Cruzada de Sangre - Presagios #3

Capítulo 8

El camino a la soledad y desolación es algo que ya conozco, tal vez no tanto como Víctor porque en mi vida conté con papá, mamá y un hermano que me quiso cuando fui una humana, pero fuera de mi hogar el mundo que me rodeaba me empujaba a un lado, hacia ese camino de quienes vivimos fingiendo indiferencia aun cuando quisiéramos muchas veces no estar en este lugar.

 

Me incliné mirando fijamente a la chica que hay frente a mis ojos, el reflejo de mi propio rostro a través del cristal de la ventana del vehículo como si buscase en ese confundido semblante alguna respuesta a lo que alguna vez fue la vida de Emilia, a su naturaleza, a la mía, y a ese gusto de matar que había insinuado Marcos. Solo he bebido directamente sangre de Víctor cuando me salvó de morir en manos de mi hermano, pero no puedo negar que ansio sentir nuevamente la sangre tibia de esa misma manera. Me mordí los labios tratando de controlar esa ansiedad.

 

— Siempre que estas tan callada siento que me escondes algo — murmuró Víctor sin despegar su mirada del camino mientras conduce camino a casa. — ¿Por qué sufres sola y no me dejas entrar a tu mundo para acompañarte en tu dolor?

 

Lo contemplé en silencio y sonreí levemente, en cierta medida es grato notar que se de cuenta que algo me pasa, pero no quiero angustiarlo con ese asunto. Muevo mi cabello incomoda y dirijo mi atención al paisaje que se visualiza a través del vidrio.

 

— Solo estaba sumida en los recuerdos del pasado — trató de sonreír pero mi mirada se detiene en la cinta que llevo amarrada en la muñeca de mi mano derecha.

 

Es la cinta que Daniel me entregó y colocó en ese lugar cuando me retiraba de la reunión, es la última que utilizó Samanta el día que fue asesinada, esta vieja y maltratada. Siento dolor al ver aquel objeto que fue testigo mudo de aquel crimen. "Ella quería que la tuvieras contigo" me indicó Daniel en ese entonces entregándomela antes de que pudiera entender sus palabras.

 

Víctor me observa preocupado, pero un fuerte golpe en la parte superior del vehículo hace que frene con brusquedad. No alcanzamos a descender cuando vemos como aparece la figura de una mujer frente a nosotros. Descendemos de inmediato, aunque Víctor me indica que vuelva al auto.

 

—No podía creerlo hasta que lo veo, así que Rómulo de verdad te has metido con Emilia —se rió una mujer que apareció frente a nosotros—. La misma mujer que odiabas, ahora es la misma que calienta tu cama. ¡Vaya Rómulo que has caído bajo!

 

Los cabellos grises y desordenados no dejan ver su rostro con claridad, solo sus labios rojos, como los botones de las rosas de un jardín, dibujan una sonrisa irónica. Lleva un vestido ceñido a su cuerpo y de color negro, gastado, de mangas anchas y un oscuro cinturón de cuentas negras. Más collares en su cuello y varias pulseras extrañas en sus muñecas. Anda descalza pero esto al parecer no le incomoda.

 

—Sabiamos que habías huido de tu tumba de hielo, por lo estaba esperando que aparecieras en cualquier momento —Víctor arrugó el ceño.

 

— No, y sí, soy solo la evidencia de la bruja, o sea solo su sombra, la bastarda de los cazadores dejo mi cuerpo muy dañado para aun poder usarlo con libertad pero mi sombra se encargará de ayudarme a recuperar mi poder. Tú y yo como antes, ese poder tuyo y el mío acabará con todo lo que existe.

 

Víctor la observó fijamente, sus ojos claros se mantuvieron atentos a sus movimientos, empuñó las manos y comenzó a reírse inesperadamente.

 

—Vaya, sombra o no sigues igual de estúpida, si quisiera destruir el mundo no te necesitaría —sonrió con crueldad.

 

—Víctor —murmuré mirándolo preocupada y su maligna expresión se suavizó.

 

—No son mis intenciones, no destruiré el mundo que me dio la posibilidad de conocerte  —me habló tomando mi mano con sinceridad.

 

—¡Que repugnante! te enamoraste de Emilia... —replicó la mujer arrugando el rostro con asco.

 

—¡No confundas a esa tipa con Catalina! —la interrumpió con rudeza apretó los dientes molesto.

 

¿Escuche bien? Víctor odia a Emilia, pero si ambas somos la misma persona eso no es lógico. No sé qué pensar, por su semblante es claro que siente rencor hacia Emilia pero ¿Por qué? Si ambos se hirieron de muerte mutuamente antes de morir.

 

—Siento tanto odio hacia Emilia como amor siento por Catalina —agregó sin despegar su atención de la mujer.

 

—Que gracioso ¡Pero si son la misma persona! —su risa chillona y molesta es espeluznante.

 

—No lo son —le responde Víctor con mayor seriedad

 

—Misma alma, distintos cuerpos. Distinta coraza mismo contenido —empieza a elevarse en el aire con los piernas juntas y los brazos abiertos, sin borrar la expresión burlesca con que nos observa—. Sí que eres muy divertido, amor mio ¡Idem corpus, eadem anima!

 

Sentí que un fuego que no me quemaba me invadía y cuando este se alejo había algo extraño. Ya no llevaba mi ropa encima sino que un vestido del estilo de la época victoriana, un vestido color crema ceñido, con vuelos y cola abultada, toco mi cabeza notando el sombrero de cintas que cae sobre mi cabello castaño y ¿ondulado? además mi cuerpo es diferente. Retrocedí con rapidez observando mi reflejo en el espejo del auto ¡¿Que ha pasado?! ¡Soy Emilia! ¡Es el mismo rostro del retrato que me mostró Alejandro! ¿Qué significa esto? Me detengo estupefacta al levantar la mirada y encontrarme con la fría expresión de Víctor, con un odio en sus ojos que me obliga a retroceder.

 

—¡Ahora es Emilia! —sonríe la bruja—. ¿Sigues pensando que es el amor de tu vida?

 

Tomo la daga Aeternus y tenso mi cuerpo, mis intenciones son atacar a esa mujer. No sé si realmente es una bruja como ella misma lo señaló, aunque esto es un hechizo y eso es evidencia de que es muy probable que lo sea, si es así mi única opción es atacarla para romper este encantamiento. Observo la distancia en que se encuentra, si logro apoyarme en los arboles cercanos podre impulsarme y alcanzarla con mi hoz. Apenas saco la daga Aeternus se transforma, arrugo el ceño y corro hacia ella, pero repentinamente Víctor me empuja reteniendo mis brazos contra el vehículo ¿Acaso me ha desconocido o piensa que soy Emilia? Su mirada fría y penetrante se detiene en la mía, respiro agitada sin saber qué hacer, debido a mi condición actual no puedo hacerle frente. Apreté los dientes intentando pensar cómo puedo salir de esta situación.




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