Mi corazón deja de latir por un tenso segundo para luego lanzar un desmesurado pálpito en señal de advertencia, y a su vez, mis ojos y mi cerebro no dan validez de lo que está viendo, porque de pie, cerca de mí, se encuentra el chico más guapo que haya visto. Un chico alto, algo fornido, cabello castaño, casi llegando a ser de un tono cobrizo, profundos ojos color miel y con la sonrisa más hermosa que haya visto en mi vida. Pero lo que más llamó mi atención fueron los lunares que podían notarse alrededor de su rostro, aunque no en excesa cantidad; sobre todo aquel que tenía debajo de su ojo derecho, justo al final de su lagrimal externo. Lucia tan jovial y tan guapo con ese lunar tan peculiar que no podía dejar de admirarlo.
Mi corazón late cada vez más deprisa. Me llevo con mucho disimulo la mano hasta mi pecho, intentando controlarlo, y pensando por un instante que tal vez esté teniendo un ataque cardiaco, ya que mi corazón nunca se había comportado de esa forma.
Mi corazón se acelera imposiblemente más cuando el chico me mira, frunciendo el ceño levemente con curiosidad, quizás preguntándose qué hacía una chica desconocida en su mesa. Siento como me ruborizo al ver su profunda mirada posada en mí, por lo que desvío la mía, pidiendo en silencio que mi sonrojo no haya sido notorio para él.
“Hablando del rey de Roma” susurra Arthur en tono bromista.
“Con que sí hablaban de mí ¿eh?” reclama el chico sin molestia alguna, sentándose junto a Arthur y apartando su mirada al fin de mí.
“Nada malo” responde Julia, haciendo un gesto con su mano para restarla importancia “Solo preguntaba dónde estabas, ya que no te vi cuando llegué”
“Estaba en el baño, pero al salir me encontré con un compañero de trabajo y me entretuve un par de minutos” dice, explicando el motivo de su tardanza.
“Se los dije” murmulla Oliver, llevándose el trago a sus labios.
El chico simplemente se ríe, acostumbrado tal vez a sus comentarios. Lleva su mirada nuevamente a mí para luego desviarla hacia Julia, Arthur, y de nuevo hacia mí, preguntándose en silencio quién soy y qué hacía aquí. Ninguno de los chicos hacía o decía nada, pues estaban ensimismados en sus conversaciones y sus bebidas. Trago saliva con mucha incomodidad, porque no sabía si debía presentarme por lo mucho que él me observaba.
“¿Y tú eres…?” pregunta finalmente al ver que nadie nos presentaría, pero afortunadamente para mí, puesto que no sabía si las palabras iban a salir de mi boca, Julia lo escucha y se me adelanta para hablar.
“¡Oh, cierto! Lo siento” se disculpa un poco apenada con nosotros “Ella es Ophelia… La acabo de conocer justo ahora. Es nueva en la ciudad y la invité a sentarse con nosotros” me presenta, señalándome con su mano “Ophelia, Él es Ansel, otro de nuestros grandes amigos… Completamente escocés… Y si hay alguien que pueda enseñarte todo lo que quieras saber sobre la ciudad o el país entero, es él”
Cuando terminan las presentaciones, ambos nos miramos, él con una sonrisa y yo con cara de vergüenza.
“Ophelia… Bonito nombre” dice amablemente, y mi corazón lanza un vuelco de tan solo escuchar que mi nombre le parece bonito.
Escuchar a Nina decir que mi nombre es bonito no fue ni de cerca como escuchárselo decir a Ansel. Casi se me para el corazón.
“Gracias” digo simplemente.
“¿De dónde vienes, Ophelia?” pregunta en son de querer conocerme y no de ser un entrometido. Lo sé por la pose tan relajada que tiene y el aire amistoso que puedo presenciar.
“Estados Unidos” respondo, no sabiendo si decir algo más.
¿Por qué no puedo decir nada más?
Hay un chico guapo frente a mí, siendo amistoso conmigo, y solo me encargo de responder solo con monosílabos.
¿Podría ser más tonta?
“¿De verdad?” pregunta Nina con interés “¡Igual que Julia! Ahora entiendo porque congeniaron al instante”
“¿Acaso no es increíble? Al fin conozco a alguien de mi país con quien pueda ser amiga… Ya no me siento una extranjera solitaria” dice una alegre Julia, abrazándome nuevamente por los hombros.
“Eh… También soy extranjero” refuta Oliver.
“Pero no es lo mismo… Eres un chico” devuelve Julia, haciendo reír a Nina.
Le lanzo a Oliver una mirada de preocupación, creyendo que se ha ofendido con lo que Julia dijo, pero este solo se encoje de hombros y le muestra el dedo del medio en respuesta.
Suspiro con alivio al ver que no se ha molestado, así que vuelvo mis ojos hacía Ansel, quien aún sigue mirándome lleno de curiosidad.
“¿Puedo preguntar por qué decidiste venir a Escocia?” pregunta, queriendo, por lo que puedo notar, saber de mí.
Tomo un largo trago de mi olvidada cerveza caliente para darme ánimo y responderle con algo que no sean solo palabras vagas.
Me armo de valor, y respondo sin apartarle la mirada “Siempre soñé con mudarme a otro país y poder vivir independientemente… Quiero conocer otra cultura diferente de la mía… Las personas, sus costumbres, su gastronomía… Todo lo que se me permita conocer” digo con un tono de voz tranquilo, obviando por supuesto el hecho de que también quería alejarme de mi madre manipuladora. No tenían por qué saber eso “Y pues aquí estoy. Después de tantos años queriendo hacer esto, lo estoy cumpliendo”