Cruzada de Sangre - Presagios #3

Capítulo 10

El leve zumbar de las abejas que pululan por el jardín interrumpieron mi lectura por unos momentos. Los meses han pasado y la primavera poco a poco comienza a avanzar haciendo al invierno retroceder, las flores se abren despertando ante el tibio Sol que aleja el frío de cada mañana.

 

Cerré mi libro y me concentré en las abejas que danzan sobre las flores en busca de polen, de su vuelo armonio y celoso frente al polen cargado que esta frente suyo.

 

—¿No tienes algo de hambre? —me pregunta Cristóbal apareciendo a mis espaldas.

 

Doy un leve salto ante la inesperada sorpresa, estaba tan concentrada en las abejas que no había notado su presencia, el embarazo ha aumentado mi olfato, mi sensibilidad pero disminuyo mi estado de alerta. Cristóbal sonrió con gesto culpable por haberme asustado.

 

—Te traje unas galletas —indica mientras me pasa un plato—. ¿Y cómo esta mi nietecita? ¿Hoy ha sido muy traviesa?

 

—En la mañana estuvo algo inquieta pero ahora parece que duerme —señalé con una leve sonrisa.

 

—¿Víctor se pasará el día otra vez encerrado en la biblioteca? —me preguntó acariciando mi vientre que ahora está más voluminoso.

 

—Creo que sí —suspiro.

 

Víctor está seguro que en algún libro de hechicería encontrará la forma de detener mi destino. No sé si me gusta que se concentre tanto en esto aislándose de esta manera, preferiría que se quedara a mi lado, que compartiéramos junto esta etapa. Por otro lado lo entiendo, también haría lo que sea si supiera que él podría fallecer. Pero me preocupa que intente involucrarse con magia peligrosa cuando fue este poder el que uso su vida anterior para intentar acabar con los seres vivos.

 

Las horas avanzan, con una lentitud que por momentos parece que intenta calmar la pesadumbre de lo que viene en camino. Tal vez me he resignado a mi estado o mi cansancio no me dan tiempo de seguir lamentándome cual Magdalena llorando en cada rincón.

 

Camino por la casa sin rumbo fijo, quizás llevada por mi inconsciente, observando curiosa las pinturas en las paredes. Me detengo frente a la biblioteca en donde se encuentra Víctor, no es algo que me propuse pero debo seguir mi impulso.

 

—... ¿Víctor? —pregunto.

 

No hay respuesta.

 

—¿Estás ahí? —vuelvo a preguntar.

 

Como no hay respuesta abro la puerta y entró a la biblioteca, la oscuridad me enceguece por unos segundos. Hay libros revueltos en cada rincón, tazas de café, papeles, etc. Sobre el escritorio, cerca de la ventana con las cortinas cerradas, Víctor duerme. Me acerco suavemente acariciándole el cabello y luego depositando un beso en su frente, está cansado ya que ni siquiera se ha percatado de mi presencia.

 

Sin embargo hay algo extraño y al observar a mí alrededor notó que hay demasiado silencio, debería siquiera sentirse por los alrededores los pasos o voces de Mauricio y el resto de vampiros que hacen guardia alrededor del lugar, solo el sonido de la aguja del reloj arrastrando su tic-tac interrumpe el soledad. Veo una sombra atravesar la ventana y dirigirse contra mí, de inmediato tomo la daga Aeternus y alejo al intruso de un solo ataque, retrocede ágilmente y me observa con seriedad cuando la luminosidad llega a su rostro.

 

—Si no fuera porque tus movimientos son más lentos a causa de tu embarazo no hubiera podido evitar tu ataque y estaría herido de gravedad —señaló contemplándome con sus ojos grises.

 

—¿Nicolás? —le pregunto sorprendida por su brusca visita—. ¿Que haces acá? 

 

Como respuesta solo me contempló en silencio con actitud preocupada.

 

—¿Cómo pudiste pasar a Mauricio y sus hombres otra vez? —arrugo el ceño cruzando los brazos.

 

—Fue bastante fácil —respondió entrecerrando los ojos con una especie de malignidad propia de él—. Tal y como si estuviera jugando con preescolares.

 

—Tu no...

 

—No te preocupes —me interrumpió—. Mis intenciones no son asesinar a alguien en este lugar, ellos están "durmiendo" solamente. Solo he venido a entregarte esto.

 

Me entregó un sobre en blanco sin letras ni postal.

 

—¿Qué es eso? —le pregunté recibiendo la curiosa misiva.

 

—Francisca te la envía, es sobre la espada negra —responde y luego sonríe levemente observando más allá de mí—. Si que has madurado, pequeño Víctor, ahora eres capaz de repeler mi poder. Pensé que estabas dormido bajo mi influjo.

 

—¿Víctor? —preguntó sorprendida y más aun al verlo de pie.

 

—Noté tu presencia apenas habías entrado a terrenos del Clan —respondió con dureza—. Pero te ignoré debido a que tuve fe que los guardias te detendría pero me equivoque.

 

—Soy un demonio ¿lo olvidas? los vampiros son simples juguetes comparados a nosotros —respondió levantando sus cejas.

 

—¿Quieres apostar que estas equivocado? —preguntó desafiante.

 

—Con gusto —respondió con la misma actitud.

 

—No es tiempo para esto —indiqué llamando la atención de ambos, porque mientras ellos discutían yo leía lo que Francisca había escrito en la carta—. Han encontrado a cazadores asesinados, sus cabezas fueron cortadas pero el corte fue inusual, algo no propio de un arma común, dejando un aura de magia oscura según señala Francisca dicen que hay solo un arma que provocaba esos cortes tan perfectos y que dejan la piel como si hubiera sido quemada...—levanté mi mirada deteniéndome en los ojos de Víctor —Creen que es la culpable es la Espada Tenebris.

 

—Pero eso es imposible... —señaló Víctor arrugando el ceño—. Esa espada la tengo en mi poder.

 

Dicho esto salió de la sala con expresión furibunda, luego de unos minutos volvió con una tela roja de seda fina dentro de la cual esta una funda negra con detalles en oro y en ella la espada Tenebris. Nicolás arrugó el ceño preocupado.




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