Me senté en la silla que me acababa de ofrecer Mauricio y entrecerré los ojos escuchando vagamente la conversación de Francisca con los cazadores Chepuma. Aun no puedo quitarme de la cabeza la imagen de Frederick y su hermana Rouse, ambos muertos y degollados representando una desagradable escena burlesca de un rey con su reina. Siento un dolor en el vientre fruto de la culpabilidad que me está consumiendo ¿Acaso sus muertes es culpa de mi presencia en sus vidas? ¿O una coincidencia que nada tiene que ver conmigo? Pero lo primero es lo que me tortura, que aquella vampiresa infame los mató solo porque sabía de alguna forma que yo los había conocido.
—¿Que dices? —levantó la voz Francisca poniéndose de pie interrumpiendo mis pensamientos.
Su rostro exaltado y preocupado se volcó hacía mí, tal vez esperando algunas palabras, sin embargo, guardé silencio, con sinceridad no había escuchado nada de lo que hablaban.
—Una grieta —habló el líder de los Chepuma—. Su tumba de hielo tiene una grieta. Y aun cuando la bruja no ha podido salir de ahí, debes saber lo grave que significa esto.
—Lo sé, claro que lo sé —se llevó la mano a la boca mordiendo la uña de su dedo pulgar con claro nerviosismo.
—Es un espacio suficiente para que algo de su maligna alma pudiera huir —agregó Millaray con la misma seriedad de todos.
—Pero no lo suficiente para causar un desastre mayor ¿O sí? —Luciano, el demonio, cruzó los brazos con seguridad.
—Espero que no... —murmuró Francisca.
—Al parecer no tienes un conocimiento claro de lo que nos estamos enfrentando —habló el líder de Chepuma.
Francisca arrugó el ceño, contemplando al líder de los Chepuma que endureció la mirada tal como ella lo hacía, hubo un claro enfrentamiento entre ambos sin usar palabra alguna. Tensión que bajó cuando la joven Chepuma, Millaray, colocó su mano sobre su líder.
—Peleé con una de sus sombras, se lo peligrosa que es —habló la cazadora tomando asiento impaciente.
—Esta vez es mucho peor, una cosa es su sombra otra es la maldad pura de su alma, un susurro capaz de oscurecer un alma dolida, y usarlos para su propio beneficio —el líder Chepuma tensó su rostro ensombreciendo su mirada.
—Estoy de acuerdo con Aukan —habló la otra mujer Chepuma de larga cabellera negra y ojos almendrados de color verde—. El ambiente desde un tiempo ha cambiado, puedo ser casi imperceptibles para ustedes, pero el aire trae olor a muerte y desgracias. Las aves lloran por la sangre que comenzará a derramarse. Tómenselo para la ligera y esta tierra quedara cubierta de cadáve…
—Railef —la interrumpió Aukan arrugando el ceño sin demasiada severidad.
La joven mujer lo quedo mirando con cierta complicidad y luego guardó silencio.
—Líder de los cazadores —habló el hombre nuevamente dirigiéndose a Francisca. — Espero que comprenda la importancia de esto. Nosotros no hubiéramos venido hasta aquí si no hubiera sido por esta situación.
Se puso de pie y sus compañeros hicieron lo mismo.
—El bosque llora sangre, les advierto, no desprecien su dolor —dijo Aukan antes de seguir hacia la salida de la pequeña casa de madera en donde nos encontrábamos albergados.
Fijé mi mirada en la chimenea hasta que me di cuenta de que uno de los Chepuma sigue aquí y estaba parado a mi lado. Es Millaray, aquella joven mujer de larga cabellera negra que lleva trenzada, con sus ojos marrones y almendrados que se quedaron fijos en los míos. Guardé silencio cohibida por aquella atenta mirada y antes de que cruzáramos palabras me extendió un colgante de plata.
—Sirve para mantener los presagios lejos durante un tiempo —habló—. No acabará con tu destino escrito, pero por lo menos lo mantendrá lejos por un tiempo.
—Gracias —murmuré recibiendo el brazalete de plata en forma de una serpiente que envuelve a una flor.
Pensaba decirle algo más, pero al levantar la mirada ella junto al resto de los Chepuma se habían retirado. Me moví del lugar en que estoy, dispuesta a salir, pero Francisca con voz ronca me detuvo.
—Necesito que hablemos, y me cuentes tu relación con los vampiros que encontraste decapitados —al voltear me encontré con su severa mirada y reaccionando a la misma arrugué el ceño.
—Me dieron asilo durante el tiempo que estuve desaparecida —respondí con sinceridad—. Pero más de ellos solo sé que eran hermanos y miembros de la familia Alcázar.
—¿Alguna idea para que hayan sido asesinados? —preguntó Nicolás alzando la mirada desconfiados.
—No lo sé —desvié la mirada intentando encontrar una respuesta a esa misma pregunta que llevaba horas haciéndomela.
Hasta ahora luego de la calma no he encontrado otro lazo más que la muerte de las familias que vendieron a los Alcázar como esclavos, antes habíamos concluido con Maximiliano de que probablemente el causante de las muertes podría ser alguien que buscaba venganza, tal vez un mismo Alcázar. ¿Pero porque mataría a su propia familia? Crucé los brazos confusa y en silencio me moví de un lado a otro intentando comprender esta situación. Frederick y Rouse habían sufrido tanto como aquel que tal vez buscaba venganza, pero con esto siento que hemos vuelto al principio, sin pistas y sin nada.
—¡Rosa! —llamé y aquella se presentó en el acto—. Necesito tu ayuda.
Me contempló con sorpresa y luego movió la cabeza en actitud obediente.
—Necesito que vayas junto a otros vampiros a mandar una carta a Cristóbal, conociéndolo no se confiara solo con una llamada de teléfono, además que en este lugar no hay conexión para comunicarnos con él de otra forma, voy a escribir en unos momentos, envíala por correo rápido.