Cruzada | La sirvienta y el vampiro

Conociendo a Maximiliano Alcázar

Me entretengo jugando con los botones de mi vestido gris y revisando continuamente la buena ubicación de mi sombrero sobre mi rebelde y ondulado cabello castaño. De reojo contemplo a las otras chicas, algunas intentan verse tranquilas, pero están tan nerviosas como yo. Luego fijo mi atención en la puerta cerrada en aquel despacho en que espero ser pronto llamada.

 

—Señorita Leslie Celiz —llamó seriamente el hombre que está realizando las entrevistas mientras una chica salía detrás de él llorando espantada.

 

Me levanté de un salto tomando mi cartera, no quise pensar demasiado en la extraña expresión al salir de las chicas que ya han sido entrevistadas, sin embargo, no puedo negar que me despierta curiosidad e inquietud.

 

—Tome asiento —indicó el hombre mostrándome una silla de madera que se encuentra frente a un enorme escritorio de madera oscura.

 

Musite unas gracias. El lugar es más grande de lo que pensé, alrededor del escritorio hay varios estantes color caoba con muchos libros que parecen ser de una data más antigua de lo que puedo imaginar. Una extensa alfombra color rojo cubre el piso de madera y largas cortinas de un rojo más oscuro esconden enormes ventanales. La luminosidad es escasa, causa de la cual al principio me sentí ciega en aquel lugar. Pero a pesar de que ya logró ver mejor aún hay lugares a los cuales mis ojos no pueden distinguir las sombras que parecen ocultarse en la instalación. Noté que el hombre que acababa de llamarme tomó asiento frente a mí y se quedó observándome con fijeza y seriedad. Me pareció que arrugaba el ceño, pero no pronunciaba palabra alguna, aquello me inquieto inevitablemente. Bajé la mirada en el momento mismo en que el hombre tomaba unos papeles.

 

—Cinco años como institutriz de la familia Torres Arias... —habló en voz alta —. Y tienes excelentes referencias.

 

—Sí —respondí aun cuando no parecía interesarle mi opinión.

 

—¿Es su aroma de tu agrado? —preguntó finalmente levantando la cabeza encima de mi.

 

Extraña volteé, pero la oscuridad absoluta del lugar en que miraba aquel hombre me hizo volver mi mirada confundida hacía él.

 

—Como las otras —habló una voz gruesa que me obligó nuevamente a dirigir mi atención hacia ese lugar.

 

Un hombre vestido con elegancia, cabellos castaños, unos finos anteojos y ojos de color azul se acercó lentamente a mi lugar. Mientras se aproximaba noté su enorme tamaño que contrasta totalmente con mi baja estatura.

 

—Señorita Celiz —saludó seriamente con amabilidad—. Soy Maximiliano Alcázar probablemente su futuro jefe.

 

—Un gusto —respondí de inmediato poniéndome de pie.

 

Sonrió tal vez por mi súbdita respuesta. Pero instintivamente algo me empujó a retroceder al notar el extraño color turquesa que ahora se acaba de apoderar de sus ojos, tomó mi mentón y cuando nuestras miradas se volvieron a encontrar mi cuerpo se paralizó. No es miedo, hay algo que él acaba de utilizar para que mi cuerpo haya dejado de obedecerme.

 

—Tranquila, esto no dolerá —señaló con seriedad mientras tomaba un pequeño cuchillo y clavaba su filo en mi dedo índice.

 

Entrecerré los ojos al sentir el dolor, pero más aún me sorprendió que al brotar la sangre de mi dedo él se lo llevó a sus labios tal y como si estuviera probando su sabor. Me di cuenta de que ya podía moverme, pero no pude quitar mi mirada de aquel hombre que seguía manteniendo mi dedo dentro de su boca.

 

Maximiliano me contempló extrañado soltando mi mano mientras el otro hombre le pasaba un pañuelo para que se limpiara la poca sangre que había quedado en sus labios.

 

—Usualmente deberías gritar y ahora al estar liberada salir corriendo —indicó mientras que yo sigo mirándolo anonadada.

 

—Creo que tengo tanto miedo que ni siquiera puedo reaccionar para hacer algo así —hablé con sinceridad.

 

Abrió los ojos como si le acabara de decir algo inverosímil y luego se rio con suavidad tomando asiento en el lugar que el hombre que antes me había llamado había estado sentado.

 

—Bueno, has pasado la prueba, no solo porque no te desmayaste ni gritaste corriendo espantada, sino que el sabor de tu sangre es el sabor natural que estaba buscando —levantó las cejas colocándose algo serio.

 

—No entiendo —exclamé arrugando el ceño—. ¿Esa es la prueba para el trabajo de sirvienta?

 

—Para la sirvienta de un vampiro, sí.

 

¿Un vampiro? lo contemplé fijamente y a pesar de su serio rostro no pude contener la sonrisa que se dibujó en mi rostro, volteé la mirada no es correcto burlarse de un futuro jefe aunque su cordura no sea del todo normal.

 

—¿Aceptas el trabajo? —me preguntó obligándome a mirarlo nuevamente.

 

Me levanté de mi asiento, necesito el trabajo urgente pero no me siento en condiciones de trabajar para alguien que perdió la razón y cree ser un vampiro. Pero el otro hombre me tomó de los hombros y con brusquedad me obligó a tomar asiento nuevamente.

 

—No soy tan amable como Max —amenazó el otro hombre—. Aceptas el trabajo o busco a toda tu familia y la mato enseguida.

 

—Búsquela, a ver si los encuentra —reclamé ante su sorprendida mirada.

 

La verdad es que ni siquiera yo sé en donde están ellos, intentaron matarme cuando niña y creo que ambos fueron enviados a prisión y a mí me mandaron a un orfanato. Aunque fui afortunada, el lugar en donde crecí era pequeño y las personas encargadas eran muy amables y cariñosas. Y es por una de ellas por la que actualmente necesito el dinero con urgencia, pues una enfermedad se la está consumiendo poco a poco, y al no tener el dinero suficiente no puedo comprar las medicinas que necesita.




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