Cruzada de sangre - Linajes #2

Capítulo 48

En silencio, dentro del vehículo, observábamos la ceremonia que se lleva a cabo. Aukan junto a los sabios de su tribu dirigen el culto a los muertos llevando el cuerpo de Millaray. Los Chepuma ya han notado nuestra presencia y se muestran reticentes a aceptarnos, no se sienten cómodos por la presencia de vampiros. Lo sé, siento sus miradas de desconfianza sobre nosotros que aún seguimos dentro del auto.

 

—¿Estas segura de esto? —preguntó Cristóbal preocupado.

 

Moví la cabeza afirmando. Víctor me sostuvo la mano con fuerzas.

 

—Sí decides ir, te seguiremos —agregó preocupado.

 

Bajé del auto seguida por ellos en silencio y tal como lo había dicho Cristóbal los cazadores Chepuma se levantaron indignados por nuestra presencia, pero ignorándolos avance hasta el féretro. Aukan detuvo a su familia y con la mirada fija en mi movió la cabeza para que no me detuviera. Me acerqué intentando contener mis lágrimas, y dejé una rosa blanca encima de la tumba. Y luego volví a donde me esperaban los vampiros, en la atención fija de los Chepuma ya no hay odio, pero tampoco se sienten cómodos con nuestra presencia y el rostro de los vampiros tampoco se muestra muy agradable de estar frente a ellos.

 

Me aleje con lentitud.

 

—Joven líder —murmuró Aukan.

 

Y me volteé levantando mi daga que se transformó en mi hoz.

 

—Juro ante Aeternus —exclamé con seriedad—. Juro que Madeho no se saldrá con la suya, prometo que protegeré el mundo por el cual diste tu vida, mi querida Millaray.

 

Mis lagrimas se deslizaron por mis mejillas mientras mantengo la mirada fija en el rostro de Aukan.

 

Y sin esperar reacción suya giré y me alejé subiendo al auto donde me esperaban. No dije palabras algunas y Víctor me rodeó con sus brazos y nos alejamos en silencio saliendo de aquel lugar con el dolor atravesado en mi pecho, con aquella tristeza que me ahoga y con la angustia oprimiéndome. Cerré los ojos. No siempre podré salvarlos a todos, no siempre... No siempre los buenos ganan a los malos. Y me abracé con fuerzas al pecho de Víctor dejando escapar el llanto hasta ahora contenido y su mano se deslizó por mi cabello intentando consolarme.

 

Fin

 

 




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