"Es tímido e inseguro" era la frase que Matteo escuchaba la mayor parte del tiempo cuando de él se trataba, y aunque era verdad odiaba ser reconocido de esa forma. Nunca había sido una persona de muchos amigos, de pequeño sufría acoso escolar debido a su complexión física, decían que era demasiado delgado y pequeño para ser un chico, además el hecho de que le gustara pasar las tardes en la biblioteca no ayudaba mucho.
Nació en Sandbach, una localidad de Inglaterra ubicada en Cheshire Este, era un lugar pequeño pero bellísimo, del cual Matteo jamás había salido.
Era un alumno bastante aplicado a pesar de no tener las mejores calificaciones, sin embargo estas comenzaban a verse afectadas debido a las constantes burlas de los demás niños, puesto que también podía llegar a ser solitario y le costaba entablar una conversación fluida con personas que no sean su familia o amigos. Vivía con su madre, Sophie y su hermana mayor, Maya. Su padre no pasaba mucho tiempo en casa, según él trabajaba mucho, aún así todos en casa sabían que eso no era cierto y que todo eran excusas baratas, es por eso que ni Matteo ni Maya sufrieron al momento en que este se marchó de casa. Rara vez sabían de él.
El acoso escolar tuvo una duración de casi un año, no fue hasta que su madre lo descubrió con el labio roto una tarde que lo persiguieron para golpearlo que tomó la decisión de hacer un cambio de escuela. Fue así como en ese momento empezaron uno de los mejores años de su infancia. Sus calificaciones que estaban tan bajas en su escuela anterior, comenzaron a subir notoriamente y empezó a disfrutar de salir con sus nuevos amigos, hacian carreras en bicicleta hasta la tienda de helados y volvían entre risas. No obstante, eso no evitaba que en ciertas situaciones llegase a sentirse excluido, entonces Alexander O´connor llegó a la escuela a mitad de año.
Alexander provenía de Sidney, una ciudad de Australia muy grande a comparación de Sandbach, él era un tierno y ruidoso niño de dientes torcidos y hermosos ojos marrones que amaba cantar en clases y jugar fútbol en los recesos, no notó a Matteo hasta que en uno de sus tantos "partidos" la pelota terminó impactando bruscamente en la nariz de Matteo.
Fueron los mejores amigos desde entonces. Matteo siempre mantenía a Alexander con los pies en la tierra, ya que podía hacer cosas sin pensarlo y no siempre salían bien, por otro lado Alexander ayudaba a Matteo a poder desenvolverse un poco más en público, y vaya que le había ayudado.
Ambos tenían ya diecinueve, apenas habían terminado la escuela pero decidieron congelar sus estudios por un tiempo. Matteo aún no estaba seguro de que quería estudiar, Alexander tampoco lo estaba, por lo que los dos acordaron probar otro tipo de cosas. Optaron por irse a vivir juntos y salir en busca de nuevas oportunidades, y qué mejor que irse a Londres.
Tuvieron que pensar mucho en la idea de irse, hicieron una lista de ventajas y desventajas, la cual terminaron tirando a la basura puesto que se irían de una forma u otra.
No tenían idea de qué estaban haciendo, Matteo estaba nervioso pero contento al mismo tiempo, por fin podría probar sus capacidades y tratar de salir de su burbuja de miedos e inseguridades, porque si bien había logrado vencer gran parte de su timidez, continuaba cuestionando la mayor parte de sus decisiones, como desde la manera en la que se oía su voz al hablar, hasta su forma de caminar.
Odiaba levantarse y estar todo el tiempo pensando en si debía usar aquella camiseta azul al no saber si el color le quedaba bien o no, pensando en que mejor no hablaba porque su voz aún tenía ciertos cambios que lo avergonzaban, y eso era solo una pequeña parte.
Esta vez sería diferente, esperaba que lo fuera, quería hacer un cambio en él, dado que no podría vivir de esa manera por el resto de su vida. Quería dar el primer paso aunque este sea difícil.
Su primer día en Londres definitivamente no era lo que esperaba, unos minutos antes de llegar a su nueva casa, una inesperada llamada les hizo saber que el camión de mudanzas que llevaba todos sus muebles había sufrido un retraso y no llegaría hasta en dos días más, por lo que Matteo y Alexander tuvieron que ir a una tienda no muy lejana a comprar un par de sacos para dormir.
Una vez que habían comprado lo necesario y algunas cosas para comer, caminaron hasta su nueva vivienda, cada uno con dos maletas.
—¿Aquí viviremos?—los ojos de Alexander brillaban al ver lo agraciada que era la casa.
—Aquí viviremos— confirmó abriendo la puerta— Oh, es hermosa.
—¡Lo logramos!— dejó caer las maletas cerca de la entrada y comenzó a correr por todos los rincones de lo que parecía ser la sala.
Matteo se adentró más, mirando a su alrededor. Sus hoyuelos marcados en sus mejillas debido a su enorme sonrisa. Estaba inmensamente contento.
—Alex, tranquilo— le llamó la atención a su eufórico amigo, quién continuaba corriendo por doquier.
—¡Sigo sin poder creer que estamos aquí!— a causa de la agitación, sus mejillas se habían tornado de un tierno rosa coral.
—Rió— lo sé, también estoy feliz... Pero no quiero que te lastimes.
—Oh, Matthew— dijo llamándolo por el apodo que tenía para él— eres tan dulce.
—No te confundas, te lo advierto porque no estoy de ánimo para limpiar sangre.