Cuando Arde el Silencio

Capítulo 3. Sabores y Confesiones

La sala, con sus sofás de líneas rectas y su mesa de vidrio impersonal, se convirtió en un campo de batalla silencioso. Daniel se acomodó en el sillón, fingiendo interés en un cuadro abstracto que ni siquiera tenía sentido.

Y luego estaba Leonardo. Él eligió quedarse de pie, apoyado contra la pared, con los brazos cruzados. Su presencia era tan física que casi podía sentirse en el aire. La manera en que su camisa negra se ajustaba a sus hombros, la sombra de su mandíbula apretada, esos ojos verdes que, por primera vez desde que llegaron, se atrevieron a posarse directamente en mí.

— ¿Te gusta tu nueva casa? — preguntó Daniel, intentando llenar el vacío incómodo.

— Es… práctica — respondí, jugando con el borde del suéter.

Leonardo emitió un sonido bajo, casi como un gruñido. — Parece muerta — murmuró, su voz áspera como el roce de lija.

Daniel le lanzó una mirada de advertencia, pero yo sonreí. Era la primera verdad que alguien decía desde que llegué. — Justo eso pensé — confesé, sin poder evitarlo. — Aún no la he decorado a mi manera, te sorprenderías lo que puedo llegar a hacer.

Nuestras miradas se encontraron de nuevo, y nos distrajimos silenciosamente el uno en el otro, hasta que Valeria irrumpió desde la cocina, agitando un cuchillo manchado de ajo.

— ¡Leonardo! ¡Ven a pelar estas papas!

Él no se movió. — Dijiste que no querías ayuda.

— ¡Pues parece que necesitas ocuparte! ¡Y baja esa mirada de depredador, que asustas a la pobre Ximena!

Depredador. La palabra flotó en el aire, un poco pesada y peligrosa. Leonardo finalmente se apartó de la pared, pero no hacia la cocina, sino hacia mí.

— ¿Fui grosero? — preguntó, tan bajo que solo yo podía escucharlo.

No. Me consumes.

— No — susurré.

Él sostuvo mi mirada un segundo más, lo suficiente para que el mensaje quedara claro. Luego, con una sonrisa, se dirigió a la cocina, dejándome con el corazón latiendo tan fuerte que temí que todos lo escucharan.

La cocina de la casa, antes fría y virgen, ahora olía a vida. Un aroma delicioso se expandía por todo el lugar, hierbas frescas, ajo dorándose en mantequilla, algo dulce y especiado que hacía agua la boca. Valeria trabajaba con una energía contagiosa, sus manos estaban moviéndose con precisión de relojero mientras picaba, revolvía y probaba.

— Valeria es chef — comentó Daniel, siguiendo mi mirada. — Ama cocinar.

— Eso puedo notarlo — respondí, sinceramente impresionada. — Qué honor que esté haciendo esto para mí.

Los hermanos intercambiaron una mirada cómplice. Era evidente que Valeria era el alma de su familia, el sol alrededor del cual giraban. Para romper el hielo, saqué unos juegos de mesa que había encontrado en un armario (preempaquetados, como todo en esta casa).

— ¿Jugamos? — sugerí, mostrando el Jenga.

Leonardo, que hasta entonces había permanecido al lado de Valeria, finalmente se sentó en la alfombra frente a la mesita baja. El ambiente se transformó con el juego. Las torres de madera se derrumbaban entre risas, y hasta Daniel, tan formal al principio, terminó jurando en voz baja cuando perdió su tercer turno.

— ¡Reto! — exigí, señalando al hermano mayor. — Tienes que imitar a un pollo por un minuto.

Valeria, desde la cocina, soltó una carcajada. — ¡Hazlo, Daniel! ¡O no eres hombre!

Leonardo, por su parte, no dijo nada. Pero cuando le tocó cumplir su propio reto (cantar una canción de cuna en voz alta), su voz grave y ronca me hizo estremecer por razones que no quise examinar. El tiempo pasó sin que lo notáramos, pronto la comida ya estaba lista.

— Bueno, contemplen mi obra maestra — anunció Valeria, extendiendo los brazos como una artista frente a su pintura.

El comedor, que antes parecía sacado de una revista de diseño, ahora albergaba un festín: Lomo saltado que humeaba en su jugo, con cebollas caramelizadas y ají amarillo, risotto de hongos, cremoso y perfumado con trufa, ensalada de quinoa con granada y nueces, un estallido de colores y para terminar, postre de tres leches cubierto de frutos rojos, tan tentador que casi podía saberse con la mirada.

— Es… increíble — dije genuinamente conmovida.

Nos sentamos, y Valeria, como una anfitriona nata, llenó las copas con un vino tinto que olía a bosque y vainilla.

— Brindemos — propuso, alzando su copa. — Por Ximena. Que su nueva vida aquí esté llena de alegría.

Leonardo clavó sus ojos en los míos al decir eso. Bebí demasiado rápido. De esta manera, la conversación fluyó entre sorbos y bocados. Valeria, con su don para hablar hasta por los codos, me contó su historia.

Sus padres habían muerto en un accidente cuando ellos eran adolescentes. Daniel, el mayor, los crió trabajando dos turnos. — Hasta vendió su colección de cómics para pagar mi primer uniforme de chef —, confesó ella, mirando a su hermano con admiración. Ella trabajaba en Le Ciel, el restaurante más exclusivo de la ciudad. Daniel era gerente en una constructora y Leonardo…

— Leonardo tiene una cafetería — dijo Valeria, lanzándole un trozo de pan. — El Rincón del Bosque. Aunque debería llamarse El Rincón del Gruñón.

— ¿En serio? — No pude disimular mi asombro. Una cafetería. El sueño de cualquier amante de la comida o el café. — Es… increíble.

Leonardo, que había estado bebiendo en silencio, dejó su copa con un clic. — Visítala algún día — dijo, y era una invitación honesta. En este punto no sabía si su hermana era la osada o él, esta familia está llena de sorpresas. Valeria termino su confesión familiar anunciando que ella y Daniel tenían parejas del trabajo, pero que su pobre hermanito Leonardo era muy tosco y nadie se había interesado en él. Lo bueno de todo esto es, que ella no menciono mi matrimonio ni preguntó por mi esposo, los demás tampoco sintieron curiosidad, quizá era notorio mi mensaje de “no quiero hablar de eso”. Lo único que dije, fueron cosas sobre mí, en cómo trabajaba de ingeniera en una empresa de productos para el hogar y mi pasatiempo más amado, que era el de pintar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.