La mañana siguiente llegó demasiado rápido para Álex. La luz del sol atravesaba las cortinas de su pequeño departamento, iluminando un espacio que parecía a medio camino entre el orden y el caos. La cámara estaba sobre el escritorio junto a su computadora portátil, y las fotos de la noche anterior seguían abiertas en la pantalla.
Se sirvió una taza de café mientras revisaba las imágenes. Había algo casi mágico en las expresiones de Leo, como si cada acorde que tocaba estuviera reflejado en su rostro. Álex se encontró sonriendo sin darse cuenta. Sin embargo, una pequeña duda comenzó a formarse en su mente. Había sentido una conexión innegable, pero ¿Leo la había sentido también?
El sonido de su teléfono lo sacó de sus pensamientos. Era un mensaje de Leo.
Leo: ¿Despierto, fotógrafo?
Álex dejó su taza en la mesa, una sonrisa burlona curvando sus labios.
Álex: Despierto, guitarrista. ¿Y tú?
Leo: Más o menos. No soy muy amigo de las mañanas, pero quería decirte que anoche fue divertido.
Álex: Lo fue. Tocaste increíble.
Leo: Gracias. ¿Tienes planes para hoy?
El corazón de Álex dio un pequeño salto.
Álex: Nada concreto. ¿Tú?
Leo: Ensayo por la tarde, pero antes tengo tiempo. ¿Qué dices a un café?
La respuesta fue inmediata. Álex: ¿Dónde y cuándo?
Horas después, Álex estaba sentado en una cafetería pequeña, una de esas que escondían su encanto tras una fachada modesta. El aroma a café recién molido llenaba el aire, y las suaves notas de jazz de fondo añadían un toque acogedor. Leo llegó unos minutos después, con una chaqueta de cuero que parecía hecha para él y una sonrisa que inmediatamente iluminó la habitación.
—¿Llevas mucho esperando? —preguntó Leo, colgándose la guitarra en el respaldo de la silla mientras se sentaba frente a Álex.
—No, apenas llegué. —Álex sintió un ligero nerviosismo, pero lo disimuló bien.
Leo pidió un café negro y luego se inclinó hacia Álex con una mirada curiosa.
—Entonces, ¿qué haces cuando no estás espiando a desconocidos con tu cámara?
Álex se rió. —Trabajo en una revista local. Publicamos artículos sobre eventos, lugares y todo lo interesante que pasa en Luminaris. Es un trabajo modesto, pero me da la libertad de hacer mis propios proyectos.
—¿Y cuál es tu proyecto ahora?
—Estoy explorando la idea de cómo la música conecta a las personas. —Álex sonrió con una leve timidez. —De hecho, por eso estaba en la plaza ayer.
Leo lo miró con atención, y por un momento Álex sintió que sus palabras estaban siendo cuidadosamente sopesadas.
—Eso suena... significativo. —Leo tomó un sorbo de café, sus ojos nunca apartándose de los de Álex. —Y supongo que anoche encontraste un buen sujeto para tu proyecto.
—Uno bastante bueno —respondió Álex, inclinándose ligeramente hacia adelante.
Ambos rieron, pero hubo una pausa que dejó entrever algo más que camaradería. Era como si el aire entre ellos se volviera más denso, cargado de palabras no dichas.
—¿Y tú? —preguntó Álex finalmente, rompiendo el silencio. —¿Qué te trajo a Luminaris?
Leo se recargó en la silla, pensativo. —El amor por la música, supongo. Esta ciudad tiene algo... vibrante. Aquí siento que tengo la oportunidad de ser quien quiero ser.
Álex asintió, entendiendo más de lo que esperaba. —Eso tiene sentido. Luminaris es un lugar donde todos buscan algo.
—¿Y tú? ¿Qué buscas? —preguntó Leo, mirándolo directamente.
Álex titubeó. No estaba acostumbrado a que le hicieran preguntas tan directas.
—Creo que... estoy buscando una historia que me haga sentir algo de verdad.
Leo sonrió. —Entonces estamos en el lugar correcto.
La conversación continuó durante horas. Hablaron de sus vidas, de sus pasiones, y de los pequeños detalles que los hacían únicos. Álex aprendió que Leo había crecido en un pequeño pueblo donde ser músico no era exactamente algo práctico. Para él, mudarse a Luminaris había sido un acto de fe, una apuesta por sus sueños.
Por su parte, Álex le contó sobre su infancia en una familia que nunca entendió por qué alguien querría dedicarse al arte. Aunque había sido difícil, había encontrado en la fotografía una manera de expresar lo que no podía poner en palabras.
La conexión entre ambos creció de manera natural, como si sus vidas hubieran estado destinadas a cruzarse en ese preciso momento. Sin embargo, mientras caminaban juntos después de salir de la cafetería, Álex no pudo evitar notar un ligero cambio en Leo. Era sutil, pero parecía que algo lo estaba distrayendo.
—¿Todo bien? —preguntó Álex, deteniéndose en una esquina donde las luces de neón comenzaban a encenderse.
Leo asintió, aunque su sonrisa no fue tan convincente como antes. —Sí, es solo que... bueno, supongo que a veces la vida es más complicada de lo que uno quisiera.
Álex quiso preguntar más, pero decidió no presionarlo. Había aprendido que algunas cosas necesitaban su tiempo para salir a la luz.
—Cuando quieras hablar, aquí estoy —dijo, intentando transmitir sinceridad en su tono.
Leo lo miró por un momento, y aunque no dijo nada, la intensidad en sus ojos fue suficiente para que Álex supiera que lo había escuchado.
—Gracias, Álex.
Cuando se despidieron esa noche, Álex no podía dejar de pensar en lo mucho que quería conocer más a Leo, pero también en la sensación de que había algo que este no estaba diciendo. Y aunque no sabía qué era, estaba dispuesto a descubrirlo.
Álex caminó hacia su apartamento sintiendo un revoltijo de emociones. Había algo inusual en Leo, algo que lo hacía distinto a cualquiera que hubiera conocido antes. Era magnético, eso estaba claro, pero también parecía cargar con un peso que lo hacía cerrar ciertas partes de sí mismo.
Al llegar a casa, Álex encendió su computadora nuevamente. Abrió la carpeta con las fotos de Leo y comenzó a revisar cada una con más detenimiento. Había algo en la manera en que el foco de luz caía sobre su rostro, en la intensidad de su mirada. Era casi como si estuviera capturando a alguien en un momento de pura vulnerabilidad, un instante en el que se dejaba ver completamente.