pudimos disfrutar de aquel líquido rojo. Aún recuerdo la primera vez que Cristóbal y Víctor me dieron una copa con sangre y la cual desparramé en el piso asqueada de solo pensar en beberla, ahora se me ha hecho algo tan natural que ya no cuestiono el beber sangre.

 

Luego nos fuimos a descansar también. Rosa guarda silencio, las últimas veces ha estado esquiva y silenciosa, me preocupa, pero es entendible luego de que perdiera a toda su familia. Mauricio en tanto tararea una canción mientras les saca filo a unos cuchillos.

 

—No sabía que utilizabas esas armas —murmuré dirigiéndome a él.

 

Me contempló en silencio antes de sonreír.

 

—Prefiero las armas de fuego, pero siempre hay que andar preparado ante cualquier eventualidad, más aún cuando mi deber es protegerla —respondió con la atención fija en el cuchillo que sostiene en su mano.

 

—Aun no entiendo cuál es el trato entre tú y mi marido —lo observé con fijeza esperando alguna señal en su rostro que pudiera delatarlo.

 

Se rio.

 

—Es un secreto —se levantó de su asiento—. Con su permiso, mi señora, voy a darme una ducha y a descansar un poco. Creo que esta noche tendremos acción.

 

Moví la cabeza preocupada, tengo el mismo presentimiento, el olor a sangre y muerte se siente más fuerte que la noche anterior y eso es señal de que el peligro se ha acercado, lo suficiente para mantenernos alertas.

 

La oscuridad no se demoró en llegar y pronto nos encontramos bajo el cielo nocturno y estrellado con una fría noche. La nieve aún sigue presente a pesar del sol que ha estado durante todo el día. Caminar con nieve derretida no es fácil, pero a medida que pasan las horas y el frio se hace más presente, la blanca cubierta se endurece haciendo que caminar se facilite.

 

Avanzo junto a Rosa y Mauricio por los alrededores del bosque. El silencio es demasiado, es anormal, ni siquiera se escuchan los típicos ruidos de los animales nocturnos, pero ese detalle ya es algo que habíamos notado la noche anterior, nada nuevo.

 

—Sangre —exclamó Mauricio deteniendo sus pasos.

 

Dirigimos la mirada al lugar que observaba, bajo unos árboles sobre la blanca nieve, manchas de sangre la cubren. Mauricio se agacha tomando la sangre con sus dedos y probándola, extrañado se levanta del suelo dirigiendo su mirada a los alrededores.

 

—¿Es humana? —le preguntó inquieta por su silencio.

 

—No, ni tampoco animal —voltea a vernos y sonríe divertido—. Es sangre de hada, creo que hemos caído en una trampa.

 

Y apenas terminó de hablar el piso bajo nuestro pie se hundió haciéndonos caer al vació. Nos separamos al caer en distintos túneles que nos llevaron a distintos lugares hasta que la oscuridad se apoderó de todo y quede ciega sin poder distinguir formas, maldiciendo claro mi nula capacidad nocturna y mis ojos que no son capaces de ver a diferencia de los otros vampiros. Tanteé las paredes notando que es un largo pasillo artificial, paredes de concreto y largos tubos de cobre. Avanzo con cautela hasta que poco a poco la luminosidad de una vieja lámpara de aceite me lleva al centro de una enorme sala cubierta de más tubos y cables y maquinarias desechadas y limpias, demasiado limpias para estar abandonadas, logró incluso ver mi propio reflejo. Al caminar al centro paso a pisar una de las baldosas que se hunde, rápidamente retrocedo esperando una trampa, pero solo se encienden las maquinas haciendo que una enorme lámpara se encienda en el centro de la sala. El ruido es ensordecedor, pero a medida que se mueven las maquinas comienza a disminuir.

 

—Luz generada por una máquina de carbón, una maravilla humana —señala un hombre que aparece de repente en el lugar.

 

Retrocedo de un salto y lo observo curiosa y desconfiada, no logré sentirlo acercarse, aunque el ruido pudo evitarlo, sin embargo ¿Qué hace alguien en un lugar así? ¿En un lugar escondido como este? Es claro que estamos bajo el nivel del suelo, en una especie de cueva subterránea, un lugar que a pesar del frio del exterior se mantiene cálido, de seguro debido a esos enormes aparatos. Colocó mi mano cerca de Aeternus notando la fija atención de aquel individuo a cada uno de mis movimientos, puede atacar en cualquier momento.

 

—Eres un vampiro —exclamo atenta ante cualquier intento de asalto.

 

—Exactamente, mi pequeña humana —respondió sonriendo en forma agradable, no parece peligroso, pero ya antes pasé por algo similar con el padre de Víctor, Sebastián, así que no me fio de él.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.