Cuando el corazón encuentra su lugar.

Capítulo 4

Luminaris brillaba con su energía habitual, pero para Álex y Leo, el día traía una prueba inesperada. Habían planeado un sábado tranquilo, sin más ambiciones que explorar juntos un mercado al aire libre cerca del río. Sin embargo, un mensaje de texto cambió todo.

Clara: Leo, ven al café "Alto Relato" esta tarde. Es importante.

Leo frunció el ceño al leerlo. Estaban en su departamento, con Álex ojeando algunas de las fotografías que había tomado en días recientes.

—¿Qué pasa? —preguntó Álex al notar la expresión de Leo.

—Clara quiere que vaya a un lugar llamado "Alto Relato". Dice que es importante, pero no me dio detalles.

—¿Vas a ir?

Leo dudó por un momento antes de asentir. —Creo que sí. No suele ser tan críptica.

Álex lo miró, intentando leer entre líneas. —¿Quieres que te acompañe?

Leo levantó la vista hacia él, y aunque una parte de él quiso decir que no, sabía que prefería que Álex estuviera a su lado.

—Sí. Me sentiré mejor si vienes.

Cuando llegaron al café, se dieron cuenta de que Clara no estaba sola. Una pequeña multitud se había reunido en el espacio, ocupando cada rincón. El ambiente estaba cargado de expectación, con una mezcla de músicos, poetas y artistas locales conversando animadamente.

Clara los recibió con una sonrisa amplia.

—¡Por fin! Pensé que no llegarías.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Leo, visiblemente desconcertado.

Clara le entregó una hoja de papel con un micrófono dibujado.

—Es una noche de micrófono abierto. Y quiero que toques esa canción nueva que estabas trabajando.

El corazón de Leo dio un vuelco.

—¿Qué? No... no estoy preparado para eso.

—Siempre dices que la música es para conectar con la gente. Bueno, aquí hay gente. —Clara lo miró con una mezcla de desafío y aliento.

Álex, que había permanecido en silencio, intervino. —Creo que deberías hacerlo.

Leo lo miró, buscando apoyo pero encontrando más bien una suave determinación en los ojos de Álex.

—¿Tú también?

—Sí. ¿Qué es lo peor que puede pasar?

—Que me quede en blanco. Que apeste. Que todos se rían de mí.

Álex sonrió. —¿Y si pasa lo contrario?

Leo suspiró, mirando a Clara y luego a Álex. Finalmente, tomó una decisión.

—Está bien. Pero si esto sale mal, tú me sacas de aquí corriendo.

Clara soltó una risa. —No va a pasar.

Minutos después, Leo estaba sentado en una pequeña tarima con su guitarra, mientras Álex lo observaba desde una mesa cercana. El murmullo del público se desvaneció cuando comenzó a tocar.

La canción era la misma que había compartido con Álex en su departamento, pero esta vez tenía letra. Leo había trabajado en ella en los días posteriores a su beso, y aunque aún no estaba completamente terminada, cada palabra parecía resonar en el pequeño espacio.

Cuando terminó, el silencio fue reemplazado por un aplauso cálido y genuino. Leo levantó la vista y encontró a Álex sonriéndole, lleno de orgullo.

Mientras volvía a su mesa, Álex lo recibió con un abrazo rápido pero firme.

—Sabía que lo harías increíble.

Leo lo miró, aún respirando profundamente por los nervios. —Lo hice por ti, ¿sabes?

—Y estoy muy feliz de que lo hicieras.

El resto de la noche transcurrió en un ambiente relajado, con ambos compartiendo risas y anécdotas con Clara y otros artistas. Leo parecía más ligero, como si se hubiera quitado un peso de encima.

Cuando finalmente salieron del café, el aire nocturno de Luminaris estaba fresco y lleno del sonido de la ciudad.

—¿Sabes? —dijo Leo mientras caminaban hacia el apartamento—. Esto fue diferente. Pero me gustó.

Álex asintió, entrelazando su mano con la de él. —Salir de la zona de confort no siempre es malo.

—No, no lo es —admitió Leo, apretando suavemente su mano.

Y mientras continuaban su camino, la conexión entre ellos parecía más fuerte, más clara. Habían enfrentado algo nuevo juntos, y ese pequeño paso fuera de sus límites se sintió como un gran salto hacia adelante.

Cuando llegaron al departamento de Leo, ambos estaban más relajados, pero la energía de la noche aún flotaba entre ellos. Leo dejó su guitarra a un lado y se desplomó en el sofá con un suspiro profundo.

—¿Sabes? Creo que Clara tiene un talento especial para meterme en situaciones inesperadas.

Álex, que estaba sirviéndose un vaso de agua en la cocina, rió. —Y un talento aún mayor para empujarte a descubrir lo que eres capaz de hacer.

Leo asintió, mirando el techo. —Es verdad. Aunque no sé si habría podido hacerlo sin ti ahí.

Álex se acercó, dejando el vaso sobre la mesa de café y sentándose junto a él.

—Estabas nervioso, pero lo hiciste increíble. Honestamente, fue emocionante verte ahí arriba. Como si estuvieras mostrándole al mundo una parte de ti que rara vez muestras.

Leo giró la cabeza para mirarlo, sus ojos oscuros reflejando algo más que agradecimiento. Había admiración y una especie de vulnerabilidad que no siempre dejaba ver.

—¿Te pasa lo mismo con la fotografía? —preguntó de repente.

Álex parpadeó, sorprendido por el cambio de tema. —¿Qué quieres decir?

—Esa sensación de exponerte, de mostrar algo personal. ¿Te sientes así cuando muestras tus fotos?

Álex tomó un momento para considerar su respuesta. —Sí, a veces. Pero creo que lo que me asusta no es que las personas vean mi trabajo, sino que no entiendan lo que intentaba expresar.

Leo asintió lentamente. —Es lo mismo con la música. Siempre me pregunto si lo que toco llega a las personas como quiero que llegue.

Álex extendió una mano y la colocó sobre la de Leo, apretándola ligeramente. —Bueno, esta noche llegó. Te lo prometo.

Leo sonrió, esa sonrisa pequeña pero sincera que Álex estaba empezando a asociar con los momentos más auténticos entre ellos.

—Gracias por estar ahí. Por no dejarme escapar.

—Siempre lo haré, Leo.




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