Cruzada de sangre - Linajes #2

Capítulo 43

Nos quedamos quietas observando los movimientos de aquel desconocido que, con una máscara pálida sin rostro, cuyos ojos, lo único visible no nos quitaba la atención de encima. Sus ropajes negros contractaban con la palidez de su falso rostro. Avanzó levantando a Aeternus en forma amenazante y segura.

 

—Maldita sea —masculló Millaray sin quitar su mirada en el tipo.

 

Apreté los dientes viendo como aquel individuo giraba con agilidad la hoz que tenía en sus manos, sostener a Aeternus en sus manos solo me hizo recordar a Frederick ¿Por qué en estos momentos lo recuerdo? Pero la risa del individuo interrumpió mis pensamientos y antes de siquiera poder pensar en otra cosa se quitó la máscara frente a ambas.

 

—Ya no puedo seguir fingiendo, es claro que lo descubriría, joven líder, y es divertido haber jugado contigo, sin embargo, ya se acabó el tiempo de seguir este absurdo juego del gato y el ratón.

 

¡Frederick! ¿Acaso es él? Las palabras no salieron de mi boca al verlo ahí, frente a ambas, vivo y con una mirada de burla que acrecentó mi dolor al darme cuenta de que había jugado conmigo, tener que cargar con su muerte cuando es él quien ha estado detrás de todo esto ¿O no es así? Ahora entiendo cuando Maximiliano me decía que hay muchos Alcázar que guardan rencor contra el clan. Sin embargo, eso no justificaba lo que estaba haciendo, no lo justificada. Tragué saliva entrecerrando los ojos al sentir mis sentimientos desbordándose.

 

—¿Lloras? —se rio—. ¿Es que acaso realmente te dolió nuestras muertes?

 

No le respondí, no es por ello, es porque no se da cuenta que se ha transformado en lo mismo de lo que busca vengarse.

 

—¿Cuánto has matado por órdenes de Madeho? —pregunté con severidad.

 

Abrió los ojos como si no entendiera hasta que sonrió moviendo su cabeza a ambos lados.

 

—Esto no tiene nada que ver con ella, pero quienes han dañado no merecen vivir felices ¿No lo cree? —y noté su ironía con su pregunta.

 

—Entonces todo lo haces por venganza —señalé apretando los dientes.

 

Su rostro se deformó y la ira pareció apoderarse de él.

 

—¿Quiere saber cuántos? tantos como ustedes mataron a los nuestros ¿Quiere jugar conmigo a las matemáticas? ¡Bien! De los clanes de vampiros serán entre unos treinta y cuarenta, de humanos más de cien y...

 

Al escuchar el número de asesinatos que ha causado no pude quedarme callada, sentí como el calor se subía a mi pecho, más ante la mirada de indiferencia como declaraba el número de muertes que ha causado.

 

—¡¿Y crees que eso es buscar justicia para ti y los niños Alcázar?! —exclamé interrumpiéndolo.

 

—¿Justicia? —fijó sus ojos perturbados en los míos—¡¿Justicia?! Y de que mierda me sirve eso, no, no busco justicia, ni venganza, quiero poder, el poder de estar encima de otros.

 

Moví mi cabeza hacia los lados, me doy cuenta de que no puedo razonar con él, muestra un odio y rencor impenetrables.

 

—No lo lograras, Víctor y Cristóbal no lo permitirán —fijé mis ojos

 

Sonrió con sarcasmo tomando una actitud ofensiva con la hoz Aeternus dispuesto a atacarnos. Piensa utilizar mi propia arma contra mí, sé que las heridas que esta causa son fatales para los vampiros por lo que debo tener cuidado con el ataque que planea.

 

—Ya te has dado cuenta de que morirás en este lugar a manos de tu querida Aeternus, Catalina Alcaraz —y una sonrisa agria apareció en su semblante.

 

—¡Catalina! —gritó Millaray haciendo un gesto.

 

Entendí su idea en ese instante. En el momento mismo en que Frederick se lanzó a atacarnos, esquivamos el ataque separándonos y echándonos a correr en distintas direcciones. Aquel individuo nos quedó mirando sorprendido, pero entrecerró los ojos con ironía moviendo la cabeza en forma negativa.

 

Al alejarme por el pasillo escuchaba los pasos de Millaray por la bóveda que estaba al otro lado, pero luego estas se separaron hasta que me fue imposible seguir sintiéndolas. Al final terminé por llegar a una enorme y húmeda habitación impregnada de olor a muerte y sangre. Avance hasta escuchar leves llantos y quejidos, pero no hay más que extrañas sombras frente a mí.

 

Pero no eran sombras, abrí los ojos sorprendida al ver la cantidad de cuerpos colgando, sin vida, y de criaturas extrañas en una mezcla de humano y animal en cámaras de agua que parecen tener vida, pero por sus rostros parecen sufrir. El suelo cubierto de gruesas mangueras que gotean agua y otros líquidos extraños. Mis pasos retumban en aquel desolado lugar y los llantos y quejidos se callan con brusquedad. Parece una fábrica de criaturas producto de experimentos crueles. Entrecerré los ojos dolida al ver todo esto, todas las víctimas de torturas, resultados de un vampiro enloquecido.

 

—No debería estar aquí —susurró la voz cristalina de una mujer.

 

Desde el fondo del pasillo, con una camisola blanca, Rouse avanzó con lentitud a mi lado, su rostro pálido y su cabello despeinado evidencia que está muy débil y enferma. No confió en eso y por ello en actitud defensiva recojo una vara de hierro del piso.

 

Rouse desvía su mirada con tristeza a las cámaras en donde se encuentran las criaturas humanoides y acaricia el cristal.

 

—Ellos te han estado esperando —susurró.

 

—¿A mí? —le pregunté sin entenderla.

 

—Vienes al fin a liberarlos... eso es lo que murmuran —y sonrió con tristeza fijando sus ojos oscuros en mí.

 

No entiendo bien a que se refiere. Sigo mirándola con desconfianza aun cuando no parece tener intenciones de atacarme. Rouse apoya la cabeza en el cristal fijando su atención en una de las criaturas que parece dormir con los ojos entrecerrados, cuyo largo cabello blanco cubre su rostro pálido y la desnudez de su cuerpo, sus enormes manos, tal como garras de un animal parecen moverse al presentir a la vampiresa. No tiene piernas sino una larga cola similar a una sirena, pero de un aspecto extraño que hace dudar que tipo de ser sea, o si es natural o un ser modificado solo por la búsqueda de algo impensable para mí.




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