El taxista me deja frente al edificio en el que mi madre me ha rentado el departamento. Lo observo con un poco de indiferencia, no porque no me haya gustado la fachada del lugar, sino porque no fui yo quien lo eligió, y aunque suene muy banal, me hacía mucha ilusión ser yo quien buscara mi propio lugar, el hogar que me recibiría cada día durante el tiempo que estuviese en Escocia, el cual espero sea bastante, porque con lo poco que he visto en el transcurso del recorrido desde el aeropuerto hasta aquí, ya estoy maravillada.
Sin embargo, mi semblante cambia en cuestión de segundos, y con mis maletas en mano, miro con ojos de asombro de izquierda a derecha la calle que me rodea.
Así que este es el Barrio de Leith. No puedo evitar abrir la boca como un pez por lo hermoso que se ve la zona. Observo algunos puestos de arte y muchos comercios alrededor, y queriendo conocerlos, hago nota mental para visitarlos más adelante. Volteo, dándole la espalda al edificio en el que viviré, y lo que veo me deja pasmada, tanto así que suelto un leve gemido de sorpresa que hace que los transeúntes que pasan a mí lado me lancen miradas curiosas. Por supuesto no presto atención a nada de eso, porque lo que tengo al otro lado de la calle es más importante. Es hermoso. Agua, mucha agua. Es cierto lo que me dijeron sobre este barrio antes de viajar. Leith está modelado por el agua, haciendo que este lugar se vea más que perfecto. Es un rio enorme, ¿o es parte del mar? Lo leí en alguna parte, pero ahora no recuerdo. No importa, luego investigaré al respecto.
Ya me imagino cruzando la calle todos los días para caminar por la acera, o apoyándome contra la barandilla mientras observo el agua y todo lo que se refleje en ella.
Con una sonrisa llena de satisfacción, decido entrar al edificio para encontrarme con la persona que me ha rentado el departamento. Seguramente ha de estarme esperando, puesto que lo llamé cuando venía en el Taxi. Por lo que me explicó en la llamada, debía subir hasta el cuarto piso y que me estaría esperando en la entrada de mi nuevo hogar. Entro al ascensor con un poco de dificultad al tener que mover las pesadas maletas, y cuando la puerta se cierra, no puedo evitar sentirme algo nerviosa al saber que a partir del primer segundo que entre a ese departamento, seré, finalmente, una mujer independiente.
El ascensor llegar rápido al cuarto piso. Las puertas se abren y no tardo en salir de él.
“¿Ophelia Miller?”
Escucho que llaman mi nombre, haciéndome mirar a la izquierda del pasillo para encontrarme con un señor algo mayor y de aspecto amable.
Me acerco a él con una sonrisa en mis labios “Así es. Esa soy yo… Y usted debe ser el señor Stewart” extiendo mi brazo para estrechar su mano a modo de saludo.
“Un gusto conocerla, señorita… Soy el dueño de este edificio y… Bueno… Ya hemos hablado antes. La estaba esperando” señala amablemente “¿Lista para conocer su nueva residencia?”
“Mucho más que lista” respondo con excitación.
El señor Stewart se ríe ante mí muy notable entusiasmo, y sin esperar más tiempo, saca una llave de su bolsillo para abrir la puerta.
Una vez abierta la puerta, el señor Stewart me permite pasar primero mientras se ofrecía a meter mi equipaje por mí. Obsequiándole un gesto agradecido, entro, observando con ojos asombrados el departamento. Quedo maravillada con lo que veo. Es perfecto. Pequeño, pero ideal para mí. No puedo evitar estudiar con ahínco cada detalle que encuentro y quedar cada vez más maravillada; y eso que no he visto la habitación, ni el baño.
Todo es resplandecientemente blanco, dándole al espacio un toque ligero, sutil y calmado. Con una pequeña sala acompañada de unos muebles que parecen ser cómodos y que me hacen querer lanzarme en ellos y tomar una muy merecida siesta. Frente a ella se encuentra un televisor, colocado perfectamente sobre una pequeña chimenea. No soy de aquellas personas que les encanta ver películas o series de televisión, pero ahora me resulta antojosa la idea al imaginarme acostada en el sofá, viendo alguna serie, comiendo palomitas de maíz, un buen vino, y con la chimenea encendida.
Sonrío ante ese pensamiento.
Girando a mi derecha, me encuentro con la pequeña cocina, y a su lado, en adjunto, el comedor. Todo está impecable. Todo en orden y con cada utensilio en el lugar correcto. Me imagino también aquí, preparando alguna cena y horneando algún pastel para los invitados, para los amigos que espero hacer pronto y a quienes invitaré de vez en cuando. Me imagino comiendo juntos mientras charlamos animadamente de cualquier cosa, y no puedo esperar porque esto ocurra pronto. No he tenido la dicha de hacer algo así viviendo con mi madre, por lo que estos simples pensamientos me hacen muchísima ilusión.
“¿Qué le parece el lugar, señorita Miller?” me pregunta el arrendador, sacándome de mi ensoñación.
Volteo a verlo, regalándole una sonrisa.
Uno mis manos detrás de mi espalda mientras vuelvo a inspeccionar el departamento “Me encanta… Es perfecto” respondo con emoción.
El señor Stewart me devuelve una mirada satisfecha, alegre de oír mi respuesta.
“Me parecen estupendo” acota “La habitación principal está a su izquierda, es muy acogedora y tiene incluido el baño… Aquí en la derecha está otra habitación para cuando reciba visitas… Al lado está otro baño, y la puerta que está junto a la cocina es el cuarto de limpieza” agrega, señalando cada sitio que menciona y sin hacer amago de moverse para llevarme a inspeccionar.