Cruzada de sangre - Linajes #2

Capítulo 37

Víctor

 

El vehículo avanza mientras todos guardábamos silencio. Cristóbal conduce y su serio rostro parece solo preocupado del camino. Si tan solo Fernando hubiera vuelto, pero aquel se había quedado junto a Adhafera, la hechicera que me ha enseñado a usar la magia, intentando encontrar pistas de en qué lugar Madeho ha ido a esconderse.

 

Suspiré notando la tensión en el aire. Maximiliano contempla el paisaje en silencio, mientras que Ismael va con los ojos cerrados, con expresión molesta, no parece que le caigamos bien, salvo el vampiro detective. Vuelco otra vez mi atención a Cristóbal y este sonríe con cierta malicia.

 

—¿Qué pasa? —pregunta sin mirarme—. Piensas en que tu padre es un hombre muy guapo.

 

Arrugó el ceño molesto.

 

—Tranquilo, Víctor, tú sabes que Catalina se ha esforzado mucho, que ya no es aquella chiquilla indefensa que conociste.

 

Es cierto, lo reconozco, pero aun así quiero protegerla, quiero cuidarla. Hay tanta maldad en este mundo de los vampiros que siento que ella aún no sabe de eso, no sabe de los límites de crueldad a lo que son capaz. No conoció las cosas horribles que hay en esto. Ni siquiera que hasta convertirse en uno de los nuestro fue una tortura brutal, inhumana, tal vez si lo sepa, pero no creo que lo recuerde con exactitud. Cuando Cristóbal en ese entonces me habló de tener un sirviente me negué, vi como muchos humanos murieron reventados, con los ojos salidos de sus orbitas con sus entrañas atravesadas en sus gargantas ahogados por esta y sus cuerpos inertes sobre el charco de su propia sangre. Lo vi, aunque a los vampiros se nos aconseja no hacerlo, yo lo vi, los gritos, la sangre, el dolor. Por eso yo no quería un sirviente, por eso me negué una y mil veces, hasta que al final Cristóbal termino por convencerme, y me arrepiento, aun en mi cabeza escucho los gritos de Catalina, aun los golpes de su cabeza contra el piso en una desesperación de huir de su agonía. Ella no debe recordarlo, no, al recordarla sonreír, al recordar como nos trata con cariño sé que ella no lo recuerda del todo, lo que es normal, casi ningún convertido recuerda con detalles su mutación.

 

Apreté los dientes asqueado ¿Cuánto daño hacemos por sobrevivir? Pero también los humanos lo hacen, devoran, matan, asesinan. Todo ser vivo lo hace, pero no es una justificación.

 

El tráfico denso nos detiene, llegar a la ciudad a estas horas se está haciendo difícil.

 

Las luces de cada edificio, los semáforos, las calles hacen dar cuenta de la vida nocturna de este lugar. De una tranquilidad que envidio, cuantas cosas suceden fuera del alcance de los humanos, ni siquiera saben cuántas veces ha habido guerras que fueron iniciadas por los vampiros u otros seres que se esconden de sus vistas.

 

Cristóbal se dirige a un estacionamiento dejando el auto en ese lugar.

 

—Hubiera sido mejor ir en auto, es menos vistoso, pero avanzaremos más rápido corriendo. Nos encontraremos en la avenida principal, vayan por distintos caminos y corran sin ser llamativos. Víctor quiero que vengas conmigo —agregó con seriedad.

 

Buscando calles poco transitadas e iluminadas avanzamos con rapidez en silencio. Cristóbal se ve más serio de lo habitual por lo que prefiero no hablarle. Sé que ha cambiado mucho, pero me es imposible confiar de la manera como lo hace Catalina, recuerdo mucho su crueldad como para inconscientemente dejarme llevar, y eso es algo que ella nunca ha presenciado y espero que jamás lo haga.

 

—Se que no soy quién para decirte las cosas, no soy un ejemplo en amar a una mujer —habló de repente y no pude evitar pensar en mi madre—. Pero sé que Catalina te ama tanto como tú la amas a ella.

 

Fijé mi mirada en él esperando que siguiera hablando.

 

—Pero no le escondas lo que sientes, díselo, dile que sientes miedo que le pase algo, dile que a veces eres severo porque no hayas como hacerle entender que lo haces por ella. Si no le dices lo que pasa contigo formas incertidumbre en Catalina, haciéndola dudar si la amas o solo la consideras una carga.

 

Bufé, aunque sé que tiene razón. A veces creo que no decírselo es para protegerla, pero no me esperaba que ella sintiera incertidumbre por mi causa.

 

—No creo que este sea el lugar para hablar de eso —exclamé secamente.

 

Cristóbal solo me miró por unos segundos antes de echarse a reír con suavidad.

 

—Lo de cabeza dura no lo sacaste de mí.

 

Quise reclamarle, pero me detuve al contemplar su mirada de nostalgia que se pierde en el vacío. Debe estar recordando a mi madre. Guardé silencio y avanzamos sin dirigirnos más la palabra. No puedo decir que me acomoda llamarlo padre, para mi sigue siendo como mi hermano mayor, tal vez si las cosas hubieran resultado bien entre él y Elizabeth sería todo distinto. Bueno, no vale la pena pensar en ello, es pasado, un triste pasado, pero sacarlo continuamente a la luz no hará que cambie. Aunque entiendo su dolor, ahora que tengo a Catalina llegó entender lo que para Cristóbal significó perder a Elizabeth.

 

—Al fin llegan —reclamó Ismael quien junto a Maximiliano al parecer habían estado esperándonos minutos antes.

 

El detective revisa la zona mientras que el vampiro pelirrojo intenta percibir su prenda. Las personas a nuestro alrededor caminaban con rapidez y preocupados solo de sí mismo, ya que no parecían prestar atención a los cuatro individuos parados en plena avenida buscando como si algo se les hubiera perdido.

 

—Lo tengo —dijo Ismael de repente echándose a correr hacía unos altos edificios céntricos.

 

Lo seguimos con rapidez, hasta que se detuvo frente a un lujoso hotel desde el cual la música en su interior es un claro signo que se está celebrando una fiesta, la fiesta privada de los Torcazal, que para evitar a los asesinos la hicieron en un lugar secreto enviando pocas invitaciones. Refunfuño al notar que aun así no tomaron los resguardos necesarios, el lujo, el ruido y todo, llamarían la atención de cualquiera. Ismael nos indicó que debíamos entrar, pero dos hombres nos detuvieron en la puerta.




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