Cuando Colisionan Los Legados

Prólogo

 

 

 

Los estruendos de los truenos ensordecen cualquier otro sonido, las olas parecían montañas y se movían bruscamente. La oscuridad devoraba el lugar, excepto por una vieja lámpara de aceite colgada de un palo encajado entre las rocas; y a su lado se encontraba una mujer envuelta en una capa de algodón que ondeaba agresivamente debido al fuerte viento, tenía una mano sobre su rostro para que la lluvia no cayera sobre sus ojos y parecía estar observando directo al océano. Detrás de ella, a lo lejos, se alzaba una ciudad en construcción; varias luces salían de las ventanas y las puertas, e incluso a través de la lluvia torrencial se alcanzaba a ver una muralla que rodeaba las edificaciones.

La expresión de la mujer era de preocupación pura y comenzó a acercarse al borde de la formación de rocas, donde coincidían con el nivel del mar, pero el agua estaba tan agitada que no podía divisar lo que estaba buscando por más que observara. De pronto, de entre las olas, salió una mano perteneciente a un hombre adulto que tosía mientras era ayudado por la mujer para salir del agua. El hombre solo llevaba unos pantalones caqui y tiritaba del frío.

¿Encontraste algo? —.

—No, la corriente no me dejaba avanzar —dijo el hombre mientras tosía el agua que había tragado.

Mierda… Debemos entrar, este es un punto clave en nuestra investigación —. Explicó la mujer. —Iré yo —continuó acercándose al borde.

—¿Estás loca? Déjalo, Evelyn, es peligroso —replicó el hombre. La mujer simplemente resopló y retrocedió.

Ambos regresaron a su casa, una antigua cabaña en el bosque. Evelyn estaba seria, parecía enojada; mientras que el hombre procedía a buscar toallas para los dos en un armario, habían colgado las capas de ambos en un perchero junto a la puerta y Evelyn yacía sentada en una silla, junto a una mesa. Al recibir la toalla, solo dijo “gracias” sin mucha emoción; esto lo notó su pareja, que se acercó a ella y le preguntó:

¿Cómo estás? .

—¿Que cómo estoy? Estuvimos muy cerca de por fin avanzar en nuestra investigación Ezekiel, ¡Muy cerca! —. Expresó Evelyn, se le notaba estresada.

Lo sé y lo entiendo, yo también quiero avanzar, pero con este clima es muy peligroso. Escogimos un mal día para investigar —le respondió.

El clima no es lo único que te preocupa, ¿cierto? —comentó la mujer.

Por supuesto que no. Evelyn, esta investigación se está llevando tu vida, y también la mía. Sé que prometimos encontrar una respuesta, pero creo que ya se está saliendo de las manos —. Expresó Ezekiel, con preocupación. —¿Lo entiendes? —concluyó.

Pero esta es nuestra vida Ez, es lo que hacemos. Además, ¿no quieres encontrar una respuesta? ¿Por qué existimos? ¿Por qué los humanos existimos? —contestó —¿Por qué existimos en un mundo que no parece estar hecho para nosotros? —.

Sí, claro que quiero, pero Evelyn, es peligroso. Si la guardia real nos descubre, es probable que ni siquiera nos lleven a juicio, nos ejecutarán sin piedad. Conocemos bien las reglas —. Afirmó el hombre, como si hubiera pasado antes.

Evelyn se limitó a permanecer en silencio, mirando al suelo. Claramente algo la afectaba. Se notaba en sus ojos, cristalizados en lágrimas, en la forma en la que mordía su labio inferior y en el cómo jugaba con el dije de su collar. Temblaba de arriba abajo, tanto por el frío como por lo que fuera que la perturbara en su cabeza, a lo que Ezekiel solo reaccionó con abrazarla.

 

 

 

 

¿No los han encontrado? —. Preguntó un hombre, pálido, con la barbilla muy fina, de cabello rubio platinado sobre el que posaba una corona de oro con gemas incrustadas. Sus orejas eran puntiagudas; era un elfo.

No, señor. Los hemos buscado en toda la ciudad, no aparecen —le explicó un guardia vestido en traje de terciopelo.

¡Sigan buscando! En el bosque, en las montañas, el desierto de Tandmand y las Islas Gemelas. Busquen debajo de cada roca de Andrómeda si hace falta —. Ordenó, a lo que los guardias respondieron “Sí señor” y salieron del salón, al mismo tiempo entraba una mujer con un largo vestido de color iridiscente, joyas por todo su cuerpo y un peinado extravagante que resaltaba sus orejas puntiagudas.

Creo que estás exagerando un poco, Emerre —dijo la mujer, acercándose.

Son humanos, querida. Nunca sabes que pueden hacer —respondió, apretando su puño con furia. —Son supersticiosos y perspicaces; son una amenaza —.

Claro, entiendo eso. Pero si se fueron, no creo que lleguen muy lejos sin su equipo completo. Ahí afuera solo son… humanos —le contestó la mujer, con un tono que, si bien sonaba tranquilo, emanaba malicia y disgusto. Tomó del hombro a su esposo mientras que este solo asintió. Al día siguiente, los guardias colocaron afiches de “SE BUSCA” por toda la ciudad con la información de Ezekiel y Evelyn, con una recompensa para quien ayude a capturarlos.




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