Lancé las flores blancas desde lo alto de aquel edificio dejando caer los pétalos como lágrimas de una lluvia de primavera. Las luces de la ciudad tal si fueran luciérnagas artificiales le dan un toque de vida, irónicamente, a la oscura noche. El suave viento sopla con fuerzas y el ruido de las bocinas se aleja como si aquel se las llevara consigo a un lugar donde no puedan perturbar la calma de otros seres. Víctor me observó en silencio rodeándome con sus brazos.
—Por ti, Catalina —murmuré aferrándome a los brazos de Víctor sintiéndome culpable, en cierta forma, de lo que le había pasado—, por tu eterno descanso.
—Está haciendo frio —señaló sobando mis hombros y con expresión preocupada—. Entremos.
Hemos venido a este hotel ante la insistencia de Víctor de que debía despejar un poco mi cabeza, olvidarme unos momentos de todo lo que está pasando, pero necesitaba despedir a Catalina antes de girar y continuar hacia adelante.
Nuestra habitación es lujosa, nunca había visto algo como esto, pero él insistió en pagar algo tan costoso. Nos servimos una copa de vino y nos observamos con seriedad. Quisiera tanto poder hablar desahogarme, pero no quiero amargar la noche por mis inquietudes. Me levanta el mentón y sonríe preocupado.
—Esta noche es nuestra, olvídate de todo eso que te tortura —susurró acercando su copa a la mía haciendo un brindis
Lo quede mirando con sorpresa antes de sonreír.
—Salud por nuestro aniversario de matrimonio— sonrió con sus ojos fijos en los míos.
Me levanté de golpe contemplándolo anonadada, con todo lo que ha pasado lo había olvidado. Tragué saliva hasta que sentí la risa de Víctor. Volteé hacia él y entrecerró los ojos con gesto dulce extendiendo su mano hacía mí.
—No te preocupes, no importa que lo hayas olvidado, que estés aquí conmigo es todo lo que necesito —tomó mi mano y me llevó a la cama en donde me abrazó.
Observamos nuestro reflejo en los enormes ventanales de la habitación. Nuestras miradas se detienen una en la otra. Víctor levanta su copa hacia mi imagen, hago lo mismo y bebemos en silencio.
—Me gustaría que nos quedáramos así, para siempre —me susurra al oído.
Cierro los ojos disfrutando de su calidez y la tranquilidad que siento en sus brazos. La habitación permanece con las luces apagadas, desde los ventanales la luz de la Luna llena es suficiente para los dos. Suficiente para disfrutar la compañía de uno con el otro, suficiente para el beso que borra toda la angustia de mi pecho.
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—Vamos a bailar —exclamó Víctor saliendo de la ducha.
—¿Bailar? Yo no sé —respondí sin ganas aun enrollada en las sabanas, quisiera evitar a toda la gente y solo quedarme ahí contemplando el cielo nocturno.
—Yo te enseñaré —habló animado, desvié la mirada ante su insistencia, bailar es de una de esas cosas que en realidad no me apasionan.
Por ello solo moví la cabeza en forma negativa y me tapé con las mantas de la cama hasta la cabeza.
—Prefiero quedarme aquí a descansar y dormir —exclamé.
Se rio, acercándose a mi lado y destapándome la cabeza mientras coloca su mano sobre mi cabeza.
—Sí que eres bastante divertida —agregó con ironía dándome un beso en la frente—. Además, es una fiesta de máscaras, o sea si bailas mal y haces el ridículo nadie se dará cuenta.
—Vaya consuelo —crucé los brazos.
—Vamos arriba, ve a darte un baño y a vestirte —me extendió la mano—. Es hora de divertirnos.
Suspiré, la verdad es que mi idea de descanso es dormir no bailar, pero aquí estoy, vestida con un magnifico traje que Víctor me regaló de tono amarillo, con el cabello tomado y una máscara del mismo tono, mientras él viste un traje muy elegante. Solo engullo algunos canapés con expresión poco agradable que al parecer no se nota a través de la máscara. Siento la mano de Víctor deslizarse por mi espalda y tomarme de la cintura a la fuerza.
—¿Te gusta? —me susurra al oído.
—Pues preferiría aun estar en la cama comiendo helado —le repliqué.
—Vaya panorama más amargado ¿Desde cuándo la chica tímida y llorona que conocí se convirtió en la mujer quejosa que sostengo de la cintura? —me contempló con fijeza a través de su máscara.
Se ve guapo, no puedo negarlo e incluso llama la atención del resto de las mujeres del lugar. No pude evitar sentirme cohibida por esto mismo, más cuando sus ojos oscuros siguen fijos en los míos.
—Desde que me di cuenta de que si seguía así tarde o temprano iban a matarme, además con mi puesto actual como líder del clan no puedes es…
Me tomó del mentón deteniendo mis palabras, confundida lo miré sin saber sus intenciones hasta que me besó, me quedé anonadada pues su beso apasionado nubló mis sentidos en ese momento. No puedo creer que a pesar del tiempo que llevamos casados aún tiene esa habilidad de atolondrarme con un beso.
—Ahí está mi Catalina —me susurró al oído—. La mujer que pierde el habla con mis besos.
Lo contemplé avergonzada a punto de reclamarle cuando la música nos llamó la atención a ambos. El salón de baile es maravilloso, extenso, decorado con muchas luces en varias lámparas de lágrimas, cortinas largas de color crema. El piso limpio y pulcro de tono rojizo hace bueno combinación con el color pálido de las paredes. Las Mesas y sillas cubiertas con finas telas y elegantes platillos dulces y salados decoran a cada una de ellas.
Todos los invitados visten elegantes y están usando mascaras como es el tema de esa noche y cuchichean entre ellos mientras otros bailan. La música suave y lenta es tocada por un grupo de músicos que visten de traje.