Cuando el corazón encuentra su lugar.

Capítulo 5

El fin de semana prometía ser tranquilo, pero la vida en Luminaris rara vez seguía el guion que uno planeaba. Álex y Leo habían quedado en encontrarse en el parque central para una sesión improvisada de fotos, una combinación de trabajo y tiempo juntos que ambos disfrutaban.

Sin embargo, el día dio un giro inesperado cuando, mientras Álex revisaba los mensajes en su teléfono, una notificación atrajo su atención:

Exposición cancelada.

El correo detallaba que la galería donde Álex iba a presentar su trabajo en dos semanas había decidido posponer indefinidamente la exhibición debido a una "reestructuración interna". Era la primera gran oportunidad de Álex para mostrar su fotografía a un público más amplio, y ahora se desmoronaba ante él.

Cuando Leo llegó al parque, lo encontró sentado en un banco, mirando el suelo con el ceño fruncido.

—¿Estás bien? —preguntó Leo, inclinándose un poco hacia él.

Álex levantó la vista, su expresión sombría. —Acaban de cancelar mi exposición.

Leo se sentó a su lado, dejando que la información se asentara. —Eso... eso apesta. Lo siento mucho.

—Sí, apesta. Llevaba meses preparándome para esto. Creía que finalmente estaba logrando algo, y ahora... nada.

Leo frunció el ceño, viendo la frustración y el desánimo en los ojos de Álex. —Oye, esto no significa que tu trabajo no valga la pena. Es solo un contratiempo.

—No lo entiendes, Leo. Estas oportunidades no llegan fácilmente. Y cuando llegan, tienes que aprovecharlas o desaparecen.

Leo guardó silencio por un momento, comprendiendo que no había palabras mágicas para arreglar lo que Álex estaba sintiendo. Entonces, una idea cruzó su mente.

—¿Y si organizamos tu propia exposición?

Álex lo miró, confundido. —¿Qué?

—Sí, algo pequeño pero significativo. Hay cafés, librerías y espacios independientes en la ciudad. Podríamos encontrar uno que te deje mostrar tus fotos. No necesitas una galería famosa para que la gente vea tu talento.

Álex dejó escapar una risa amarga. —¿Y cómo piensas que vamos a conseguir algo así en tan poco tiempo?

—Déjamelo a mí —respondió Leo, su tono lleno de determinación.

—Leo...

—Confía en mí, ¿sí? No tengo todas las respuestas, pero quiero ayudarte.

La mirada en los ojos de Leo era tan sincera que Álex no pudo evitar asentir, aunque todavía dudaba de que la idea pudiera funcionar.

Las siguientes horas fueron un torbellino. Leo se movilizó, contactando a Clara y otros amigos que conocían a personas en la escena artística de Luminaris. Mientras tanto, Álex seleccionó sus mejores fotografías, revisando cada detalle para asegurarse de que estuvieran perfectas.

Finalmente, gracias a una serie de conexiones y algo de suerte, lograron asegurar un espacio en un pequeño café llamado El Faro. Era acogedor y frecuentado por artistas locales, el lugar perfecto para una exposición íntima.

Cuando llegó el día de la muestra, Álex estaba un manojo de nervios. Leo, por otro lado, parecía tranquilo, casi como si la exposición fuera su idea desde el principio.

—Todo está listo —dijo Leo, ajustando uno de los cuadros en la pared.

Álex asintió, respirando hondo. —¿Y si nadie viene?

—Vendrán. Confiamos en Clara para correr la voz, ¿recuerdas?

Álex se mordió el labio, pero antes de que pudiera protestar más, Leo lo tomó de la mano.

—Mira, sé que esto no es lo que planeabas. Pero lo hiciste. Tus fotos están aquí, listas para ser vistas. Eso es lo que importa.

La calidez en la voz de Leo calmó un poco los nervios de Álex.

La noche fue un éxito inesperado. A medida que la gente entraba al café, Álex comenzó a relajarse, viendo cómo los asistentes admiraban su trabajo. Algunos incluso preguntaron sobre precios, interesados en comprar las piezas.

En un momento, Álex vio a Leo hablando con un hombre mayor, que resultó ser un curador de arte local. Más tarde, Leo regresó con una sonrisa satisfecha.

—Ese tipo quiere hablar contigo. Dice que tus fotos tienen algo especial.

Álex lo miró incrédulo. —¿De verdad?

—De verdad. Anda, ve.

Mientras Álex se dirigía a hablar con el curador, Leo se quedó mirando, sintiéndose orgulloso y feliz por él. Había sido un desafío, pero uno que habían enfrentado juntos, y el resultado era más que satisfactorio.

Cuando la noche terminó, y ambos estaban de vuelta en el departamento, Álex miró a Leo con una expresión que mezclaba gratitud y algo más profundo.

—Gracias por no dejarme rendirme.

—Gracias por confiar en mí.

Y mientras compartían una copa de vino para celebrar, ambos sabían que este no sería el último desafío que enfrentarían juntos, pero sí uno que los había hecho más fuertes como pareja.

El tintineo de las copas llenó el silencio del apartamento. Álex y Leo se sentaron en el suelo, la mesa de centro cubierta con restos de bocadillos de la exposición. Las luces suaves del departamento les daban un aire relajado después de una noche cargada de emociones.

—¿Sabes? —dijo Álex, rompiendo el silencio mientras miraba el vino que giraba en su copa—. Nunca pensé que algo así podría pasar.

Leo levantó una ceja. —¿Algo como qué? ¿Éxito?

Álex soltó una risa suave. —Algo como tú.

El comentario sorprendió a Leo, quien dejó su copa sobre la mesa. —¿Yo?

—Sí. Eres... eres ese tipo de persona que simplemente hace que las cosas pasen. No me malinterpretes, no es que no crea en mí, pero... a veces dudo. Mucho. Y tú, tú me empujas a intentarlo.

Leo lo miró, sus ojos oscuros fijos en él. La intensidad del momento hizo que Álex desviara la mirada, pero Leo tomó suavemente su mano.

—Álex, tú no necesitas a nadie que te diga lo bueno que eres. Yo estoy aquí porque quiero, porque creo en ti. Pero esto —hizo un gesto hacia las fotos apiladas en un rincón—, esto lo lograste tú. Yo solo empujé un poquito.




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