Cruzada | Vendrell

8.- Tu tarea

Ignacio contempló en silencio el serio rostro de ambos vampiros. Baltazar con los brazos cruzados bufó de mala gana antes de caminar molesto hacia los ventanales. Ya es de noche y solo desde lejos se escucha el aullido lastimero de un lobo.

—Deberías ser el apoyo que necesita Augusto, no te convirtió solo por ser un niño bonito —exclamó en tono severo sin mirar a Ignacio pero es claro que se refiere a él.

Amanda al escucharlo alzó la mirada cruzando los brazos.

—No seas injusto, Baltazar —refutó sus palabras, aquel solo gruñó al escucharla. Luego la mujer dirigió su atención a Ignacio con un tono más conciliador—. Augusto estará bien.

—¿Y si vuelve a pasar y ambos no estamos? —reclamó Baltazar dirigiendose hacia el joven sirviente—. ¿Qué harías si esto se vuelve a repetir.

Ignacio a pesar de saber que se dirige a ál, no respondió. Apretó los dientes con rencor desviando la mirada ¿Por qué él tendría que salvar a un vampiro? No pidió ser convertido en un monstruo, menos que de ahora en adelante deba ser el contenedor de sangre que ese vampiro necesita. Además, lo que más le molesta es tener que enterarse de todo esto sin que Augusto siquiera se lo hubiera advertido.

—¡Te estoy hablando, hijo de perra! —Baltazar lo tomó del cuello azotandolo contra la pared.

Ignacio sintió que el aire dejaba de pasar por su cuerpo, desde que se convirtió en vampiro se dio cuenta de que la leyenda de que son muertos vivientes no es tal. Él aun puede respirar, su corazón aun late aunque sus latidos son más imperceptibles que antes. Es por ello que al ser su cuello presionado con tal fuerzas comienza a ahogarse.

Amanda se levantó de inmediato al ver esto, pero antes de decir una palabra alguien habló por ella.

—Baltazar, sueltalo —Augusto arrugó el ceño severo avanzando con un bastón con esfuerzo.

No lo soltó de inmediato con sus ojos fijos en los claros ojos de su hermano, al final terminó por soltarlo de mala gana. Y bufó maldiciendo por lo bajo.

—¿Para que mierdas tomas un sirviente que no te servirá para nada? —agregó antes de darle la espalda.

Su hermano mayor no respondió, solo tomó asiento sin intenciones de dar más explicaciones. Ignacio al ser liberado por Baltazar cayó al suelo de rodillas intentando respirar. Le arde el cuello, y más tarde se daría cuenta incluso que su piel quedó marcada por la mano de ese vampiro salvaje. Luego su atención se enfocó en Augusto. Aquel ni siquiera lo miró. Luce debil y cansado, como si se estuviera... ¿muriendo?

—Soy el hijo de un vampiro y una loba —dijo de repente y el joven vampiro se quedó mirandolo sin entenderlo—. Mi madre dio a luz a dos gemelos, mi hermano Arturo y yo, pero mi hermano falleció. Él a diferencia de mí era más lobo que vampiro. Como no soy un vampiro completo, cuando hay luna llena mi cuerpo sufre, me debilita, y la única forma de controlar estas secuelas es beber sangre de vampiro.

—Nosotros somos hermanos por parte de padre —agregó Amanda—. Y hasta ahora somos los únicos que podemos proveerle sangre, claro su prometida había sido elegida por eso pero descubrimos que su sangre no es del todo pura.

No ahondó más en lo que quiso decir con esto. 

—El resto de los vampiros me desprecia por mi madre —siguió hablando Augusto—. Y no quiero casarme solo porque necesite cada mes beber sangre de vampiro para sobrevivir.

Ignacio bajó la mirada sin saber como asimilar esa información, luego apretó ambos puños con rencor. Era evidente que Augusto no lo convirtió por compasión sino además para utilizarlo de esa forma. La rabia se acumula dentro de su pecho. Hubiera preferido morir, ese egoista vampiro lo ayudó solo porque necesitaba su sangre, no hubo nada más que un sentimiento egoista de parte de él. Lo salvó de los cazadores simplemente porque iban a robarle su comida.

Pero ¿Por qué debía sorprenderle? Si siempre ha considerado a los vampiros como seres infames que solo viven a costa de sus víctimas. Aunque le es dificil encasillar a la señorita Amanda en eso. A diferencia de sus hermanos luce como alguien demasiado amable para ser una vampiresa sedienta de sangre.

—Entiendo, al final esa era mi utilidad, como tu siempre dices solo soy un simple campesino y como tal no puedo entenderlos —dicho esto se colocó de pie y salió del salón dando un portazo.

Baltazar se echó a reir con rabia ante el débil semblante de su hermano y la preocupación de Amanda que optó por sobar la espalda de su hermano mayor. 

—Eso consigues por intentar hacerte entender con esos bastardos humanos, son egoistas, estupidos y barbaros —habló con rabia—. Fuera mi sirviente lo tendría encadenado en la prisión más húmeda y solo iría a verlo cuando necesitara su sangre, y cuando muera lo reemplazaría por otro.

—No digas algo horrendo como eso —replicó Amanda moviendo la cabeza a ambos lados.

Augusto en tanto solo guardó silencio. Ignacio no volvió. Quisiera ir a buscarlo pero en su condición no puede hacerlo, quisiera que entendiera que si lo convirtió fue porque él mismo le suplicó ayuda, le suplicó seguir viviendo, y esa era la única opción que podía ofrecerle. Nunca pensó utilizarlo para esto...

Ignacio en tanto sentado sobre el tejado de la casa contempla la enorme luna llena, el cielo luce despejado y frio. Bufó de mala gana observando hacia el lugar en donde se encuentra el pueblo de los humanos, su viejo hogar, se pregunta como estará su amigo y su madre, que habrán pensado cuando no volvió a casa ¿Qué se lo comieron los lobos? Extraña el pan recién hecho, y la salsa preparada, la comida y las risas, y todo lo que ahora ha perdido.

No es la primera vez que pierde todo por culpa de los vampiros, los recuerdos de la masacre de su familia siguen latente en su memoria, ese monstruo se parecía tanto a Augusto que sería ironico que él tuviera que salvarlo luego de que no tuvo compasión con su familia.



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En el texto hay: vampiros, boyslove, traición y dolor

Editado: 03.07.2024

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