Cruzada de Sangre - Presagios #3

Capítulo 20

Las gotas de agua caen una a una a pesar de que ya he cerrado la llave del agua. Observó mi rostro en el espejo y luego desvió mi dolida mirada no quiero ver esa tristeza que mi semblante no quiere ocultar. Seco mi rostro tratando de que mis sentimientos no se desborden tal cual como si se tratara de una pequeña taza a punto de derramar su contenido.

 

—Cat —murmura Rosa pegada a la puerta del baño que esta cerrada—. Cristóbal quiere hablar contigo.

 

Arrugó el ceño con preocupación antes de responderle, Cristóbal quedo muy mal herido por el ataque de Víctor y apenas podía hablar hasta ahora, sin embargo el tono de voz amargo de Rosa retiene el alivio que pude sentir por unos momentos al saber que ya se siente con fuerzas.

 

Abro la puerta y la mirada de de Rosa se detiene en mi rostro, hay dolor, preocupación y desesperanza mutua tal como si una fuera el reflejo de la otra. Le tocó el rostro con cariño y le trato de sonreír.

 

—¿Como esta? —le preguntó haciendo referencia a Cristóbal, tratando de aparentar tranquilidad.

 

—Él está bien... —pero su gesto pareciera decir lo contrario. Aprieta los ojos y solloza—. Pero el ataque lo hirió demasiado... le ha costado recuperarse a pesar de ser un vampiro.

 

Desvió la mirada tensando mi semblante. Luego vuelvo a mirarla y trato de sonreírle.

 

—Tranquila, él no dejaría sola a una mujer tan linda como tú.

 

Se sonroja a pesar de su tristeza.

 

—Pero ¿Cómo?

 

—Me he dado cuenta de la forma cariñosa como Cristóbal te mira —le sonreí.

 

—Estamos juntos desde hace tres años yo no quería decírtelo porque pensé que.... —titubeó sin terminar sus palabras y sus ojos cansados parecieron perderse en el pasillo.

 

—Me alegro por ambos —le sonreí y Rosa volcó nuevamente su atención en mi—. Ahora vamos con él.

 

La pesadumbre que ambas sentimos nos obligo a guardar silencio y el eco de nuestros pasos parecen ser tragados por el vacío. Los ojos azules de Rosa caen hacia el suelo buscando tal vez un consuelo inexistente.

 

—Cristóbal es fuerte —señalé dirigiendo mi atención al tejado—. Siempre lo ha sido.

 

Me contempló musitando suavemente "Gracias" no se si porque realmente creyera en lo que acabo de decirle o por mis intentos de animarla. Nos detuvimos frente a una gruesa puerta de madera, la cual rechinó ruidosamente al abrirla.

 

—Abuelito, no nos dejes —murmuró Millaray con la cabeza apoyada en el regazo de Cristóbal quien le acariciaba el cabello con dificultad.

 

—Cat... — indicó apenas notó nuestra presencia, sonriéndome como si fuera capaz de embargarme con esa especie de tranquilidad suya que para mí siempre fue un consuelo.

 

—Mamá... — agregó mi hija con tristeza.

 

Acaricie el cabello de Millaray quien se aferró a mi cintura, por muy pequeña que sea se da cuenta de lo mal que esta Cristóbal.

 

—Pueden dejarnos solos por unos momentos — señaló Cristóbal con esfuerzo.

 

Rosa respondió con una inclinación y luego sonriendo se acercó a Millaray.

 

—Vamos —agregó con un dulce tono de voz.

 

Titubeó, no parece muy dispuesta a retirarse pero al final, en silencio, salió detrás de Rosa.

 

Cuando ambas salieron Cristóbal intentó incorporarse pero el dolor lo detuvo.

 

—No te esfuerces —hablé mientras lo ayudaba a acostarse.

 

—Cat, estoy muriendo —sonrió entrecerrando los ojos.

 

—No digas eso —moví la cabeza a ambos lados con angustia.

 

—El ataque que recibí es un hechizo que no solo te ataca externamente sino que envenena la sangre. Es por eso que necesito pedirte un enorme favor. Que vayas por mi —colocó su mano encima de la mía—.  A las cercanías del gran árbol que vimos anoche, busca un rio y síguelo hasta estar cerca de una cueva, ahí te encontraras con mi espía.

 

—Pero ¿Ese veneno es tan mortal para matar a un vampiro? —lo contempló preocupada y dolida al notar lo que Víctor intento hacer conmigo.

 

—O tal vez la edad esta afectándome —se rió con esfuerzo —.Él espía tendrá el antídoto de mi mortal herida, lo sé —agregó confiado—.  Ve... —cerró los ojos con dolor—. El tiempo se me acaba, y no le digas nada a Rosa y a Millaray.

 

—¡Sí! —no había tiempo para preguntarle más respecto a ese espié.

 

Tomé corriendo la daga y salí pidiendo un caballo.

 

—¿A dónde vas? —me preguntó Fernando al ver que estaba subiendo a la montura.

 

—No puedo decírtelo por ahora, volveré enseguida.

 

Y antes de que me detuviera galope a gran velocidad a través del pueblo, aun es de madrugada así que no hay muchas personas en las calles. Luego atravesé la entrada hacia el bosque. Deje al caballo amarrado a un árbol mientras me impulsaba con rapidez tratando de esquivar el suelo pantanoso.

 

Seguí el largo rio azulino que se encontraba al fondo del bosque, cubierto de plantas en sus orillas, hasta encontrar la enorme cueva que detuvo mi camino. No hay nadie en el lugar, pero confio en la palabra de Cristóbal.

 

En eso apareció una joven mujer que me quedo mirando espantada, no se de que criatura se trate ya que sus orejas puntiagudas no las había visto antes. Sus largos cabellos castaños caen ondulados y amarrados en una cola. Llevaba un traje de color verdoso y largos pantalones de color marrón. Fijó sus ojos azules titubeante en los míos.

 

—¿Donde está Cristóbal? —preguntó turbada e intranquila.

 

—No está muy bien, por eso me pidió que viniera en su lugar —le respondí arrugando el ceño.

 

—¿Y porque precisamente tu? —se mordió los labios molesta—. Ese Cristóbal me las va a pagar... —se movió intranquila—. En fin, sé que no hay mucho tiempo toma aquí está el antídoto, que se lo tome de inmediato.




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