Víctor
"Y tu sonrisa fue como la luz en aquel oscuro laberinto llamado soledad"
—Catalina ¡vamos corazón! quédate conmigo —clamé sosteniendo su cabeza cerca de la mía.
La sangre escapa inevitablemente desde su boca y sus ojos marrones están fijos en los míos mientras las lágrimas recorren sus mejillas. Su mirada se empieza a alejar de la mía y sé que es la muerte quien comienza a alejarla de mi lado. Intento que siga mirándome y veo que mueve sus labios como si quisiera decirme algo pero solo salen quejidos débiles.
—Saldremos de esta, aguanta, debo detener la hemorragia —me maldigo al sentir que mis lagrimas empiezan a nublar mi vista, se que está agonizando en mis brazos sé que me miento al decir que todo saldrá bien.
Sostengo su mano y siento la presión de sus delgados dedos a la vez que comienza a convulsionar y la abrazo con fuerza sin creer en la pesadilla que estoy viviendo.
—Ya pasara el dolor, amor, ya dejarás de sentirlo —¿Por qué me estoy resignando a esto? es como si en el ahogo de mi agonía le estuviera pidiendo a la muerte que acabe con su sufrimiento.
Y es así como su mano suelta la mía, como su cuerpo deja de ser invadido por violentos temblores, su mirada se pierde en un lugar inalcanzable, y en que mi alma se destroza. Un llanto desesperado invade mi pecho, una mezcla de dolor e injusticia que parece burlarse frente a mí. Y gritó sin importarme que puedan escucharme, con ganas de que todo sea una mentira, que despertaré en cama y Catalina estará a mi lado dándome los buenos días...
Me aferró a su cuerpo sin vida, ya no puedo gritar más, Catalina ya no me escucha, la sangre sigue fluyendo de su herida abierta por la sombra de la espada Tenebris, esta maldita arma me ha robado todo lo que tengo en esta vida, lloró con desconsuelo sin soltarla, puedo escuchar los pasos de Francisca y Nicolás que acaban de llegar corriendo, pero es como si estuvieran lejos de nosotros. La contempló y acarició su rostro cerrando sus ojos abiertos palpando sus lagrimas, y sin creerlo me detengo estupefacto en mis dedos impregnado con ellas, apretó los dientes con rabia por no haber logrado haberla protegido ¡Soy un estúpido!
—Se lo merecía... esa mujer ha tenido lo que se merece — balbucea Astherus un poco inquieto ante mi agonía, como si no se esperará esta reacción de mi parte—. Esa tal Emilia asesinó a mi novia en la guerra que hubo hace tiempo atrás... se merece todo lo que le ha pasado
Levantó mi mirada furioso, siento un odio incontrolable que no quiero detener.
—¡Ella es Catalina no Emilia! No tiene por qué pagar por los crímenes que cometió su vida anterior — le grito levantando mi mano contra él y lanzando su cuerpo contra la pared con tanta fuerza que cayó al suelo inconsciente.
Siento un rencor enorme que me está ahogando.
—Víctor —murmura Cristóbal e intenta acercarse.
—¡Déjenme solo! —les grito fuera de sí, se que intenta calmarme—. ¡No quiero herirlos! déjennos solos...
No se retiran pero se quedan en silencio aunque sus sollozos son difíciles de ignorar. Vuelvo a contemplar a Catalina. Como iba a pensar que me la arrebatarían de mis manos tan pronto, si es como si fuera tan solo ayer cuando la convertí en una de nosotros, y el recuerdo de su mirada de terror de la cual me arrepiento hasta hoy. No fui un buen amo, era caprichoso y egoísta culpándola de mi error, Catalina aun así intentaba vivir, aun cuando no fui de mucha ayuda y su único apoyo era mi padre. Nos casamos y mi egoísmo nuevamente la culpé a ella, y tuve miedo cuando me di cuenta que comenzaba a amarme, más aun al notar que mis sentimientos eran iguales que los de ella pero me negaba y la rechacé haciéndola miserable, si tan solo pudiera volver y tratarla de la forma como se merecía y no temer amarla con libertad como lo hice la primera vez que hicimos el amor. Di dos puñetazos al suelo sin importar como sangraba mi mano.
Es injusto, porque cuando amo a alguien siempre debo perder a esa persona. Dobló mi cuerpo llorando casi a gritos frente a Catalina. Intenté salvarla pero el destino le gusta ensañarse conmigo, vida tras vida, condenándome a la soledad y haciéndola sufrir hasta sus últimos minutos. Si nunca me hubiera cruzado en su vida de seguro seguiría viviendo, tal vez se hubiera casado y hubiera tenía hijos, una vida tranquila como ser humano. Me levantó del suelo sosteniendo su cuerpo y camino en silencio afuera de este lugar. Mi padre me observa dolido pero rehuyó su mirada, lo mismo hago cuando Francisca hace el intento de hablarme. Me siguen en silencio y es tal como si no fuera yo quien dirige aquella triste procesión.
Observó a mi hija llorar inquieta y me es difícil no pensar en Catalina que vendría a tomarla en sus brazos y hablarle con cariño tratando de consolarla. El vacío de su existencia es una tortura, aquella habitación parece lamentarse por su ausencia. Tomó a mi bebé e intento tranquilizarla pero las lágrimas cubren mis ojos y no hay sonrisa paternal en mi dolido rostro.
—Tranquila mi chiquita —murmuro—. Se que quieres a tu mamá pero ella ahora se ha vuelto un ángel... también la extraño.
Dos golpes en la puerta me hacen secarme las lágrimas y tratando de sonar tranquilo respondo.