Cruzada de Sangre - Presagios #3

Capítulo 27

Su semblante serio y sus ojos fríos y severos se detuvieron en la mesura de mi rostro. Cruzó sus manos encima de la mesa de su escritorio contagiándose con mi seriedad.
 

—No me interesa, no peleare por vampiros que han bajado su cabeza ante los humanos  —señaló finalmente levantándose y dando un fuerte golpe con las manos abiertas encima del mueble de madera.
 

—No te salvarás de morir, si no detenemos a la bruja todo ser vivo de este planeta estará condenado —repliqué mientras Marcos abre la puerta de su despacho indicándome que me retirara.
 

—Tal vez es lo mejor, esta vida no me ha dado nada que valga la pena para que me arriesgue a morir. Incluso cuando creí que tenía algo me lo arrebató de las manos —me contempló fijamente endureciendo su mirada—. Tu destino siempre fue estar al lado del hombre que en tu vida anterior mataste, que ironía —sonrió con tristeza.
 

—No creo en el destino solo en la coincidencia. Además no seas injusto, no puedes pedir amor cuando te has pasado la vida hiriendo y dañando a otros...
 

—Cristóbal si lo hizo —me interrumpió con fastidio.
 

— Pero pago muy caro por su egoísmo, tuvo la muerte del ser amado hacerle entender eso —señalé sin mirarlo.
 

Marcos titubeó y cerró la puerta con un fuerte portazo acercándose a mi lado hasta sentir su aliento en mi rostro. Levante la mirada con una leve rebeldía en contra de la adustez de su semblante. Nos quedamos mirando en silencio.
 

—Sí, soy un egoísta —dijo apretando los dientes—. Y por eso elijo morir así. No gastaré mis energías en salvar a humanos, hadas y patéticos vampiros.
 

Levantó su mano con intenciones de tocarme pero titubeó y retrocedió volcando su atención a la puerta en donde dejo escapar un golpe de puño.
 

—Lo único que puedo ofrecerte es que descansen y coman algo, pero después de eso deben irse —sus ojos se mantuvieron en los míos hasta que yo misma incomoda y molesta baje la cabeza— ¡Olivia! Lleva a la señora a darse un baño y pásale ropa limpia.

Ordenó a una de sus sirvientas antes de alejarse e irse por uno de los pasillos de aquel lugar.
 

Seguí a la sirvienta sin mediar palabras, debería retirarme pero sigo esperanzada de lograr convencerlo, sé que es un vampiro fuerte cuando mantiene el control, y lo necesitamos. Entre a la habitación que me señaló la joven vampiro y espere en silencio mientras llenan la tina de agua caliente. Me doy un baño agradeciendo la tibia agua luego de que mis baños anteriores solo fueran en agua fríos de ríos. Pero sigo pensando en la manera de poder convencer a Marcos.
 

—¿Cuánto tiempo piensas permanecer ahí? —agregué seriamente mirando hacia el fondo de la habitación en donde la oscuridad no dejaba ver con claridad.
 

—No lo sé —sonrió Baltazar acercándose—. Hace muchos años que no veo a una mujer darse un baño.
 

Bufé molesta y Baltazar se rió.
 

—No creo que estas aquí solo por querer ver el cuerpo de una mujer —lo contemplé fijamente.
 

Sonrió levantando la mirada.
 

—Estas perdiendo el tiempo aquí —habló con seriedad—. Deberíamos volver con los otros, tu quieres algo de este vampiro pero a la vez el quiere algo que no puedes darle.
 

Entrecerré los ojos, entiendo a lo que se refiere sin embargo necesitamos detener a la bruja con todo aquellos que podamos reunir. No puedo solo volver con los vampiros de Ellen.
 

—¿Cuantos vampiros hay en este lugar? —le preguntó cambiando el tema.
 

Me mira con sorpresa y luego mueve la cabeza sonriendo.
 

—Uno de los corredores de esta casa lleva a una enorme construcción bajo el suelo, según mis cálculos hay más de cuatrocientos vampiros viviendo aquí, creo que son todos los miembros del clan Tenebrae Rapax que siguen con vida. 
 

—Bien —dije levantándome y enrollándome con una toalla—. No puedo abandonar este lugar sin intentarlo una vez más.
 

—Testaruda —masculló cruzando los brazos y saliendo de la habitación.
 

Luego de vestirme me dirigí al salón comedor pidiendo a los sirvientes el poder hablar con Marcos. Aquel mandó a decir que hablaría conmigo una última vez en este mismo lugar, Baltazar me contempló con cierta severidad mientras tomaba un té. Me senté en la mesa y una joven sirvienta me sirvió una taza de té caliente y un pastel. Observé el vapor que se pierde en el oscuro cielo de aquella sala.
 

—Sigues creyendo que lo lograras —señaló Baltazar cruzando los brazos.
 

Solo lo miré con fastidio, hasta que unos pasos nos interrumpieron. Nuestra atención se volcó hacia Marcos que entraba en el lugar.
 

—Los dejaré solos —señaló Baltazar levantándose de la mesa.
 

Marcos se sentó a mi lado en silencio, la joven sirvienta le sirvió una taza de té y solo el ruido de su cuchara girando en el agua caliente rompía el silencio entre ambos. Su expresión seria y adusta se perdió en el contenido de su taza parece buscar las palabras para hablar. Titubea y luego suspira antes de agregar:
 

—Cada día que me siento en este lugar y pienso en mi pasado me doy cuenta que cometí errores que arrastraré por toda mi vida. Cuantas veces tuve la oportunidad de llenar de calidez el corazón confundido de mi querida Amapola, en vez de herirla porque no busque otra forma de mantenerla a mi lado.
 

—Tú solo querías hijos de ella, y te divertías hiriéndola —murmuré sin mirarlo con mi atención fija en mi taza de té.
 

—Arrastraré con ese error toda mi vida —habló en tono bajo—. Si hubiese sido capaz de entender que no puedes retener a tu lado a quien maltratas, que solo lo puedes hacer tratando a ese otro bien y...
 

—Aun así eso no te garantiza que el otro permanezca a tu lado... —le dije con frialdad.
 




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