Abril, 2024
(Edimburgo - Escocia)
Chequeo mi teléfono para comprobar la hora cuando salgo del aeropuerto. Cuatro de la tarde. Pensé que saldría más temprano, pero esperar a retirar mis maletas me llevó algo de tiempo. Suspiro con calma. No importa. Ya estoy aquí. En el lugar que siempre había soñado. Llevo la mirada al cielo para ver las enormes nubes grises formándose sobre mí. Sonrío ante eso, porque era justamente como imaginé que sería. Y sin importarme el aire frio que empezaba a sentir, mantengo firmemente mi sonrisa mientras arrastro con dificultad mis maletas hacia la parada de taxis.
No me toma nada tiempo subirme a uno, pues había una gran hilera de taxis aparcados. El taxista me ayuda a acomodar las maletas, y mientras se sube al asiento de piloto, le indico con amabilidad la dirección a la que necesito ir. En tanto el auto avanza, me recuesto cómodamente en mi asiento al tiempo que observo con ojos soñadores fuera de la ventanilla, y a su vez, con algo de nerviosismo, me permito imaginar todas las hermosas experiencias que podré vivir aquí.
Ensimismada en mis pensamientos, doy un leve respingo al sentir la vibración de mi teléfono dentro del bolso. Lo saco de allí para comprobar que he recibido un mensaje de mi madre. Me quedo observando por un par de segundos el icono de mensaje sin abrir, dudando en si leerlo o no, pues no quiero saber lo que ella tiene para decir. No quiero que arruine la felicidad que estoy sintiendo ahora mismo.
Muerdo la uña de mi pulgar de forma pensativa.
¿Borrar el mensaje o leerlo?
Chasqueo la lengua con frustración. Será mejor que lo lea y termine con este asunto sino quiero que me llame en las próximas horas por no haberle respondido.
Presiono en la pantalla el icono del mensaje, y lo que leo me hace sentir como si alguien me hubiese echado un baldazo de agua helada.
Te he conseguido un puesto de trabajo cerca del lugar en el que vivirás. Es en una galería de arte. Conozco al propietario y él te aceptará. Comienzas dentro de dos días.
Te envío la dirección.
Se puntual y compórtate.
¿Un trabajo?
¿Cómo que me ha conseguido trabajo?
Tapo los ojos con mi mano y trato en todo lo posible no lanzar un grito por respeto al taxista. Leo una vez más el mensaje, pensando por un segundo que tal vez me haya equivocado, pero no, lo leía claramente, mi madre me ha conseguido un trabajo. Un trabajo que yo misma quería buscar. Algo que por lo que veo, ella no entendía. Esto no era lo que yo quería. Sin esperar un segundo, presiono la tecla de llamar y me llevo el teléfono al oído, escuchando el tono de espera. Paso mi mano libre por mi corto cabello, una forma de poder tranquilizarme.
Me acomodo en mi asiento cuando escucho su voz, poniéndome recta como lo hacía habitualmente cada vez que ella me miraba, como si a través del teléfono pudiera verme y fuese a criticar mi postura. Cosa que siempre hacía.
“¿Recibiste mi mensaje?” pregunta con el mismo tono autoritario de siempre.
Me encojo ante el sonido de su voz. Ni siquiera recibo un saludo, ni siquiera pregunta cómo estuvo mi viaje ni cómo me encuentro. Solo una fría y simple pregunta, pero que, para ella, era lo único que bastaba. No debería sorprenderme. Debería ya estar acostumbrada a su forma de ser, pero a pesar de que intento evitarlo, todavía duele. Olivia Miller no mostraba ni el más mínimo cariño hacia sus hijas.
Pretendiendo no estar dolida por su indiferencia, me concentro en lo molesta que me sentí cuando leí su magnífica noticia. Todavía no puedo creer que haya echo eso. Se lo había dicho días antes de mi viaje.
“Sí. Lo leí” respondo, intentando sonar enojada “Mamá ¿Me buscaste un trabajo?”
“De nada” responde sin más.
“¿Por qué lo hiciste? Te dije que quería hacer esto sola… Pensé que lo habías entendido” reprocho en voz baja para que el taxista no escuchara, algo que resulta fallido, porque estoy segura que me escucha a la perfección al estar mirándome por el espejo retrovisor.
“¿Qué tiene de malo que le haya encontrado a mi hija un empleo?” pregunta cínicamente.
“Mucho, mamá. Mucho” digo, soltando un suspiro cansino “Sabías lo importante que esto era para mí… Me estoy mudando a un nuevo país. Quería hacer las cosas por mi propia cuenta. Accedí a que me rentaras un departamento de tu preferencia con la condición de permitirme hacer todo lo demás yo sola… ¿Y ahora dices que me tienes un trabajo?”
“No veo cuál es el problema” suelta en voz vaga.
La escucho teclear con mucho ahínco en su computadora, por lo que se de inmediato que esta conversación está siendo una pérdida de tiempo para ella y que no está prestando atención a mi queja. Seguramente está pensando en cosas más importantes, y esta conversación no es una de ella. No es su prioridad.
Sin embargo, intento seguir con la discusión.
“Mamá, ya no soy una niña” me quejo con pesar “Soy una adulta… No tienes que decidir todo por mí… Déjame hacer esto sola… Necesito hacerlo sola” me cubro los ojos para evitar que estas vayan a soltar alguna lágrima “Por una vez en tu vida, déjame tomar mis propias decisiones… Como por ejemplo, decidir dónde quiero trabajar”