La noche despejada, con una enorme y blanca Luna se reflejaba en la nieve que horas antes había caído. La fría y sería mirada de Maximiliano al encontrarse conmigo y luego la reverencia que hizo frente a mí me hizo entender que no estaba de acuerdo de estar en aquel lugar. Dolida en cierta forma, solo le respondí inclinando la cabeza, guardando silencio, buscando las palabras indicadas para hablarle.
—Estoy aquí como ordenó, joven líder —exclamó primero con una sequedad que si en un momento dude que estuviera aquí en contra de su voluntad con esto me quedo claro que así era.
No entiendo como Cristóbal pudo contactarlo y darle mi petición, pero supuse que él sería el único que sabría en qué lugar aquel podría estar oculto, hay una especie de amistad y confianza entre ambos que no logro entender del todos, porque por momentos me da la sensación de que hay ciertos resentimientos de parte del detective hacía Cristóbal. A veces creo que es hacia el vampiro que fue en el pasado en vez del que es en la actualidad.
—Frederick y Rouse ¿Los conoces? —le hablé con tono bajo, entrecerrando los ojos esperando su respuesta.
Alzó las cejas confundido y extrañado arrugó el ceño fijándose en mi rostro, tensó su rostro, tal vez asumiendo que lo que le diré no será para nada de su agrado.
—Son Alcázar, hermanos, una triste historia ¿Sospecha de ellos? —pareció molesto, aunque intentó fingir.
—Están muertos —fijé mi mirada en su rostro, apretando los dientes con rabia que no iba dirigida a él sino a la brusca muerte de ambos.
Y sentí como mi voz temblaba al decirlo, a pesar de que quise que fuera lo más seguro posible. Y al notar que mis ojos se enrojecían desvié la mirada, es algo que varias veces me ha repetido Víctor y Cristóbal, no debo dejar que mis sentimientos nublen mi actitud como Líder, pero no es fácil lidiar con este tipo de sucesos.
—Catalina —señaló Maximiliano consternado alzando su mirada preocupado—. ¿Cuándo pasó eso?
—El mismo día que te mande a llamar...
Tragó saliva y bajó la mirada. Noto desesperación en sus movimientos, ya que se mueve de un lado a otro, poco a poco comienza a calmar. Y vuelca su atención a mí, dolido. Quisiera acercarme a su lado y explicarle con mayor detalle, pero siento que él no está muy dispuesto a aceptarlo en este momento.
—Los mató aquella vampiresa —un frio viento movió mis cabellos haciendo que por un instante guardara silencio—. De una forma... si yo hubiera llegado antes…
—Catalina —habló Maximiliano—. No te culpes de ello, sé que si hubieras podido evitarlo lo hubieras hecho.
Apreté los dientes contemplándolo con fijeza, la nieve levantada por el fuerte viento se interpone entre ambos, aun así, pude ver la resignación en sus ojos.
—Frederick y Rouse fueron un par de hermanos forzados a separarse luego de la acusación de traición a nuestra familia, entregados a manos de enfermos que los hicieron sufrir barbaridades que un niño no debería conocer —tensó su rostro—. Desconozco quienes fueron los causantes de sus torturas ya que muchos de esos documentos fueron destruidos para evitar que los descendientes de los Alcázar pudieran pedir justicia, y muchos miembros de mi familia callaron sin revelar a manos de quienes cayeron, desconozco sus razones.
—Pero tú eras su líder ellos debieron confiarte ese secreto...
—No —me interrumpió negando con la cabeza y sonriendo con tristeza—. Más que un líder fui criado como un niño mimado, el señor de los Alcázar que no entendía el concepto de lo que realmente era ser un guía. Y luego mi egoísmo me llevó a buscar venganza contra quienes habían destruido mi felicidad, no pensaba en los demás más que en mí mismo, solo me enfoqué en mi dolor dejando a los otros miembros solos sin ayuda, sin una esperanza de sanar sus heridas.
Guardó silencio y el viento movió sus cabellos en forma más desordenada mientras se acerca a mi lado.
—Hasta que la conocía a ella, a una humana, a mí... —entrecerró los ojos con dolor—. Ahí recién entendí lo egoísta que había sido, y ahí recién supe lo que significaba el peso de ser un líder, ahí recién comencé a pelear en serio buscando la remisión hacia mi familia, la libertada de los Alcázar, en limpiar nuestro nombre. Pero fue demasiado tarde...
—Pero salvaste a muchos, eso me han dicho, si no fuera por ti los Alcázar aun seguirían pagando la traición de la cual fueron acusados —quise poner mis manos en sus hombros, pero las detuvo con las suyas, sus manos son cálidas y no pude evitar compararlas con las mías que siempre suelen ser muy frías.
—Sin embargo, debo cargar con el dolor de aquellos que no pude salvar —bajó la cabeza sin soltar mis manos y no tuve palabras para darle consuelo.
Fijó su mirada dolida en mis ojos. Apreté los dientes siento que dentro de sí guarda un dolor más grande, una tristeza que si tal vez dejara que se apoderara de él se volvería completamente loco. Aprisioné mis manos a las suyas que aún seguía sosteniendo, fue un impulso, sin pensar en nada más que en mi incapacidad de ayudarlo con su carga. Aun cuando se quedó anonadado en un principio me miró buscando entenderme.
—Ayúdame a acabar con esto, ayúdame a detener estas muertes absurdas —exclamé cerrando los ojos con fuerzas.
Pero antes de que pudiera responderme un grito rompió el silencio de la noche, un grito de horror y dolor, que calaban en el interior provocando que nuestros corazones se alteraran ante cada grito. Maximiliano luego de mirar a su alrededor intentando buscar el origen de aquellos lamentos se echó a correr en dirección del rio. Lo seguí intentando imitar su rapidez y agilidad. Ya los gritos habían dejado de escucharse, pero el olor a sangre se hace más fuerte mientras más avanzábamos.